38. EL FANTASMA.

25 8 21
                                    

ELEODORO

Ni para morirme sirvo. Yo no debería estar contemplando el techo de este lugar, sino el forro de la tapa de mi ataúd.

La enfermera me mira como el pobre insecto asqueroso y patético que debo parecerle. No pude completar la misión y me desmayé de la impresión antes de abrirme la otra muñeca. No es tan fácil como todos creen. Cómo yo creía también.

¿Cuánto tiempo he estado aquí? ¿Qué hora es? ¿Cómo llegué?

—¡Allan! ¡Allan! Allan...

—Tranquilo, señor...

La enfermera intenta detenerme, pero él está solo y con hambre.

—¡Allan está solo! ¡Tengo que ir por Allan!

—¿Quién es Allan?

—¡Tengo que irme, Allan está solo y no ha comido!

Me levanto, o al memos lo intento, pero la enfermera me regresan a la cama y pone algo en la bolsa del suero que me provoca debilidad casi al instante.

—Allan...

Poco después entra Nicolás con cara de enojado. Lo sé porque la nariz se le respinga más y su mirada... Ya veo venir el sermón.

—Buenas tardes —saluda a la enfermera.

—Buenas tardes. Se alteró un poco, pero le puse algo para que se relaje.

—Gracias.

—Con permiso —se despide así la mujer y sale.

—Si estuvieras tan preocupado por Allan, no habrías hecho lo que hiciste —empieza.

—¿Tú me trajiste?

—¿Quién más?

—Gracias, pero...

—¡No te atrevas a terminar esa frase!

—Nicolás... No quiero estar aquí. Tengo que volver a mi casa.

—No puedes irte, perdiste mucha sangre.

—Allan...

—¡Allan va a estar bien! Vengo de allá ¿Cómo pudiste, Eleodoro? Afortunadamente regresé, si no, no quiero ni pensar en lo que hubiera pasado.

—¡Me abría muerto, justo cómo quería!

—¡Me hiciste una promesa, Eleleodoro y la tienes que cumplir!

—¿Y qué voy a hacer yo después?

—¡Después puedes hacer lo que quieras! No sabes lo que fue encontrarte así, no tienes una maldita idea, Eleodoro ¡Y el pobre gato, estaba tan angustiado como yo! —se detuvo un momento, pero sus ojos jamás se despegaron de mí. Más tranquilo, al menos en apariencia, continuó—. Independientemente de tus reservas hacia mí, deberías sentirte afortunado de que alguien te quiera como yo te quiero.

—Yo no tengo reservas hacia ti y lo sabes. Es solo que la vida a veces me pesa demasiado, Nicolás. Pero ya ves, ni para morirme sirvo.

—No vuelvas a hacerlo, Ele ¿No ves que me matas?

Intentó contener las lágrimas pero sus ojos ya estaban inundados y acabó saliendo del cuarto.

Sé qué me ama, puedo sentirlo tanto como puedo verlo, pero sigo sin entender por qué, o qué ve en mí. Yo soy solo un perdedor, un fracasado y ahora hasta un asesino.

Tengo que irme, pero me siento muy débil. Debería entregarme, tal vez así terminen las alucinaciones. Davina me persigue desde ayer, la veo en cada rincón. Él no puede entenderlo. Nadie puede...

FRIDA

Juan ha estado muy raro, no ha parado de llorar y de maldecir. Con el balbuceo no puedo entender nada de lo que dice, solo sé que tiene que ver con Ele.

Es decir, según Juan, todas sus desgracias tienen que ver con él, pero nunca lo había visto así. Enciendo la televisión y ahí está la respuesta: La zorra está muerta. No solo muerta, sino que hay todo un escándalo al rededor de su supuesto asesinato.

Ahora entiendo la razón de su intenso drama. Claro, esa vieja no podía morirse en silencio, tenía que tener a todos al pendiente. Lo que no sé, es qué tiene que ver Ele, quién si ya lo sabe, estará padeciendo también en estos momentos. Si no me diera tanto gusto, lo llamaría para ofrecerle «mi más sentido pésame», pero él no es tonto, se daría cuenta de mi falta de sinceridad y no quiero que crea que me estoy burlando.

Además, tiene a Nicolás, seguramente debe estar con él ahora mismo. Es, en sus propias palabras, «su ángel guardián».

Yo sigo sin conocerlo personalmente. A veces pienso que mi pecosito, con lo zafado que está, se lo imagina. Cómo un amigo imaginario o algo así. Pero si eso lo ayuda, no puede estar mal. De cualquier forma lo extraño mucho. La cuestión es: ¿Me extrañará él a mí?

NICOLÁS

Me avergüenza esta reacción, pero no puedo evitarlo. Si él supiera cuán importante es para mí...

Debería olvidarme de él y sus tonterías. Yo, qué no soporto a los pusilánimes llorones que se desmoronan a la menor provocación, a dónde vine a caer.

¡Imbécil, ridículo y patético! Más ridículo y más patético que él y ya es mucho decir. Mi pobre y triste Ele.

¿Será qué a pesar de todo, a mí nunca se me pasó por la mente hacerme daño y por eso no puedo entender que alguien más lo haga?

No sé.

Tampoco sé cómo fui a reparar en él. Y cómo es que no se acuerda de mí. Nos vimos un par de ocasiones al menos, de frente; incluso le sonreí cuando chocamos en un pasillo. Aunque, ahora que lo recuerdo, fue su mirada triste lo que llamó poderosamente mi atención. Su aire de vulnerabilidad y yo, qué soy adicto a componer lo roto... Aquí estoy.

Para su fortuna, dijeron que no era necesario que permaneciera más tiempo y apenas traigan el alta, nos iremos.

No sé si seguir invirtiendo más tiempo y esfuerzo en él. Tal vez ni siquiera le importe que esté o no esté y no soy más que un estorbo en su vida. Me alejaré por un tiempo, por mi propio bien.

ELEODORO

Nico casi no habló, solo lo necesario. Cuando llegamos, se aseguró de que estuviera adentro del departamento y se fue sin despedirse. Lo vi desde la ventana y ni siquiera volteó como hace siempre.

Tuve que limpiar las manchas de mi sangre en el piso desde el baño hasta la sala. Allan me observaba arriba de su trepadero. Puedo jurar que se veía decepcionado. He decepcionado a todos.

Davina está junto a la puerta de nuevo. Lo siento, cambié de opinión, no quiero ir a la cárcel. Tú ya estás muerta, supongo que no te cansarás de estar ahí.

ELE (Versión Extendida)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora