(TN) siempre había tenido una vida normal, sin contar que sus padres debían viajar mucho por su trabajo y le toca pasar largas temporadas con su tío. Sin embargo, a sus diez años, una mañana se despertó con orejas y cola de gato. ¡Incluso sus colmil...
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—¡Ya estoy aquí! ¡Estoy...! Aquí —vociferó Corazón, al mismo tiempo que caía de bruces al suelo nada más entrar a la casa.
—Estamos aquí, en la habitación de las chicas —le avisó Law, asomándose desde el pasillo.
El hombre de cabello rubio trató de acercarse con paso apresurado al mismo tiempo que trataba de no tropezarse, lo cuál era ardua tarea para él.
Allí, en una de las camas, estaba tumbada aquella joven de cabellos rosados. Sus orejas de lobo estaban expuestas en su totalidad.
Enseguida pusieron al día a su tutor.
Le explicaron todo lo ocurrido. Le contaron que se habían encontrado a Bonney huyendo por haber robado algo para comer.
Iba con las orejas descubiertas, pero ese hecho no había parecido llamarle la atención a nadie. Y es que nadie imaginaría que es algo más que un simple cosplay.
De todos modos, pasaron por una tienda cualquiera y le compraron una gorra para poder taparlas. Tras ello, se acercaron a urgencias para que le miraran aquella herida del brazo.
Fue un tanto difícil explicar cómo se había hecho aquella maleza, así que tuvieron que inventarse una historia sobre una pelea callejera en un mal barrio.
Lo que en realidad había pasado; tal y como Bonney les explicó más adelante, ya una vez tranquilos en la casa, es que se había quitado el chip que los científicos le habían introducido.
—Un chip.... —murmuró Corazón, pensativo—. Claro, habrán intentado hacer todo lo posible para no perder su último experimento. Pero, si se ha escapado directamente de los científico... Sabéis lo que eso significa, ¿verdad?
—Que los científicos estarán ahora buscando por Tokio y que debemos estar más alerta que nunca —se apresuró a responder Law.
—Exacto. Hemos tenido suerte de que nos haya pillado en vacaciones —apuntó Corazón, algo aliviado—. Llamaré a mis compañeros. Tendremos que reforzar la vigilancia. Este ya no es un lugar seguro.
—Siento haberos puesto en problemas —se disculpó la joven de cabello rosa.
—¡No digas tonterías! —exclamó el rubio, con una gran sonrisa en tu rostro—. Ahora ya estamos todos juntos y tenemos la oportunidad de dar con esos malditos científicos, así que la aprovecharemos. Ahora quédate descansando y esta noche os dejo que pidáis algo para cenar.
—¿Aunque pudiéramos ayer? —preguntaron Luffy y Ace, prácticamente al unísono. Aquellos dos eran unos auténticos pozos sin fondo.
