Él me abrazó fuerte, mi cuerpo se enlazaba perfecto con el suyo, sentí su olor, pasaba desde los orificios de mi nariz hacia todo el resto de mi cuerpo. Me sentí completa, feliz, con ganas de salir a gritar de alegría. Acaricie su cabello mientras el acariciaba mi brazo con una ternura q nunca antes había sentido.
Era todo lo que necesitaba, hasta que desperté. Noté que nada de lo vivido había sido real y la desesperación comenzó dentro mío. Me levante lentamente de mi cama hasta quedar con los pies sobre el suelo.
¿Como? ¿Por qué? No, no puede ser así. Preguntas y maldiciones rondaban en mi cabeza, no podía entender cómo el sentimiento más pleno y perfecto q había sentido en toda mi vida había sido producto de mi imaginación. Más me comia la mente pensar en que probablemente él no existía, el hombre de mis sueños, el amor de mi vida, no existía. Yo no quería estar con nadie más que con él, nadie le llegaba ni a los tobillos.
Tras sufrir por este hombre inexistente, al que no conocía realmente, y con el que había pasado unos pocos minutos en un sueño, me di cuenta de que mi vida seguía como siempre, y era un sábado común y corriente como cualquier otro. Me puse un poleron grande que había en mi armario, perteneciente a mi ex novio. No se por que seguía usando su ropa, el chico había sido un total patán conmigo, me hizo mal, me hizo un daño sicologico que todavía no puedo reparar. Desde que rompí con él me prometí a mi misma que no volvería a caer por un chico que no me mereciera.
Abrí la puerta de mi habitación y bajé por las escaleras de mi casa, sentí el olor tan característico de los fines de semana, café, junto a galletas de vainilla recién horneadas. Ese olor era lo que yo llamaba "olor a casa". Al entrar en la cocina vi a mi madre con mi padre riendo, los dos eran personas con un gran sentido del humor, por lo que las risas en mi vida nunca habían faltado.
Mi madre era una mujer rubia, alta, con largas piernas, siempre bronceada, y con ojos color cielo, así los describía mi padre. Era una mujer que llamaba la atención donde fuera, tan elegante y con una fragancia a su dulce perfume olor a rosas, fuerte pero no invasivo. Cualquier persona que le ve cruzando la calle podría haber pensado que era una señora amargada, que no sacaba la seriedad de su rostro y vivía hablando mal de la gente, pero en realidad era exactamente el contrario a eso.Mi padre físicamente era muy diferente a ella, tenía el cabello castaño oscuro, aunque con varias canas debido a su edad. Tenía una sonrisa que podría derretir a cualquier mujer ¡incluso a las de mi edad! Y unos ojos negros, profundos, que mi madre dice que fueron los que la enamoraron en el preciso momento en el que los vió. Ellos eran lo que yo esperaba para mí en el futuro, no veía ninguna falla en su matrimonio.
Yo era una mezcla de mis dos padres, pelo rubio, que en verano se ponía aún más claro, piernas largas, ojos negros que no dejaban ver la pupila, y pecas que invadían todo mi rostro. Siempre fui una chica a la que no se le hacía difícil acercarse al sexo contrario, incluso debo admitir que solía tener a muchos chicos que iban tras de mi, pero no era fácil que a mi me guste uno realmente.
A lo largo de mi vida me había enamorado dos veces. La primera fue siendo más pequeña, a los 13 años. Conocí un verano a un chico que vivía muy lejos, pero estábamos los dos pasando las vacaciones en la misma playa. Pasamos todo el verano juntos, no nos separábamos, conocí a su familia y él a la mía, pero al término de esos perfectos meses, el tuvo que volver a su ciudad, y yo a la mía, por lo que perdimos el contacto completamente. Mi segundo enamoramiento fue con mi ex novio, del cual prefiero no hablar, pero me rompió el corazón, y nunca se lo podré perdonar. Con mis 17 años, quedé embobada con éste chico que solo existía en mi sueño, pero por dentro sentía que era real, que en algúna parte del mundo este hombre existía.
- Abril ¿Acaso sigues dormida?
La voz de mi hermano pequeño me despertó, me había quedado pensando en mis historias amorosas y había olvidado que estaba toda mi familia viendo.El pequeño se río de mi y siguió comiendo sus froot loops con leche que tanto le gustaban. Era un niño adorable, era mi hermano pero lo sentía casi como un hijo. El chico ya tenía 10 años, y a simple vista nadie hubiera creído que eramos familia. Tenía los "ojos cielo" de mi madre, y el pelo oscuro de mi padre.
- Abril, lindo poleron, pero creo que es tiempo de dejar de usarlo, es como si quicieras recordar a Manuel cada día- me dijo mi madre con una pequeña sonrisa.
- Altea, dejala, algún día cuando no esté se lo robamos y lo quemamos en la estufa - dijo mi padre riéndose mientras me agarraba desde las piernas y me levantaba para que lo abrace.
- ¡Papa, bajame! - le grite a carcajadas mientras mi madre nos miraba con una sonrisa plena en su rostro.
- Ven, toma un poco de café que está recién preparado - dijo mi madre mientras me servía en una taza.
-Preferiría una tetera de café completa, si esque se puede- le respondí, la adicción al café era una de mis tantas adicciones que tenía.
Mi madre poniendo los ojos en blanco, me sirvió un poco más de café en mi taza y le dijo a mi padre
- Gaston, podrías sacar las galletas del horno por favorcito.- Por supuesto mi dama, le respondió mi caballeroso padre.
Terminé de desayunar, mi café, como todos los días y las deliciosas galletas que me dejaban feliz cada sábado y domingo que mi madre las cocinaba, ya que en la semana trabajaba y no alcanzaba a preparar un desayuno como estos. Los días de la semana nosotros nos preparábamos todo, siempre ha sido así, y así debería ser en todo el resto de las familias.
Subí a mi cuarto y me di una ducha larga. Teníamos planes con mis amigas, iriamos a hacer un picnic a un parque que quedaba cerca de mi casa. Tras salir de la ducha elegí la ropa que usaría, un largo vestido con estampado de flores y unas sandalias negras. Agarré mi bolsa y baje las escaleras para ir a buscar algo para llevar al picnic. Saqué una botella de limonada que había en el refri y una caja con fresas. Decidí que quería algo más dulce, así que saque unos chocolates que habían en mi despensa.
-¡Salgo, vuelvo tarde, no me esperen para almorzar! - grité antes de salir de mi casa. Para algunas familias esto podría sonar desastroso, pero así funcionaba la mía, y nadie se hacia problema.
- ¡Suerte! Te quiero - me gritó mi madre desde el balcón mientras yo salía por la reja de mi casa.
Besé mi mano y sople hacia ella, y ella hizo el mismo gesto. Mi madre es mi mejor amiga, me entendía tan bien, y siempre sabia exactamente que decir para tranquilizarme y alegrarme. Me puse mis audifonos y comencé a caminar escuchando mi canción favorita, All too well de Taylor Swift.
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Dulces sueños amargos
Teen FictionAbril, una chica común y corriente que una noche soñó con un chico que era perfecto. Casi se desmorona cuando notó que algo que se sentía tan verdadero no era real. Pero, la vida da muchas sorpresas inesperadas...