Había una vez, hace no mucho tiempo, un joven hechicero prodigio de origen inglés. Este chico, a pesar de su gran talento e interés por la magia, no veía utilidad en los temas que le enseñaban en la academia que su familia costeaba, para él, esas clases eran inservibles y superficiales.
Al joven le interesaba algo más, algo mucho más único, especial y oscuro, él quería lograr lo que muy pocas personas habían logrado, algo tan difícil que muchas personas pensaban que únicamente había podido ser logrado por aquellos míticos hechiceros antiguos que inspiraron a las leyendas, él quería crear vida, a partir de objetos inanimados.
"¿Cómo diablos voy a lograrlo? Apenas y estoy seguro que es algo posible" Se preguntaba él todos los días. Fue ahí cuando recordó algo de suma importancia que había estado pasando por alto, algo sobre lo cual había oído hablar a varios alumnos por los pasillos. Una sección restringida dentro de la biblioteca de la academia, llena de libros para magos avanzados, libros que contienen hechizos poderosos, peligrosos e inclusive prohibidos.
Dentro del mundo mágico, un hechizo llega a ser considerado prohibido u oscuro debido a varios aspectos, puede ser porque los requisitos necesarios para llevarlo a cabo son muy sanguinarios y horribles, llegando a quebrantar las leyes y los derechos de los seres vivos, o porque el hechizo mismo desafía las leyes del orden natural, es ahí cuando la Organización para el Control de la Magia prohíbe y castiga el uso de ellos, siendo más severo el castigo dependiendo del hechizo que haya sido conjurado.
El joven pensó que dentro de la sección dieciocho de la biblioteca podría haber un libro que le explicará como llevar a cabo su objetivo pero ¿Cómo podría llegar ahí? El acceso a esos libros estaba limitado a profesores y estudiantes específicos selecionados por la dirección de la academia.
La imagen de uno de los alumnos más sobresalientes llegó a la mente del joven hechicero, Steffen, un chico de 19 años, barrigón, de baja estatura, con cabello castaño corto, y unos redondos ojos azules cubiertos por sus gafas. Steffen nunca había sido muy popular dentro de los alumnos, pero si se había ganado el respeto y la confianza de los profesores, llegando a tener acceso a la sección dieciocho, era el medio perfecto para esa tarea.
No fue muy difícil sobornarlo, aceptó a cambio de un buen puñado de copres y todos los postres del joven durante lo que quedaba de año escolar.
El plan estaba saliendo a la perfección, Steffen se encontraba dentro de la sección dieciocho, pero tan solo le habían permitido estar seis minutos ahí.
Él y el joven brujo usaron un espejo hechizado roto para comunicarse, funcionaba tal como la pantalla de un teléfono celular lo hace, cada parte del espejo, mostraba en su contraparte lo que estaba en frente de esta. Steffen pasó el espejo por delante de los nombres de los libros, de manera que el joven brujo pudiera leerlos y se decidiera por cual tomar.
Los títulos de los libros eran claros y fáciles de leer: "Torturas Medievales más usadas"; "Criaturas malignas, volumen XVI"; "Métodos mágicos para alargar la vida"; "La historia detrás de las 15 pócimas prohibidas"; etc.
— Ese — Dijo el joven brujo casi susurrando, había leído justo lo que necesitaba "Formas de vida, antes y después de la muerte".
Steffen tomó el libro y estuvo a punto de salir de la sección, cuando una voz lo interrumpió.
— ¡Steffen! Qué sorpresa encontrarte aquí ¿Qué haces? — Exclamó una voz con emoción, la voz del director de la academia, Thomas Reavus, uno de los hechiceros más poderosos de la época, conocido como "El hechicero sucesor de Merlín" debido a su talento innato con las magias naturales.
— Pro- Profesor Reavus — Tartamudeó Steffen — Me... Asustó ¿Cómo está?
El señor Reavus rio por los nervios de Steffen, por suerte, eso no era algo extraño en él — Bien, muy bien. Ando buscando un libro que requiero para una conferencia con la Asamblea.
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Caminos Cruzados (Saga Pecados)
Science FictionLa mínima interacción entre dos personas puede terminar cambiando completamente el destino de estas, el roce más pequeño puede convertirse en la herida más dolorosa y la palabra más dulce puede volverse la más agría. Dos chicos condenados a ser pers...