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Capítulo 03:
Lágrimas de sumisión.


Una droga que solo funcionó

los primeros cientos de veces.

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Las últimas hojas secas del naranjo otoño caían en picada agonizante frente a sus ojos, decorando el adoquinado grisáceo que era recorrido día a día por incontables estudiantes uniformados. Miranda, que tenía horas sentada en el alféizar de la ventana de su habitación, perdía la vista oscura entre los transeúntes a los que no le encontraba una razón de existencia, a pesar que parecían atareados en la distancia. Iban de allá para acá, de aquí para allá, pero le era conocido el divague que cada uno vestía como un abrigo de invierno familiar; todos y cada uno se veían igual a ella, vacíos.

Su vida era el infierno sobre la tierra. No se cumplían si quiera dos semanas de haber sido exiliada de Seúl por su propio padre, cuando empezó a sufrir de abusos deliberados en el nuevo elitista internado al que debería asistir el resto del año en consecuencia de su mala actitud. Según ella, no había hecho nada malo, nada más que atentar contra la integridad física de un chico que intimidó sin necesidad a Mark Lee en la hora del almuerzo.

Si quiera se le cruzó por la mente ser racional al ver cómo le escupían en la cara a Mark, humillándole frente a un tumulto de falsos compañeros de clases que vitoreaban por el acto violento como focas de circo. En un segundo, la chica había arremetido contra el muchacho alto que atacó a su hermano, golpeándole en el rostro con el juego de llaves del auto de su padre que robó esa mañana y ahora brillaban en sus nudillos levemente ensangrentados. Sin esperar tal resultado, dejó con una hemorragia nasal al tipo mientras lloriqueaba en el aparcamiento de su vieja escuela, bramando asustado por la cantidad de líquido espeso que bañaba su rostro de facciones duras. Amenazándole, le prometió que le golpearía hasta hacerle olvidar su nombre si le veía abusando una vez más de su gemelo, y lo cumpliría, la chica lo haría.

Próximo a eso, Miranda sólo recordaba el escándalo hecho en la escuela. Todos murmuraban en el pasillo la manera en que se convirtió en una matona de primera, inventando rumores absurdos respecto la forma en que acabaría en un reformatorio para chicos mal portados si no volvía a sonreír ensayadamente como le enseñaron. Sus buenos modales se iban al demonio cada vez que la seguridad de alguno de sus hermanos estaba en juego, olvidaba que una dama no debía alzar la voz, o que no tenía permitido irrumpir entre discusiones que no le incumbían. Para ella, todo aquello era sólo una excusa machista que no era suficiente razón que la deteniese.

Los rumores no se equivocaron. No podría ser un reformatorio, pero la escuela católica a la que le enviaron en una ciudad remota a Nueva York, parecía lo más cercano a ser una cámara de tortura medieval del siglo XXI. The Lake Placid Catholic Academy era centro de estudio para un montón de demonios hambrientos en ambición y dinero. Miranda jamás había vivido en un ambiente tan separatista, hasta que puso un pie en aquél viejo castillo encerrado entre altos muros de asbestos que le hacían creer que no tendría escapatoria alguna.

Sus compañeros no le habían dado la más cálidas de las bienvenidas, y lo menos dañino que recibió desde que llegó fue un par de miradas malintencionadas que no prometían nada bueno. No era bien vista por ser una asiática con mucho dinero e ínfulas de superioridad, tampoco le permitieron una buena posición al conocer su historial y el leve grado de Asperger del que padecía. Los chicos importantes con los que convivía no les convenía tener que lidiar con una chica que posiblemente fuese una inminente amenaza para ellos y su irrevocable estatus social.

𝐑𝐢𝐜𝐡 𝐆𝐢𝐫𝐥𝐬 𝐃𝐨𝐧'𝐭 𝐂𝐫𝐲 [NCT REVERSE HAREM]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora