La anatomía grita lo que la mente calla
y es el cuerpo ciertamente
una catedral gótica,
una construcción comunal,
una poesía de luz y un estimulante
acertijo.
Piel es la roca y la piel respira
y solo responde a su propia lógica,
por ello, no entiende de convencionalismos
absurdos.
Se estremece y se sacude a su antojo
volcánica provoca a la inteligencia.
Cuando la dermis se eriza es sincera.
La piel no miente,
no se desliza rastrera.
La sensualidad es su vocabulario,
el erotismo es insensato,
insólito, celeste
y de él no hay escapatoria.
En la piel no hay fronteras
y ni el más encorsetado prejuicio lo aprisiona;
ni el dinero ni el poder lo invocan de igual manera.
No se puede imitar la
magia de las manos sinceras.
Una caricia sabe mirar de frente y a los ojos
de la locura.
Ante el juicio constrictor de la burguesía
almidonada toda compostura colapsa.
Se desmorona la histeria victoriana.
El lenguaje de la piel se apaga pierde el brillo ante
el ejercicio de la norma.
El cuerpo se comunica con el cuerpo
como los árboles del un bosque en primavera
intercambiando atreves de la savia
sus mutuos elogios.
Reproducirnos como especie
es un minúsculo grano de arena.
El deleite del erotismo un océano;
se produce la magia en la mente
y la mente es la piel
que atesora la memoria del cuerpo.
En el alma florea la respiración agitada,
su anclaje esta en las profundidades
de la intimidad desnuda
que se reinventa
para envolvernos la calidez del deseo
en mayúsculas.