✟ Capítulo 20 ✟

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Ella es como la luna, hermosa, fría e Inalcanzable

Mateo Hernández.

Entro sin tocar a la habitación la cual pese a que ya es de día se encuentra a oscuras. Intento ser silenciosa a la hora de acercarme a la cama pero tropiezo con algo y termino haciendo un alboroto provocando que enciendan las luces.

—¿A qué se debe tu grata visita, si de antemano te negaste a dormir con uno de nosotros? —su voz mañanera es tan sexy que me provocan ganas de escucharla a diario.

Bajo lentamente mi vista a su pecho desnudo, mis manos arden ante la sola idea de arañarlo.

—Queria... Quiero, digo creo que —malditos nervios, carraspeo mi garganta antes de volver a hablar— Quiero que todos desayunemos juntos, solo faltas tú.

Subo mi vista a su rostro admirando por breves segundos sus facciones relajadas, también como a un lado de su mejilla tiene pequeñas marcas de la sábana y que en su rostro hay una pequeña sonrisa ladeada como si le divirtiera mis estupideces.

—Si quieres vienes y si no lo entenderé —declaro un poco enojada.

Me doy la vuelta dispuesta a irme. No puedo creer que vine hasta aquí en vano, quería que estuvieran todos para tener una mañana tranquila porque luego de lo que pasó con Adrián hace unas horas, no tengo ánimos de pelear y mucho menos crear tensión en el ambiente.

—¡Oye! —exclama detrás de mi—, ¡Necesito ayuda!

Volteo a verlo casi de inmediato, su rostro relajado ahora luce desconcertado mientras intenta llevar su mano a su espalda. Me acerco a el con una rapidez impresionante sin siquiera escatimar en lo que estropeo en la habitación.

—¡¿Qué pasa?! —evalúo su cuerpo completo.

De un momento a otro se desvanece en la cama, lo que hace que mi corazón empiece a latir desbocado.

—¡Ay Dios, ya valió madres! —muevo su cuerpo con fuerza— ¿Por qué mierda estás cosas solo me pasan a mí?

Reviso su temperatura pero no hay nada raro, acerco mi mano a la sábana mientras las alarmas en mi cabeza se encienden, la levanto un poco pero vuelvo a dejarla caer al darme cuenta de que no trae nada debajo; ¡Joder! ¿Ahora como hago para borrar esa grata imagen de mi cabeza.

—Hola fiera —vuelve a sonreír, se incorpora de la cama y antes de que pueda siquiera reaccionar el me hala para colocarme a horcajadas encima de él.

—¡Demonios Andreus! —golpeo su hombro— ¡Casi me matas del susto!

Remuevo mi cuerpo de una manera un tanto seductora; sonrio internamente cuando veo que sus ojos brillan maliciosos pues sabe bien que ya descubrí que está desnudo.

Y es que me encanta vivir en constantes juegos con él.

—Me gusta ver tú cara de susto —pasa sus dedos dejando suaves caricias desde mis pómulos hasta mi cuello.

—Eres un pesado —sonrio acercando mi mano con un poco de timidez a su cabello alborotado, mis dedos se hunden en su extensa cabellera y al hacerlo no puedo evitar moverme un poco más.

—¿Sabes que más me gusta? —pregunta viéndome fijamente sintiéndose como si quisiera penetrar hasta mi alma.

—¿Qué cosa? —susurro.

—Escucharte gemir —murmura aún más bajo que yo.

Lo miro sin saber que expresión poner pero es algo que dura poco ya que gira nuestros cuerpos y ahora quién está debajo soy yo.

Ryche. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora