𝑨𝒛𝒖𝒍 𝒄𝒊𝒆𝒍𝒐 𝒚 𝒂𝒗𝒆𝒍𝒍𝒂𝒏𝒂𝒔

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Gerard no podía negarlo, ni siquiera practicando sexo en público se había sentido de esa forma. Tan expuesto y deseado pero a la misma vez excitado y ansioso por lo que iba a recibir.

Estaba acostado en una enorme cama matrimonial, completamente desnudo y con un plug de silicona en su agujero, tenía sus manos atadas sobre su cabeza con una pequeña soga y su pecho subía y bajaba con irregularidad. Ya tenía varios moretones en su cuello y parte de su pecho, sus pezones ardían pues habían recibidos los mordiscos severos y deliciosos de un hombre ojiazul.

—¿Qué quieres ahora, bebé? —preguntó su esposo mientras le recorría las piernas con la punta de sus dedos—. Henry y yo vamos a premiarte con lo que quieras antes de follarte. Haz sido un bebé tan bueno —afirmó orgulloso.

—Gracias papi —articuló y se encogió sobre su espalda cuando a las caricias de Frank se sumaron las de Henry en su otra pierna.

—Dinos pichoncito —dijo Henry con esa voz grave que tenía—. ¿Qué te gustaría?

—Señor —mencionó mirando a Henry, se mordió los labios y soltó un pequeño jadeo—. Quiero que me coman, los dos. Por favor.

—¡Eso! No esperaba menos de mi pequeña puta —dijo Frank con orgullo—. Tendrás lo que pides, princesa.

El pelinegro tembló al sentir las fuertes manos de Frank tomarlo por la cintura y girarlo sobre el centro de la cama, con un poco de dificultad se acomodó sobre sus rodillas, codos y su pecho dejando sus antebrazos estirados y sus manos unidas. Agradecería mucho que el apartamento de Henry estuviese en el último piso del edificio y que no tuvieras vecinos, así nadie podía escuchar sus gemidos agudos y desesperados.

Frank se dejó caer de espaldas sobre el suave colchón y se deslizó en medio de las piernas de Gerard, se sostuvo de sus caderas y se impulsó hasta tener la polla húmeda de Gee a centímetros de su rostro. Frank sonrió al sentir a Henry acomodarse sobre él y tomar las mejillas de Gerard. Ante el gemido intenso que dejó escapar su esposo, aprovechó para tomar su longitud y llevarla a la boca, lamiéndole el glande y mordisqueando con suavidad en la punta, la hendidura de Gee no paraba de lagrimear gotas y gotas de pre semen. Acunó las bolas de Gee en su mano izquierda y con la derecha mantuvo firme la base de su polla.

Por su parte, Henry se había sentado en el abdomen de Frank, para que así su rostro alcanzara perfectamente el agujero de Gee y pudiera darle un rimming que le haría perder la cabeza. Colocó sus grandes y fuertes manos en las mejillas de Gerard y acercó sus pulgares al borde del plug. Masajeo alrededor de el, viendo como Gee apretaba para mantenerlo firme y finalmente lo extrajo, con un movimiento rápido y fuerte jaló el juguete dejando en Gee una extensa sensación de vacío.

Su pequeño agujerito rosado estaba frente al rostro de Henry, un poco abierto a su espera. Simplemente lo observó un par de segundos y luego sonrió lascivo y escupió sobre el, directo en su agujero. Su saliva recorriendo el anillo de músculos de Gee con lentitud.

Gerard arqueó su espalda, echando su cabeza lo más atrás que podía y tratando de mantener sus rodillas firmes para no caer. Los labios de Frank se sentían deliciosos sobre su polla, moviéndose tan expertos y cuando Henry delineó el borde de su agujero con su lengua, fue todo, comenzó a gemir más y a tirar de sus manos, provocando que sus muñecas ardieran por la soga que las mantenía juntas. 

La lengua experta de Frank envolvía la punta y su mano se movía por el falo, esparciendo su propia saliva mezclada con el preseminal que escapaba por sus comisuras mientras su otra mano apretaba sus bolas provocándole espasmos seguidos. Los labios de Henry estaban abiertos mientras sus dientes y lengua se encargaban de devorar a Gee, su saliva cubría su entrada y escurría lentamente sobre el perineo.

𝐒𝐦𝐮𝐭 𝐂𝐡𝐚𝐥𝐥𝐞𝐧𝐠𝐞 ➛FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora