II

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— ¿Tu cabello es natural?

Frunzo el ceño

—Ehm, si

El señor Robert asiente, nunca me ha había hecho esa pregunta hasta que estoy parada frente a él pidiéndole empleo en el supermercado.

— ¿Tiene algo que ver mi color de cabello para trabajar?

Lo primero que hice en la mañana fue ponerme mi ropa nueva y pensar en qué lugar empezar. Claro tenía hambre y mi estómago me dirigió al supermercado del pueblo.

—No, llama mucha la atención. No pensé que me pedirías trabajo –Mi estómago ruge y no me permite pensar- No puedo pagarte lo suficiente, acuérdate que tengo ayuda de Ana.

—Pero ella sólo organiza la mercancía, vamos puedo limpiar.

Ahora si empiezo a desesperarme.

—Lo siento Lucy pero no puedo permitírmelo. En serio estaría encantado de tenerte aquí, llamas mucho la atención pero no puedo.

— ¿Llamo mucho la atención?

Robert asiente.

—Tú eres una rareza por estos lados.

—Me halagas, pero esta belleza rara no puede tener un trabajo estable.

Golpeteo la mesa donde atiende Robert y me volteo, vaya el mierdero en el que estoy metida. Hay muchos clientes en el súper pero todos parecen que tienen trabajos estables. No quiero abandonar este pueblo, sus bosques transmiten paz, justo mi hogar deseado.

—Gracias Robert, espero que todo ande bien el día de hoy.

—Mucha suerte Lucy.

Sonrío a medias y salgo del súper a gran velocidad y me siento en la acera. Saco un empaque de chocolates que inocentemente recogí de la estantería donde estaba Robert, el pobre ni cuenta se dio, pero tengo tanta hambre que no pienso sino en satisfacer mi dolencia. Algún día haré algo por él, me siento tan mal que me como el chocolate a gran velocidad, tal vez hoy tampoco almuerce.

—Disculpe señorita.

Una voz medio apagada llama mi atención.

—Si

Contesto sin alzar la vista.

— ¿Necesita empleo?

Volteo mi cara a una velocidad que yo misma no me la creo. Es un anciano, se le amable, varía entre 65 o 70 años.

—Sí, hola –me levanto rápidamente para saludarlo- Mi nombre es Lucy.

Le extiendo la mano y el hace el mismo gesto.

—Carl Evans, mucho gusto.

Pongo mis manos en mis caderas sin saber que decir.

—Inocentemente escuche que buscas empleo.

El abuelo parece tener alguna enfermedad, tiembla mucho.

—Si estoy en problemas, justamente ayer me sacaron de mi único sustento.

— ¿Dónde trabajabas?

—En un bar, pero el dueño decidió cerrar por causas técnicas.

El abuelo asiente sin saber que decir. Y yo lo mismo, vaya par.

—En este momento necesito de una chica que me ayude en la limpieza y de mi alimentación.

Asiento alegremente.

—Pues soy buena ordenando cosas y hacer de comer no es muy difícil.

—Pero necesito otro gran favor antes de que aceptes.

Me muevo inquieta, sin saber que pronunciar.

— ¿Que quiere exactamente abuelo?

Él sonríe.

­—Bueno no es una propuesta indecente, no estoy en edad para cosas mundanas. Pero es más o menos algo parecido.

Abro tanto los ojos que al parecer saldrán volando.

— ¿Qué es exactamente?

—Quiero que te hagas pasar como mi novia ante mi hijo.

Me quedo mirándolo fijamente hasta que un momento a otro me hecho a reír…. No sé si conté los segundos que estuve así pero ya el anciano empezó a asustarme.

—Estoy necesitada de dinero pero no me gusta esa clase de cosas. Si fuera por mi físico sería una conejita playboy pero no soy lo suficientemente valiente para eso.

— ¿Te puedo invitar un café?

Mi estómago salta de felicidad.

—Ok.

Dos huevos, más tocineta, dos tazas de chocolate y media hora después estoy más que dispuesta a escuchar que es lo que quiere el abuelo.

—Mi hijo no me ve hace más de 3 años, es mi único hijo. El posee una gran fortuna por herencia de sus abuelos maternos, claro yo también poseo una gran fortuna. El cree que va a heredar todo pero quiero que piense lo contrario.

Me quedo mirándolo como si me estuviera contando alguna telenovela mexicana.

—No pareces un millonario, te veo como una persona del común.

Él sonríe y me parece muy tierno.

—No vivo de apariencias señorita.

Asiento y tuerzo mi gesto para estar de acuerdo.

— ¿Y yo que puedo hacer ahí?

—Tú heredarías todo mi dinero, es solo para llamar la atención de mi hijo.

Hago un puchero.

—Y tu hijo es….

—Un abogado de alta en New York.

Sigo asintiendo.

—Bueno, déjeme decirle que no puedo aceptar esto. –Me siento una completa estúpida- No quiero terminar en la cárcel, si sabe lo que me propone ¿no?

—Escúchame por favor. He vivido sólo desde que mi esposa murió y mi hijo me odia. Vive resentido y siento que mis días están contados –Trago una enorme piedra en mi garganta- sólo quiero que venga y ponerlo a prueba, salvarlo de la maldad que lo rodea. Sólo quiero estar con él.

— ¿Porque realmente te odia? -El abuelo empieza a balbucear- no es que sea de mis asuntos pero quiero saber en qué me meto señor Carl.

—Engañe a mi esposa hace muchos años, ella me perdono, él no lo hizo y cuando ella murió el aprovecho y me culpo, se fue sin más y sólo llama una vez al mes para preguntar por mis asuntos financieros.

Una lágrima cae en mi mejilla, yo sufro por qué no tuve una familia y este hijo de puta  rechaza lo único que le queda. Voy a trabajar al fin dignamente pero tendré que soportar algunas cosas, Dios me ayude esto no terminará bien.

—Te pagare 1500 dólares al mes, vivirás en mi casa y no tienes que preocuparte con nada, sólo limpiar y hacer de comer. Pero me ayudaría bastante que sostengas esa mentira.

Me quedo pensativa, pero mi decisión está tomada.

—Está bien, pero que pasara si su hijo lo visita.

—No lo sé, pero no te pasará nada, no le importo demasiado para que lo pase por alto.

Sonrío, al fin tengo un empleo digno… eso espero.

La Chica PelirrojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora