Narrado por Nicolás.
Cuando era un niño solía cambiarme mucho de casa, ni siquiera recuerdo las razones, sólo recuerdo que nos mudábamos seguido y eso se convirtió en un mal hábito de mis padres. Si sucedía cualquier cosa la solución siempre era una mudanza.
Viví así una gran parte de mi vida y aunque la idea de mudarse a cada rato suene horrible yo jamás me quejé. Me acostumbré a los cambios y aprendí a nunca encariñarme con algo de un lugar, porque sabía que tarde o temprano iba a tener que mudarme otra vez.
Aunque ahora que lo pienso, aquella regla que me puse yo mismo de “jamás encariñarse con algo de un lugar” sólo la rompí una vez. En el momento que miré a Edgar por primera vez esa regla fue completamente pisoteada al igual que el resto de cosas que tenía en mi mente en aquel momento.
Edgar siempre hace que todo dentro de mí se destruya, me corrompe completamente, todo en mí se hace trizas con sólo sentir su mirada. Y ahora estoy por mudarme con él, la persona que me vuelve enfermamente loco y que a la vez me hace infinitamente feliz. Edgar es lo único que me hace sentir vivo.
Cuando miré a Edgar por primera vez definitivamente nunca me esperé acabar así. Si el Nicolás del pasado estuviera consciente de todo esto seguramente agarraría a besos al Edgar del pasado y le diría “Vamos a enamorarnos hasta quedar completamente enfermos y viviremos juntos en un lindo departamento”, entonces todo se arruinaría. Siempre arruino todo.
Pero regresemos al presente, he empacado mis cosas preparando todo para mudarme una vez más pero esta vez es totalmente distinto. Se siente como si fuera la primera vez y entonces me doy cuenta de que es la primera maldita vez que hago esto por decisión propia.
Metí todas mis pertenencias en cajas sintiéndome completamente eufórico, no sé qué era lo que me hacía creer que no había cosa más correcta en el mundo que esto. Seguir alimentando mi amor enfermo.
Todavía no puedo creer lo que me está pasando. Alquilamos aquel departamento que yo consideraba perfecto para nosotros, después celebre como una completa quinceañera y fui a la casa de mis padres a empacar mis cosas como si estuviera poseído.
Mi madre me prestó su carro para llevar mis cosas a mi nuevo hogar. Ella está feliz porque por fin me iré y haré mi vida, yo también estoy feliz por lo mismo. Tengo un trabajo magnifico, un departamento lujoso en el centro de la ciudad y el amor de mi vida va a estar junto a mí todos los malditos días de mi existencia. ¿Realmente me merezco tanto?
Necesito recapitularlo todo por milésima vez en mi cabeza: Edgar. Por unos meses fue mi vecino, me enamoré de él y años después volví a encontrarlo. Nos hicimos mejores amigos. Seguía enamorado de él. Él se enamoró de mí (no sé cómo mierda sucedió eso). Terminó con su novia. Yo terminé con la mía. Estuvimos juntos. Me enteré de que es mi hermanastro. No le dije nada. Seguimos juntos. Y ahora estamos por vivir juntos. Dios mío, soy un desgraciado con suerte.
Llego a mi nuevo departamento y me encanta todo este lugar, el ambiente es estrictamente tranquilo, tengo mi propio espacio para estacionarme, veo a mis nuevos vecinos entrando y saliendo sin ni siquiera voltearme a ver, seguramente son gente importante y su tiempo es demasiado valioso como para mirarme. Me encanta este maldito lugar.
Me toma alrededor de 5 viajes subir todas mis cosas hasta mi maldito piso numero 13, sí, tuve que usar el elevador muchas veces y no lo disfruté pero supongo que tendré que acostumbrarme. Y a decir verdad, me arrepentí totalmente no haber llamado a Edgar para que viniera a echarme una mano pero de seguro él debe estar ocupado empacando sus cosas. Eso se supone que debería de estar haciendo. Voy a matarlo si no lo está haciendo.
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Vaso roto
RomanceTodos hemos escuchado alguna vez que lo que no te mata te hace más fuerte pero en la mayoría de las ocasiones lo que no te mata hace que desees estar muerto. Lo que no te mata te rompe, te transforma en un vaso roto... ¿Y qué es un vaso roto? "E...