Capitulo 12

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-¿Por qué no? -preguntó Luigi con una sonrisa.

-Tú prueba a llamarme eso otra vez, y verás. Bueno -añadí en tono más dulce, recordando que al fin y al cabo era mi jefe- ¿qué sueles tomar de desayuno?

-Secretarias insoportables.

Cuando yo salía, me crucé con Jessie.

-No necesitas dinero, Michelle -me dijo la chica.- Tenemos cuenta en la cafetería.

Dos cosas llamaron poderosamente mi atención: en primer lugar, que me acababa de tratar de tú, llamándome por mi nombre de pila, y en segundo que la fría señorita Line sonreía abiertamente.

Le devolví la sonrisa.

-¿Qué suele tomar de desayuno? -pregunté con una sonrisa.

-Secretarias insoportables -respondió Jessie, guiñándome un ojo.

Como para compensarme por lo anterior, Luigi me agradeció inmensamente los bollos calientes que le había llevado e insistió en que me tomara un café con él.

-Sí, pero no te molestes. Puedo servírmelo yo.

Para acabar de incomodarme, Luigi se dirigió al mueble bar y, allí apoyado, me contempló con su dulce sonrisa. Ni siquiera me permitió coger la taza, pues, antes de que pudiera hacerlo, estaba junto a mi cogiéndome del brazo.

-Mich -dijo en voz baja- siento haberte hecho daño. No era mi intención, te lo aseguro.

-No tienes que pasarte la vida pidiéndome perdón -repliqué, quitándome cuidadosamente su mano de encima.- Lo mejor que podemos hacer es olvidarnos de lo ocurrido.

Y llevándome mi taza, me dirigí hacia la puerta.

-¡Ah, Michelle! Se me olvidaba decirte que esta noche salgo para Italia. Pero a partir del lunes, te voy a necesitar aquí desde por las mañanas también.

-¿Hasta cuándo?

-Hasta que consiga ganar este juego que tenemos entre manos.

Cuando volví a mi escritorio, sonó el timbre del intercomunicador. Luigi me llamaba para dictarme una carta dirigida a Rossi, el inventor italiano.

-Y trae tu taza -añadió.

En mitad del dictado que tuve que tomar a toda velocidad, Luigi bajó la voz y dijo:

-Cuando te da el sol en la cabeza, tu pelo brilla como el oro.

Y después siguió dictando con voz impersonal. Yo, que había copiado maquinalmente la mitad del piropo, le dirigí una mirada asesina que él recibió con una pequeña carcajada.

Más tarde Luigi me pidió que me quedara en el despacho tomando notas en una reunión. Y mientras esta duró Luigi pasó la mayor parte de ella mirándome las piernas mientras yo me movía inquieta, sacudida por una perturbadora sensación de calor. Al final, cuando ya se habían marchado todos los ejecutivos, me levanté lista para marcharme, pero Luigi no me lo iba a permitir tan fácilmente.

-¿Has terminado de pasar a máquina tu traducción de italiano de las preguntas del señor Rossi? No me gusta meterte prisa, cariño pero es que quiero llevármelas a casa.

Me mordí los labios, furiosa conmigo misma por estremecerme cada vez que me llamaba "cariño".

-Si -respondí secamente

-Bien. ¿Y tienes ya una idea de lo que es el proyecto Rossi?

-No. Lo único que sé es que Rossi es un químico que vive en Casano y que ha inventado una cosa que a ti te interesa. También sé que estás considerando la posibilidad de financiar sus investigaciones y de dedicarte a fabricar su producto en el futuro.

Mentiras, Traición y Amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora