Si la perfección se personificara en carne y hueso; tendría su nombre y apellido. Porque no había nadie en todo el mundo tan exigente y estricto como él, que vivía guiado de sus disgustos y obligaciones. Él, que fue forjado con mucha disciplina desde la concepción hasta la actualidad, estaba tan acostumbrado a la específica organización de su propia vida que perdió cualquier rastro de empatía y espontaneidad consigo mismo. No se preocupaba por sus verdaderos complejos e inseguridades, porque era más sencillo disimularlos ante el mundo que mirarse frente a un espejo. La perfección era la gracia más preciada de todos sus ancestros y él tenía la responsabilidad de cumplir con la tradición de todo su linaje. La divinidad pura. Lo inmaculado. Lo impecable. Tenía que convertirse en el mejor ejemplo a seguir para sus hermanos, enorgullecer a sus padres, permanecer en la cúspide, brillar más que el sol.
Kim Taehyung era el hijo perfecto.
Estaba completamente obsesionado con ejecutar su única misión. Tenía un solo objetivo en la mira. No tenía otra alternativa. Nada ni nadie podría distraerle.
Jamás.
—Geometría.
—La máxima calificación.
—¿Aritmética?
—Igualmente.
Su padre asintió en silencio.
El hombre sujetó el cuchillo elegantemente y empezó a cortar los pedazos de la carne ahumada que descansaba sobre su plato de manera simétrica, pedazo tras pedazo. Repartió las porciones que comería, como ya estaba acostumbrado a hacer, pero antes de meterse un bocado a la boca, habló:
—¿Literatura?
Taehyung tragó saliva.
Pasaron los segundos y no se atrevió a mirarle a los ojos. La respiración de su pecho empezó a ralentizarse, pero hizo todo lo posible por controlar el aire que viajaba por sus fosas nasales.
Todos en la mesa guardaron silencio, incluso su madre, quien decidió dejar los cubiertos a un lado de su plato para enfocarse en la presencia titubeante de su primogénito.
—Literatura —repitió el señor Kim y el eco de sus palabras rebotó temerosamente a través de todo el comedor.
—Ochenta y cuatro… —susurró él.
Taehyung apretó los puños bajo la mesa, arrugando la tela de su fino pantalón.
Si tenía que enfrentarse a la furia de los dioses por un simple error interpretativo, entonces, daría la cara, respondiendo de la manera en la que fue criado. Pero maldijo, porque los versos y las oraciones existentes no hacían más que dificultar el camino hacia su objetivo principal; transformarse en el personaje más ejemplar de toda su institución. Odiaba lo complicado que podía convertirse el mundo si se transformaba en simbologías extrañas y párrafos sin contextos crudos.
Su padre respiró hondo y cerró los ojos en el proceso.
Taehyung pudo verlo, sus irises identificaron el entrecejo del hombre, la tensión en sus hombros, la fina línea de su mandíbula, y entendió del esfuerzo que estaba haciendo el señor Kim en contenerse para no terminar explotando delante de todos.
—¿No te avergüenza que tus hermanos sean testigos de tus imperfecciones? —empezó, tres tonos más oscuros de lo normal.
Su madre asintió con la cabeza, concordando.
Él se esforzó lo suficiente como para no empañar las glándulas lagrimales de su visión con un rocío de improductivas gotas cristalinas, guardándose las emociones una vez más.
—Recompensaré mi promedio durante el próximo semestre.
—Es lo mínimo que esperamos de ti, Taehyung —habló la mujer.
—Entiendo —musitó.
No estaba en la posición de replicar, mucho menos podía ofrecerles una disculpa por su bajo rendimiento. No recibió halagos por sus mejores notas, pero fue recriminado por sus errores, algo a lo que ya estaba acostumbrado a experimentar. Y pese a su extremo complejo de superioridad, siempre encontró reconfortante el complacer todos los requerimientos de sus padres. Después de todo, lo único que su familia siempre quiso y siempre anheló, desde que era un crío, era poseer al primogénito más prodigioso de todo el linaje Kim.
Taehyung era pluridisciplinario, talentoso, el mejor de todos. Era el estudiante de oro, el sobresaliente, la primera voz del coro y el presidente del Consejo Estudiantil.
Acabaría con cualquiera, si se atrevían a tomar su puesto sin su permiso. Tenía un objetivo y todo el poder para cumplirlo porque trabajó por mucho tiempo para conseguir su propio reinado. Se sacrificó incontables veces para llegar hasta su posición. Error tras error, práctica tras práctica. Nadie arruinará sus planes. Nadie.
Ni siquiera el estúpido de Jeon Jungkook.
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Martirio mío. {Taekook}
Fiksi PenggemarSi el diablo reviviera del purgatorio, posiblemente tendría su rostro... porque Jeon Jungkook es un personaje inigualable e incomparable con el resto de los mortales. Todos querían ser como él, todos... menos el hijo de puta de Kim Taehyung. © TODO...