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Meñique, anular, medio, índice... pulgar... Derecha, izquierda... Hilo, hilo negro encarnado... Piel comenzando a surgir entre las heridas... Labios, rojos y carnosos, ocultando por siempre la sonrisa que hay detrás... Si es que alguna vez hubo alguna... Inferior, superior... Hilo, hilo negro encarnado... Piel comenzando a surgir entre las heridas... No hay palabras, no hay acciones, no hay dolor ni sufrimiento...

      Anik era un pequeño niño, con un cabello castaño y rizado con un particular desdén por nunca estar en orden. No importaba cuántas veces se cepillase, nunca estaba en orden, al igual que su juguetón dueño. Todo el tiempo quería jugar en el patio de su escuela, excepto en un momento específico, cuando aquel extraño hombre salía a la calle y los más osados se acercaban para verlo.

       Era un hombre aterrador, de cabello largo, grandes ojos y una manera de caminar que te hacía dudar de su cordura. Sin embargo, dicha descripción podría encajar con más de uno que se encuentre leyendo esta historia, pero no, su apariencia no era lo más aterrador en él. Lo que causaba un gran miedo en Anik, y una fascinación repulsiva en otros, eran sus manos y su boca, pues estaban cosidas. 

El Hombre de la Boca CosidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora