Merci, chérie

60 10 4
                                    

Gente, prometí que esta historia sería más bien breve, de unos diez capítulos. Pues bien, aquí está el décimo capítulo y, con él, el cierre del fic. Ya en el anterior hubo un caos en la colina, así que, como anticipo, les comentaré que este es más tranquilo; pero no tienen que creerme, así que los dejo para que lean y abajo nos vemos con más.


—Bienvenida, Tamao-chan.

Nagisa miró a su amiga con amabilidad, mientras que esta se veía realmente apenada, con las lágrimas a punto de brotar de sus ojos.

Sin previo aviso, Tamao se abalanzó sobre la pelirroja y la abrazó con toda la fuerza que le era posible. Ahí se largó a llorar.

—¡Perdóname, Nagisa-chan! ¡Me descargué contigo sin que lo merecieras! Tú... tú solo querías ayudarme... Recién hoy me di cuenta... Por favor, perdóname...

La ojirroja correspondió al abrazo y también se desahogó; entendió que el dolor y desesperación de Tamao sacaron lo peor de ella, pero que su amiga no era realmente una mala chica.

—Te perdono, Tamao-chan.

La peliazul sintió paz por fin al escuchar aquellas palabras.

—Gracias... Gracias por todo.

Las heridas y resentimientos habían quedado atrás. Era momento de dar el punto de partida a una nueva etapa de su amistad, una en la que los celos y la tristeza no tuvieran cabida.

—Gracias por ayudarme. Gracias por tratar de darme ánimos. Gracias por no alejarte de mí aun cuando me enojé contigo. De verdad eres una gran amiga, Nagisa-chan.

—No es para tanto, Tamao-chan. Solo hice lo que tenía que hacer.

Las dos finalmente se separaron y se sentaron en sus respectivas camas, quedando frente a frente.

—Ahora que la situación ya está mejor, podría contarte sobre lo que hicimos Chikaru-san y yo. Digo, si tú quieres.

—Me encantaría.

La conversación se extendió por horas. Nagisa vio a Tamao mucho más animada y fresca, cosa que la hizo alegrarse. Había recuperado a su amiga, a esa vieja amiga que la recibió aquel lejano primer día en Astraea.

(...)

Al día siguiente, las alumnas recién graduadas debían abandonar la colina y, siendo como era, Chikaru estaba lista para tomar un nuevo rumbo en su vida. Ubicada al borde de la escalera que separaba a Astraea del exterior, con una enorme maleta a su costado, le echó un último vistazo al que había sido su hogar por años. Ahí dejaba una parte de su corazón y recuerdos imborrables.

Poco antes de irse, la pelinegra se había reunido con sus kouhai. Kizuna y Remon lloraron a lágrima suelta, mientras que Kagome mantuvo su semblante habitual, aunque no por ello estaba menos triste. Lo mismo podía decirse de Percival, quien, a pesar de ser solo un oso de peluche, se había convertido en un querido amigo para todas.

—Prométanme que serán buenas y que disfrutarán cada día. Pueden seguir con los clubes que fundamos, no tengo ningún problema con eso —les dijo.

Habiéndose despedido de las menores, solo le faltaba una persona más, aquella que se había convertido en la más importante para ella en toda la colina.

—¡Chikaru-san!

—¡Tamao-chan!

La peliazul vino corriendo para decirle adiós a su novia, quien la recibió con un fuerte abrazo.

Una novia para TamaoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora