Cuesta arriba

251 32 8
                                    

- ¿Esa es Jo Haseul?

- No, no puede ser.

- ¡Mira el auto! - apuntó - ¡Maldición es ella!

Algunos niños que jugaban con sus bicicletas sobre la calle salieron del camino, dejando pasar al carro blanco que llevaba el tesoro más grande de aquel sucio lugar.

Si bien no era el barrio más pobre de Seúl, se encontraba en la parte inferior de la lista de los mejores. No tenía sobrepoblación pero si los suficientes habitantes para ser incapaz de sostenerlos.

- ¡Youngie! - apresurada entró por la puerta, golpeandose un poco - No lo vas a creer.

- ¿Qué pasa?

- Haseul.

Tan pronto escuchó su nombre, la mayor se puso de piel, limpiando un poco sus manos cubiertas con cerámica y salió disparada de la habitación junto a Jungeun.

Se acercaron a la puerta pero una silueta ya se encontraba ahí. Vestida de blanco, bolsa sobre su mano izquierda y con la derecha se quitó los lentes de sol. Sonrió, sin enseñar los dientes, y su cabello a lo largo de los hombros brilló.

- ¡Seullie! - Sooyoung tenía intención de abrazarla, pero su overol estaba sucio, al igual que todo su cuerpo.

- Te echamos muchísimo de menos, llevamos años sin verte - se apresuró a decir la menor - No puedo creer que estés aquí.

La de pelo corto miró a sus alrededores y se fijó en la casa frente a ella. La conocía, era la misma casa donde Sooyoung creció junto a su madre y su prima Jungeun, tal vez el color ahora era diferente, pero la estructura, la escencia y la carencia no había desaparecido.

- ¿Van a invitarme a pasar? - sonrió suspirando - Supongo que éste es tu taller ahora Young.

- Sí, vendemos artesanías, Jungie me ayuda aunque no es tan buena. Pero vamos, pasa.

Con precaución se adentró, sus zapatos eran peligrosos en un suelo como ese. Se sentaron en la mesa y rápidamente Sooyoung trajo un jarro con agua, mismo que ella misma había creado. Sus ojos divagaron hacia Jungeun, un poco más alta pero igual de ingenua, escondiéndose tras la espada de su prima ante cualquier situación, la tímida y siempre introvertida Kim Jungeun, ¿Algún día tendría lo que se necesita para sobrevivir?

- ¿Qué te trae por aquí? Casi inicia un nuevo año.

- Justo eso - colocó su bolso sobre la mesa - Tenía ganas de verlas, ustedes son parte importante de mi vida.

- Tú de la nuestra también Ha - pronunció tímidamente Jungeun. A pesar de ser un poco más reservada, por supuesto que habían compartido cientos de risas juntas, lágrimas y latidos, las tres fueron inseparables hasta el día que la mayor decidió partir.

- Ahora que estás casada con esa importante mujer ¿No es un problema que te vean en un lugar como este? - preguntó atrevida Sooyoung, sin intención de ofender.

- Es probable, pero ustedes lo han dicho, el año está por finalizar, y no puedo soportar vivir un segundo más de mi vida sabiendo que ustedes nunca saldrán de los suburbios - soltó - No saben las lágrimas que derramo sobre mi botella de vino en mi lujosa tina cubierta de pétalos cuando lo recuerdo - las primas sonrieron.

- Eres afortunada - pronunció la más jóven - Esa extranjera tiene una fortuna exquisita.

- No te importó la edad ¿No es así? Es algo mayor que tú.

El amor baja por los suburbios Donde viven las historias. Descúbrelo ahora