Infección

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   Ailén salió a trotar como cada mañana con el alba. La noche anterior por primera vez desde que recuerda, prácticamente no había dormido a causa de los exámenes de admisión para la universidad. Sus horas de sueño eran sagradas para ella, pero en éste momento lograr ingresar a la facultad de medicina lo era más.

    No obstante, empecinada en mantener su estricta rutina, despertó a las 6:00 am para salir a trotar sus 5 km diarios.

    Llegando a la mitad de trayecto, una baldosa floja la desequilibra haciéndola golpear con el codo contra un columna del parque. Para su fortuna solo le provoca un pequeño raspón que alivia con un poco de agua de su botella deportiva, por lo cual continúa su recorrido sin más.

    Mientras trotaba realizando repasos mentales de cada tema que había estado estudiando, empezó a desviar sus pensamientos, cada vez de manera mas recurrente, hacia ese raspón que se había hecho.

    A falta de 1 km para completar su rutina, ya solo tenía ese incidente en su cabeza y descubre la razón, la apenas perceptible herida comienza a cosquillear de un modo incómodo.

    Ailén se empieza a poner nerviosa llegando al punto de transpirar de una manera distinta a la habitual, con una sensación fría. Podría tratarse del pésimo sueño y su dieta ajustada en hidratos de carbono, pero ella podía percibir que se debía a su lastimadura.

    A pocas cuadras de su departamento, la agitación apenas la dejaba respirar, por lo cual hizo algo que no hacía hace años; abandonar inconclusa su rutina matinal. El picor era ya insoportable y comprendió la horrible razón, sentía movimientos circulares en la lesión y su alrededor, sea lo que fuera que había en esa columna de áspero hormigón, estaba entrando en su organismo.

     Pálida como el yeso llega a la puerta de su edificio, cuando la ve su portero le pregunta si habían intentado asaltarla o qué le había pasado, a lo que responde: "-Se me metieron parásitos-", sin detenerse ni mirarlo.

    Mientras subía las escaleras, impaciente como para haber esperado el ascensor, rascaba fuertemente la zona afectada produciéndose daño pero con esperanza de eliminar esos bichos que se propagaban por su torrente sanguíneo.

     Realizaba repasos mentales del momento, y cada vez tenía más sentido todo. Esa columna seguramente jamás fue lavada, y el hormigón al ser tan poroso permitió que diversas bacterias se asienten en él. A eso debía sumarle que sus defensas estaban bajas por lo cual sus anticuerpos se encontraban más débiles.

    Tenía que actuar rápido si no quería que los parásitos infectaran su sistema nervioso central.

    Cuando Ailen llegó a su departamento, tras errar cuatro veces al colocar la llave, entra precipitadamente, tan aterrada y pálida que daba la impresión de que podía desfallecer en cualquier momento.

     La sensación era horrible, sentía la infección de parásitos moverse por todo su brazo hasta las tambaleantes yemas de sus dedos y llegando hasta el hombro; se expandía rápidamente, sabía que debía actuar rápido, por lo que corre al baño. Al ver su rostro en el espejo ve su mirada cansada y llega a sentir el picor por su garganta.

     Ya no duda, luego de echarse alcohol en la herida y tras ello lavandina, ignorando el ardor empieza a ingerir el alcohol puro. Su garganta le quemaba pero estaba satisfecha, porque sabía que exterminaría a esos bichos que se iban propagando.

     Entre el malestar y la sensación que su esófago quemándose, la paz que le dió ingerir alcohol etílico se desvaneció al volver el cosquilleo. Con la mente convulsionada entre el dolor y la desesperación se vacía encima la botella de alcohol etílico y se prende fuego.

 Al poco tiempo éste había tomado todo su cuerpo hasta que perdió el conocimiento. El horrendo olor llegó hasta la puerta, por lo cual policías y paramédicos que habían llegado por la llamada del portero derriban la puerta sin golpear. Ya era tarde, estaba carbonizada.

     Tras revisar expedientes médicos, con el testimonio de su portero y la evidencia de la escena, el especialista forense decreta como causa del acto de muerte el síndrome de Ekbon, también conocido como delirio de parasitosis, el cual genera en el padeciente la sensación ficticia de parásitos en su organismo.


~FIN~

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