24. Luke

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La gente aglutinada alrededor del ring fue abriéndole paso conforme caminaba hacia los vestuarios. Algunas personas murmuraban cuando la figura masculina pasaba frente a ellas con pisadas firmes y una sonrisa que pretendía pasar desapercibida, y otras, en cambio, se apartaban de él casi con temor. Luke no era un creído, pero sabía que no estaba mal, y que su complexión fuerte junto con su altura lo hacían, en ocasiones, resaltar por encima de los demás. Era por eso que cuando apenas pasaba de los trece años y su cuerpo empezó a cambiar, no dudó ni medio segundo en aprovecharlo para acercarse a las chicas. En ese entonces se sentía poderoso por poder tener a cualquiera comiendo de su mano, pero con el tiempo era algo que le había dejado de importar, aunque siguiera pasando buenos ratos cuando a él le apetecía. 

Si lo pensaba bien, todo había cambiado con Alessa, la última novia que tuvo. Se habían conocido cuando todavía estaban en el instituto, y aunque la mente de Luke en aquella época estaba algo revuelta por la chica de pelo oscuro que se había propuesto martirizarlo y ridiculizarlo una y otra vez, Alessa era tan encantadora que fue incapaz de resistirse a ella. Si alguien le preguntaba a Harrison, él diría que Alessa había sido el fin del período de fuckboy del castaño. Y aquello era totalmente cierto. 

Abrió la puerta de su taquilla y sacó de ella un par de guantes rojos, un protector de dientes y unas bermudas rojas. Como no pertenecía a un club federado, no contaba tampoco con un uniforme oficial, así que se las apañaba con lo que tenía. Se puso las bermudas y una camiseta de tirantes blanca, se cambió las zapatillas y se sentó en el banquillo del vestuario con la cabeza apoyada en las manos. 

La confusión reinaba en su mente desde la noche anterior, y se había atenazado con más fuerza después de tener a Vivian en el coche. Luke no quería tener nada que ver con ella. No quería verla, ni escucharla hablar o reír, y mucho menos le apetecía que ella estuviera allí en el ring, junto con Melissa. Ya había hecho bastante salvándole el culo de Joe después de que la muy ingrata convirtiera el bar en un campo de guerra. Así que se suponía que aquel encuentro terminaba allí, con Vivian despertando en casa de Ris y sin que Luke tuviera que volverla a ver, tal y como tenía que ser.  Pero las cosas se habían enredado, y de manera inimaginable Vivian había acabado conociendo a Melissa y yendo al centro deportivo donde él competiría. 

¿Por qué no había dicho nada para impedirlo? No lo sabía. Hubiera bastado con que dijera cualquier cosa cuando estaban en el coche, como que solo se le permitía llevar a un acompañante o haber insistido en que Vivian se encontraba mal y que era mejor que no fuese con ellos. Pero había mantenido la boca cerrada. Y muy a su pesar, y aunque se lo negara miles de veces, imaginaba el motivo por el que lo había hecho. Últimamente eran muchas las cosas que no entendía sobre sus propias acciones, como por qué había llamado a Melissa, a quien apenas consideraba un ligue más, y la había invitado a ver la competición. O por qué esa misma mañana la había besado nada más verla allí en la cocina, con Vivian mirando como si estuviera pasmada.

La mirada que había empezado a hacer eco en su memoria se esfumó en cuanto la puerta de la sala fue abierta con brusquedad. Las risas no tardaron en sonar, sacándolo de su ensimismamiento al tiempo que fijaba sus ojos en el chico de piel pálida al que nunca había visto por allí. Supuso que aquel sería uno de los contrincantes que venían de afuera del estado, porque era el único al que no conocía. Observó sus movimientos con detenimiento, estudiando a su posible contrincante. No era demasiado alto, pero tenía la espalda ancha y los brazos fuertes. Llevaba el cabello rubio recogido en una coleta y un pendiente con forma de cruz sobresalía en su oreja. Algo en Luke le dijo que aquel iba a ser un contrincante algo duro de roer, y torció el gesto de manera involuntaria, captando la atención de Andriu, que se había sentado a su lado sin que el castaño se diera cuenta. 

—¿Asustado, Bennet? 

Luke se giró hacia el hombre de pelo cano con una gran sonrisa. 

—No te equivoques, estoy encantado —dijo todavía con los labios curvados hacia arriba. 

Andriu Spielberg era el dueño del centro. En su juventud había llegado a formar parte del equipo nacional de boxeo, pero una lesión en la columna lo había obligado a abandonar su sueño de dedicarse profesionalmente a ello. Luke no sabía mucho más respecto al tema, pues Andriu era un hombre reservado. Bajo su conocimiento solo estaban el accidente y que el ayuntamiento de Geollen le había otorgado aquel lugar como muestra honorífica por todos sus años de estar en lo más alto del mundo del boxeo. 

—Ese chaval viene en representación del equipo de una universidad —informó señalando con la cabeza al joven al que Luke había estado analizando—. La universidad de Helsy no sé qué. Intuyo que debe ser bastante bueno si de cuatrocientos que son en el equipo lo han enviado a él. No te culpo si te preocupa, muchacho. 

Luke volvió a dedicarle una mirada más al chico de pelo largo que ahora cerraba la taquilla. En su camiseta pudo ver escrito con letras azules el nombre que indicaba Andriu: "Universidad de Helsyville". Aquello le sonaba, pero no podía decir de qué. Analizó el nombre de aquella ciudad una vez más en su mente, sin llegar a ninguna conclusión. 

—Me ofendes, Andriu. Creí que tenías un poco más de fe en mí después de todos estos años—declaró Luke fingiendo dolor en sus palabras. 

El mencionado lo miró levantando una ceja, y los dos empezaron a carcajearse sin ton ni son, captando las miradas curiosas de algún que otro boxeador que se preparaba cerca de ellos. El rubio también se giró, aunque algo desconcertado al estar de espaldas al resto, pero volvió la vista al frente tan rápido como se había dado la vuelta. 

El tiempo pasó ágil, y a Luke le tocó subir al ring antes de que se diera cuenta. Miró a su alrededor, ubicándose en aquel suelo que tantos golpes lo había visto recibir. Vio a Andriu sentado en una silla a un lado de las cuerdas que conformaban la pista, y fijándose bien en la multitud que se acumulaba en las gradas, pudo encontrar a Melissa. Pero junto a ella no había nadie, salvo dos niños pequeños que agitaban unas banderas de colores en sus manos. No había ni rastro de Vivian. Pensó que tal vez había ido al baño, o que se encontraba tan mal que había salido a que le diera el aire. Aquello no sería de extrañar, a juzgar por todo lo que había bebido hacía apenas unas horas. Hasta que su mente lo interrumpió para formular la que parecía ser la más sensata de las respuestas, y era que Vivian se había ido de allí porque había querido, porque desde un principio ella tampoco había deseado estar allí con él. Se había ido, como hacía siempre.

"Mejor así", pensó Luke justo antes de que sonara la campana que anunciaba que el combate estaba por empezar. Volcó toda su atención en el chico moreno y algo mayor que él que tenía enfrente. Sintió alivio, y en parte desilusión, al no encontrarse con el tan alabado universitario paliducho, y ansió a que llegara el torneo de la próxima semana para saber si le tocaría como oponente. Le gustaba probarse a sí mismo, y para ser sinceros, también frente a los demás. Y si le habían dicho que no podría con aquel chico, entonces tendría que demostrar a todos que aquello no era cierto. 

Empezaron los golpes, y uno a uno fueron borrando de su cuerpo la punzada que había intentando esconderse a él mismo al no encontrar aquellos ojos negros en las gradas. 

La historia que nunca ocurrióDonde viven las historias. Descúbrelo ahora