10. Maestra del Halcón

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-Muy bien chicas, ya molestaron lo suficiente a Lyon- Dijo Ingrid acercándose más al pequeño y las tres le rodearon.

-¿Señorita Ingrid? ¿Que está pasando?- Dijo Lyon mientras movía su cabeza para que sus oídos escucharan mejor y así poder ver a su manera.

-Las señoritas Margaret e Hikares serán tus nuevas profesoras, así que tendrás que hacerles tanto caso como a mi, ¿entendido- Dijo Ingrid para luego sonreír acariciando nuevamente la cabeza del chico.

Las dos nuevas profesoras observaron al pequeño mientras empezaba a amanecer, Margaret negó con la cabeza.

-¿Que voy a enseñarle? ¿A usar mejor su bastón?- Decía la mujer para luego separarse.

Ingrid suspiró para darle un empujón al chico y que este se pusiera de pie.

-Lamentó ser un inconveniente- Decía para luego ver a su dueña en silencio.

-Lyon, ¿puedes traerme un vaso de agua? Es más, no es pregunta, ve a la cocina y tráeme la jarra de la mesa y cuatro vasos- Dijo para que luego el chico solo asintiera empezando a caminar.

Hikares miró en silencio como el chico caminaba de manera extraña para luego salir de la habitación, con sus pasos que mostraban su rara pero funcional caminata.

-Esto parece un circo, pero si funciona no lo creerá nadie- Decia Hikares mirándole irse.

-Es bastante tierno ¿pero si quiera va a llegar a la cocina?- Dijo Margaret para luego escuchar los pasos del joven acercándose.
-¿Lo ves? Se perdió- Dijo para luego sorprenderse bastante, el chico tenía la jarra en una mano y en la otra los cuatro vasos apilados para luego caminar y dejarlos en la mesa.

-Muy bien, sirve los vasos por favor y dánoslos, luego puedes beber también- Dijo Ingrid para luego ver la chico acomodar los vasos para servirlos, en ningún momento la jarra tocó el cristal.

-Muchas gracias señorita- Dijo dándoles los vasos a Hikares, que sus tentáculos se pegaban al cristal para tomar el vaso con firmeza, luego a su dueña y por último darle a Margaret que tomó el vaso con la mano derecha, tras eso el joven tomó un trago de agua debido a la sed del despertar.

Margaret dio una enorme sonrisa mientras su pata derecha empezaba a dar golpeteos en el suelo con emoción.
-Esto es más interesante de lo que pensé, creo que podemos empezar ahora mismo si me lo permites- Dijo Margaret tomando la mano del chico, este le miró bastante confundido para luego ver a Ingrid en silencio.

-Empieza despacio, no queremos que se agobie muy rápido- Dijo para luego escuchar la emoción en las patas de la sátira que empezaba a caminar rápidamente hacia las escaleras.

-Hacia mucho que no la veía tan emocionada- Dijo Hikares viéndole alejarse.

-Debe ser la sangre de Filoctetes rogándole entrenar a un guerrero tras tantos años- Dijo para luego observar a Hikares con una sonrisa.

Las mujeres sabían que no sería algo fácil, mucho menos tranquilo, pero al menos su compañera si querría ayudar.

Margaret caminaba hacia las escaleras dando suaves saltos con los cuales sus pezuñas resonaban en el suelo y escalones.

-Muy bien, hay muchas cosas que podemos enseñarte- Dijo para luego dar un salto final y soltar al chico corriendo hacia la puerta del patio.

-Ammmm, señorita ¿exactamente que me va a enseñar?- Dijo para luego acercarse a la puerta y respirar el aire fresco del exterior.

-Pues de todo, primero que nada vamos a ver qué es lo que puedes hacer, pero dime maestra Margaret- Se veía que estaba muy emocionada, pues por dentro, en su interior latía el corazón que llevaba la sangre del mejor entrenador de guerreros del mundo, Filoptetes.

La mujer corrió hacia fuera, era un enorme patio completamente amurallado en el cual las personas no solían estar más que para aire fresco sin salir del lugar.

-Entiendo maestra Margaret ¿donde empezamos?- Dijo acercándose a la mujer para así sentir el suelo de tierra y el césped a sus pies, esto le hacía sentir muy cómodo por lo que movía los dedos de los pies sintiéndolo todo.

-Creo que deberíamos empezar por lo básico, ¿ya haz  estado en el patio?- Dijo Margaret para luego ver al muchacho que se acercaba a ella.

-Es mi primera vez aquí- Este estaba sintiendo el fresco del lugar y el suave olor de las flores.

-Muy bien, entonces quiero que corras hasta el árbol con toda tu velocidad- Dijo para luego observar al chico, el punto del ejercicio no era ver que tan rapido era, si no que tan fácilmente podía encontrarlo.

-Ammm, está bien- Este no entendía bien, pero se quedó quieto durante unos segundos para así escuchar el viento golpeando las ramas de un árbol.

El lugar tendría al menos doscientos metros cuadrados, solo un enorme árbol en el centro con cuatro bancos de piedra con cada uno ubicado en cada punto cardinal.

El chico escuchó lo que era las ramas del árbol que eran movidas por el viento y sonrió para empezar a correr con todas sus fuerzas, este podía oler las flores y trataba de no pisarlas, de hecho, no las pisaba, la mujer se percató de esto, pero no se confió pues podía ser una coincidencia.

El chico lograba percibir algo más, el banco que estaba en el camino, este logró saltarlo sin mucho problema más que perder un poco el equilibrio al caer pero llegando al árbol de todas formas.

-Este chico es...- La mujer empezó a acercarse al joven en silencio para luego mirarlo.
-¿Estas muy cansado?-Tras eso con cuidado acarició la cabeza del chico que respiraba un poco agitado, pero no se encontraba muy mal.

-Un poco, pero estoy bien- Decía mientras veía a la mujer, este no estaba muy feliz, estaba nervioso, pues le estaban queriendo implantar en la cabeza la idea de que estaba bien liberar a los demonios.

-Perfecto, eso es bueno creo que el saber que te ubicas bien es un gran avance, tu quédate aquí, iré a pedirle a Hikares que traiga algunas cosas- Dijo mientras dejaba al chico solo.

El pequeño empezó a caminar por lo que era el patio observando en silencio todo, liberar a los demonios, entrenar, pacto, todo eso, no era para un pequeño como Lyon, pero, la verdad es que, no sabía que era lo que el destino le iba a surtir.

El Ojo Ciego Del Halcón [En Pausa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora