ELEODORO
Han pasado dos semanas sin noticias de Nicolás. Lo he llamado a pesar de que aborrezco las llamadas telefónicas. Me trabo y tartamudeo mas que en persona y eso me hace ver idiota.
He pasado por la librería, pero el único que está ahí, es Jorge. Incluso, me atrevo a dar la vuelta para buscar su carro y verificar que no esté mintiendo, pero no está.
Ahora estoy afuera de su casa, pero no me abre. El problema es que si se pone mal otra vez... Ahí está. Cerró la cortina. Bien, entonces parece qué el único problema es que ya no quiere saber más de mí. No mentiré, tengo ganas de llorar. He perdido a mi mejor amigo, el único.
¿Pero quién querría ser el amigo de un cobarde asesino?
Derrotado, me dirijo a mi carro y regreso a casa.
FRIDA
Aquí estoy de nuevo. Me siento toda una rogona, pero necesito hablar con Ele. Juan no deja de lloriquear acusándolo de haber matado a esa prostituta barata de Davina. Me tiene harta.
Lo peor es que creo que tiene razón. Aquella tarde fue todo tan turbio con él, tan extraño. Su mirada me dio escalofríos.
Tal vez me esté arriesgando mucho viniendo aquí, pero necesito saber. Acaba de estacionar su carro. Podría irme ahora pero ya me vio. Baja del carro, cierra y sube las escaleras igual que siempre: Despacio, sin ganas. Aún así, no tarda en llegar y sus enormes ojos, en mirarme.
Su carita pecosa había vuelto a ser la misma, aunque con un porcentaje más alto de tristeza. Intenta sonreír, pero es más una mueca dolorosa que una sonrisa. Abre la puerta y sin hablar, me invita a entrar haciéndose a un lado para que pase. Dudo un segundo, pero decido entrar y que sea lo que Dios quiera.
—Siéntate ¿Quieres algo? ¿Agua? Ah, ahora también tengo té.
—Nada por el momento.
—Creí que no volverías.
—¿Por qué? ¿Quieres que me vaya?
—No, no he dicho eso.
—¿Qué te pasó en el brazo
—Un accidente... con una navaja. Intento mantenerme lejos de las cosas con filo, pero a veces no lo consigo.
—Intenta con más ganas —bromeo para cortar un poco el ambiente lúgubre.
Ver su carita tan triste me hace olvidarme de mis temores. Tal vez sea tonta, tal vez estoy igual o más loca qué él, pero si es cierto que mató a Davina, Dios debe juzgarlo, no yo. Yo solo quiero abrazarlo y decirle que todo va a estar bien.
En cuanto lo abrazo, lo escucho llorar. Estaba al tope, ya no podía más.
—¿Qué pasó?
—Muchas cosas —dice entre un sollozo y otro.
—Cuéntame...
—No, no te quiero molestar.
Intenta escapar, pero lo atraigo de nuevo.
—No eres ninguna molestia, Ele. Mucho menos para mí ¿No ves cuánto te quiero?
—Nicolás ya no quiere verme.
Ah, ya, se peleó con el «novio».
—¿Y eso? —sigo indagando.
—Fue por... Algo que pasó.
—¿Y qué pudiste hacer tú, que lo molestara tanto? Si eres un dulce.
—Pues parece que se empalagó.
—¿Y lo de tu «accidente» con navajas, fue antes o después?
—De hecho, creo que fue por eso.
—¿Y qué clase de amigo es ese Nicolás, que te deja solo en un momento así? Es cuando más debería estar contigo.
—Supongo que se hartó de mí y de mis dramas. Iba a pasar tarde o temprano.
—Tal vez solo quiere un poco de tiempo. Y... ¿Supiste lo de Davina?
—Por supuesto. La policía estuvo aquí haciendo preguntas. Supongo que tu marido no se harta de señalarme cada que puede.
—Supones bien. Pero era de esperarse.
—En el trabajo es igual. Ayer me siguió hasta el estacionamiento para acusarme delante de todos.
Parece que a Juan le gusta jugar a la ruleta rusa.
—¿Y qué hiciste?
—Le di el número de Huerta y le dije que le llamara si tenía pruebas.
—¿Y fuiste tú, Ele? —pregunto con un temor a la verdad que nunca imaginé sentir.
Bajó la mirada y cambió mis brazos por la compañía de Allan, a quien acarició despacio hasta que habló de nuevo.
—Si hubiera sido yo, dudo que estuviera aquí ahora.
—¿Qué quieres decir?
—No soy un asesino, Frida.
—Te creo —afirmo con la mayor seguridad de la que fui capaz.
Sé que la bruja lo merecía, sé que tenía motivos. Solo espero que no le agarre cariño a la matadera y haya sido nada más un arranque momentáneo, aunque... ¿Qué le impediría seguir conmigo?
—Entre las personas a las que jamás lastimaría, si decidiera lastimar a alguien, estás tú.
¿Acaso lee la mente? Deja a Allan a un lado y se acerca a mí para abrazarme y continúa:
—Por favor, no me tengas miedo, Frida, no tolero ver el miedo en tus ojos. Te lo juro, por mis abuelos, nunca te haré daño.
NICOLÁS
Cerrar esa cortina sabiendo que él estaba ahí, fue lo más difícil que he hecho en mucho tiempo. Me siento miserable, hipócrita. El que tiene las manos manchadas de sangre soy yo y lo estoy tratando como a un apestado. Él cree que lo hizo y yo lo estoy abandonando.
¡No puedo! ¡¿Y si lo intenta otra vez?! ¡¿Y si esta vez lo logra?! ¡Jamás me lo perdonaría!
¡Voy a ir! ¡Iré a verlo, a disculparme! ¡No! ¡Alto! ¡Soy tan débil cuando se trata de Ele! Me tomará la medida y se aprovechará de esa ventaja.
¡Al demonio! ¡¿Dónde están mis malditas llaves?!
ELEODORO
Ojalá le haya quedado claro que soy incapaz de lastimarla. Ese pendejo bueno para nada de su marido ya lo ha hecho demasiado. No, Frida, yo quiero ser el bueno de tu historia. Me gusta ese papel.
Mereces lo mejor, aunque yo sea una basura, pero cuando estás conmigo , me siento un hombre decente y solo quiero hacerte feliz. Quiero ser quien te haga sonreír. Ser la persona que asocies con la felicidad, aunque sea por los minutos que dure nuestro encuentro.
FRIDA
Ele cree que solo lo busco por el sexo. Qué es maravilloso, no lo voy a negar. Pero loco o no, asesino o no, ¡carajo, yo lo amo!
NICOLÁS
El camino entre mi casa y su departamento es relativamente corto, pero llego más rápido qué de costumbre.
¿Y para qué? Para este repugnante concierto de gemidos femeninos. Pero no la culpo, si fuera usted, con ese bastardo prepotente y salvaje que tiene de marido, también lo buscaría. El problema, señora de Pérez, es que él me pertenece. Cada día un poco más.
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ELE (Versión Extendida)
Romance(Ele, versión extendida). Un escritor inicia una relación clandestina con la esposa de su peor enemigo, mientras al mismo tiempo, descubre que siente algo más que una entrañable amistad por su amigo Nicolás. Lee este drama con toques finos de humor...