Capítulo 20

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La gente suele decir que los ojos son las ventanas del alma, pero ¿qué pasa cuando los cristales se rompen y ya no te dejan ver nada? ¿Qué tanto es capaz de revelar un alma? La muerte no me asusta, al menos no de una manera que pueda entender, pero lo que sí me aterra es el imaginar cómo se verán mis ojos sin vida, me paraliza pensar en el vacío que puedan transmitir. No pude ver los ojos de Renata, y una pequeña parte de mí lo agradece, pero la otra parte no está conforme... ¿se verían igual a los del dibujo que hice la última vez? No sé por qué tengo la certeza de que sí, supongo que es mejor no saberlo.

Por más que intento concentrarme en el aquí y el ahora, mi mente no puede quedarse fija. Tengo un millón de nudos en la cabeza.

-Llamamos a la policía, les dije exactamente lo mismo que a ustedes, pero pasaron por alto lo de la ventana, como si ella hubiera olvidado cerrarla y no hubiera sido alguien más el que la abrió. La van a archivar, igual que a las demás -rompemos el abrazo, pero no el contacto visual.

-No dejaremos que eso pase. Es momento de que haya justicia, todo esto debe acabar.

Pasa su mano helada por mi mejilla y con eso sé que nuestra conversación ha terminado, me basta mirar a Rosa para que ella también lo sepa. Caminamos hacia la puerta y nos despedimos dándole las gracias y disculpándonos por las molestias.
Al cerrarse la puerta tras nosotros no somos capaces de pronunciar palabra alguna ni de movernos, supongo que ambos estamos intentando procesar todo lo que hemos descubierto hoy. La cabeza empieza a pasarme factura, le he exigido mucho por un día, pero necesito más, tengo que analizar todo lo sucedido.

Rosa comienza a alejarse, yo la sigo con unos pasos de distancia.

-¿Ahora qué? -no puedo descifrar su mirada, no sé si lo que expresa es enojo, tristeza o confusión, quizás sean todas -¿Qué hacemos?

-El plan es tuyo, tú dime.

-No tengo idea, ni siquiera sé cómo me siento en este momento ¿Por qué no me dijiste que la conocías?

-Casi todo el mundo se conoce en este pueblo.

-Sí, pero lo que dijiste allá dentro...

-No fue más que la verdad, y no me ayuda con la culpa de no haber recordado su nombre anoche.

-¿Eran amigos?

-No, pero supongo que eso fue por mi culpa -su mirada me exige respuestas -Hablemos en otro lugar.

Camino sin saber a dónde ir, ella me acompaña en silencio, a la espera de la historia que le debo. Amelia... no puedo creerlo, en su casa. Ya habían encontrado a un par de chicas afuera de sus casas, pero nunca dentro, nunca hasta ahora. Llegamos al punto en el que ni siquiera en su hogar, con sus padres, están a salvo, si el toque de queda no servía para nada antes, ahora quedará en el olvido.
Siento un ligero roce en mi mano, me recorre una punzada de dolor y la quito sin pensarlo. De nuevo me encuentro junto a Rosa, sin darme cuenta la traje al cementerio. Quiero detenerme, dar media vuelta y salir corriendo antes de que sea muy tarde, pero no lo hago, en su lugar camino con mayor rapidez. Pasamos cerca de la tumba de mis padres, aunque no tanto como para que ella pueda verla. Luego llegamos a la de Renata, no puedo evitar mirarla, sé que Rosa se ha dado cuenta, se detiene a leer la inscripción, yo no puedo hacer otra cosa que no sea darle la espalda.

-He pasado un par de veces justo por aquí y no había notado que era la de ella.

-No te culpo, la realidad es que ella no está ahí... al menos no del todo.

Reanudo la marcha sin darle tiempo a que haga más comentarios. Llego al viejo árbol y me siento debajo de él, apenas puedo mirar a la pequeña flor amarilla... está más enferma, puedo sentirlo, eso me rompe el corazón. Pensé que las flores de este campo no se marchitaban nunca, todas siempre están abiertas y brillantes, tal parece que esta es la excepción. No puedo evitar pensar que la muerte de esta flor también es mi culpa, puede sonar ridículo, pero es lo que siento.

-¿Cuál es la historia?

Mis pensamientos se interrumpen de nuevo, intento darles un poco de orden. Nunca es fácil hablar de las cosas que a uno le lastiman, aunque mi historia con Amelia pasó hace tres años, nunca olvidaré lo que hizo por mí.

-Apenas habían pasado un par de meses desde la muerte de Renata, me sentía muerto en vida... solo, desesperado. Realmente no me sentía bien con nada. La pequeña visita de Renata a la escuela no ayudó, todos los que no me ignoraban empezaron a hacerlo después de eso. Vivir se hizo más complicado. Ella siempre dijo que era bueno para dibujar, por eso me inscribí al taller de arte -me muero de ganas de dibujar esa flor, casi marchita en medio de un campo floreciente -Yo... no me considero bueno para prácticamente nada, me quedé una hora en blanco. Solo estábamos Amelia y yo. Estaba a punto de irme cuando se acercó a mí...

<<-He visto tus dibujos -no me asusta su voz, a pesar de que casi olvido que estaba aquí -Son muy buenos, tienes talento.

-No lo creo -niego con la cabeza. Llevo una hora aquí sentado y no he sido capaz de poder levantar el pincel sin que mi mano tiemble sin control.

-Yo sí.

Se acerca a mí, no la miro, tampoco me muevo cuando toma mi mano. Su piel es suave y me transmite calor, ya lo necesitaba, llevo semanas congelándome. Hunde el pincel en la pintura que lleva en su mano libre y luego lo acerca al espacio en blanco. Estoy completamente desconcertado. Observo con atención las líneas irregulares y dispersas que traza sin soltar ni un segundo mi mano. No sé cuánto tiempo pasamos haciendo esto, pero cuando por fin terminamos no puedo resistir el impulso de verla a la cara. Está sonriendo, para ser más precisos, me está sonriendo. Me río, el sonido me resulta tan extraño y tan familiar a la vez. Ella también está riéndose.

-Aquí tienes tu obra de arte -se seca un par de lágrimas de la cara y, aún riendo, se da la vuelta para volver a su sitio y comenzar a guardar sus cosas. >>

-Quería decirle algo más, lo que fuera, pero no pude. No tenía palabras para describir lo que sentía. Por primera vez en semanas me sentí vivo...

<<-Soy Amelia, por cierto -cuelga su mochila a su hombro, me dedica otra sonrisa y se va.

Miro la puerta pensando que puede regresar, luego de unos segundos me doy cuenta de que no lo hará. Me concentro en el cuadro que hicimos. Su mano sobre la mía me dio el consuelo que necesitaba, no sé si sea suficiente para sobrevivir, pero al menos lo es por hoy. Por hoy es todo lo que necesito. >>

-No volví.

-¿Por qué? Ella fue amable contigo.

-Sí, pero era la única. Alfredo vio uno de mis dibujos, el día después de mi encuentro con Amelia... fue tan cruel. Después de eso no quise que nadie más los viera.

-¿Qué dibujo vio?

-¿Tú qué crees? -por mucho tiempo solo pude dibujar dos cosas, eso fue lo que él vio -Era Renata, estaba en medio del río. Era un dibujo muy simple.

Me encojo de hombros. Realmente no era la gran cosa, y me causó pesadillas por dos semanas. Lo tiré a la basura, me olvidé de él y decidí que jamás volvería a permitir que alguien viera lo que dibujaba.

-¿Por qué dijiste que era tu culpa que no se hubieran hecho amigos?

-Porque no quería a nadie cerca, eso la incluía. Tú eres la primera amiga nueva que tengo desde hace años -me río con tristeza.

-Debes dejar de culparte por todo.

-Lo sé.

Siento algo vibrar en mi pantalón, lo busco y consigo sacarlo a tiempo para responder la llamada, ni siquiera me detengo a ver de quién es el número que está llamando.

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⏰ Última actualización: Aug 06, 2022 ⏰

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