¿Por qué tan grande?
Nunca lo había pensado antes, pero después de seis meses fuera, el salón del trono del Olimpo me parecía absurdamente gigantesco. El interior podría haber alojado un portaaviones. El gran techo abovedado, sembrado de constelaciones, podría haber dado cabida a las cúpulas más grandes creadas por los humanos. La rugiente hoguera central tenía el tamaño idóneo para asar una furgoneta. Y, claro, los tronos propiamente dichos eran del tamaño de torres de asedio, diseñados para seres que medían seis metros de estatura.
Al vacilar en el humoral, pasmada ante la enormidad de todo, me di cuenta de que estaba respondiendo mi propia pregunta. El objetivo de hacer las cosas grandes era hacer sentir pequeños a nuestros ocasionales invitados.
No solíamos invitar a seres "inferiores" de visita, pero cuando lo hacíamos, nos gustaba que se quedasen boquiabiertos y que tuviesen que estirar el cuello para vernos bien.
Si luego optábamos por bajar de nuestros tronos y reducirnos al tamaño de los mortales, para poder llevar aparte a esas visitas y mantener una charla confidencial con ellos, o darles una palmadita en la espalda, parecía que hacíamos algo muy especial por ellas descendiendo a su nivel.
No había ningún motivo por el que los tronos no pudiesen ser de tamaño humano, pero entonces habríamos parecido demasiado humanos. O de doce metros de altura, pero eso habría sido demasiado incómodo; habríamos tenido que gritar demasiado para hacernos oír. Habríamos necesitado lupas para ver a nuestros visitantes.
Incluso podríamos haber hecho tronos de quince centímetros de altura. Personalmente, me habría encantado verlo. Un héroe semidiós se presenta despacio ante nosotros después de una horrible misión, hinca su rodilla frente a un grupo de dioses en miniatura, y Zeus chilla con voz de Mickey Mouse: "¡Bienvenido al Olimpo!"
Mientras pensaba en todo eso, caí en la cuenta de que las conversaciones de los dioses se habían interrumpido. Todos se habían vuelto para mirarme en la puerta. Ese día estaba presente la panda al completo, circunstancia que solo se daba en ocasiones especiales: el solsticio, las saturnales, el Mundial de Fútbol.
Tuve un momento de pánico. ¿Sabía aún cómo volverme de seis metros de altura? ¿Tendrían que ponerme un asiento elevador?
Llamé la atención de Apolo. El asintió con la cabeza y sonrió para alentarme.
Eso me dio la confianza que necesitaba. Entré con aire resuelto en el salón. Para gran alivio mío, mi estatura aumentó a cada paso que daba. Una vez con el tamaño adecuado, me senté en mi viejo trono, justo al otro lado de la hoguera enfrente de mi hermano, con Atenea a la derecha y Afrodita a la izquierda.
Miré a los ojos a cada dios uno por uno, desafiándolos a decir algo.
Zeus simplemente me observó con una mirada turbulenta bajó sus pobladas cejas morenas. Había optado por vestirse al estilo tradicional con un quitón blanco suelto, que no era la prenda más indicada para él considerando cómo le gustaba sentarse despatarrado.
—Has vuelto—comentó el señor supremo de la obviedad.
—Sí, padre.—Me preguntaba si la palabra "padre" sonaba tan mal como sabía. Traté de controlar la bilis que me subía por dentro. Eché un vistazo a los demás dioses—. Bien, ¿quién ganó la apuesta?
Hefesto por lo menos tuvo la cortesía de moverse incómodo en su asiento, claro que él siempre estaba incómodo. Atenea lanzó una mirada fulminante a Hermes como diciendo: "Te dije que era mala idea"
—Hermana—dijo Hermes—. Solo lo hicimos para dominar los nervios. ¡Estábamos preocupados por ti!
Ares bufó.
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Las pruebas de la luna: La Torre de Nerón
FanfictionFinalmente el viaje de la antigua diosa de la luna está por terminar, después de cuatro misiones mortales, la diosa se dirige a Manhattan para terminar con un último trabajo y recuperar su divinidad, o morir en el intento. La historia está completa...