Capítulo 7 (II) - Venganza artística

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Madison: 

Habían pasado dos días luego de aquel incidente, claramente aún seguía pensando en que cosa tomaría como represalia para que Cameron pagara por todas las que me había hecho. Nada estaba claro, lo único que sabia con completa convicción era que mi venganza debía ser superior, algo que le molestara tanto que no tuviera más opción que dejarse de meter conmigo.

Decían que la venganza no estaba bien, que te hacia peor persona y que solo te rebajabas, pero joder, nada quitaba la gloriosa satisfacción que sentías al realizarla. ¿Valía la pena? Para mí sí.

Entré a mi cuarto y lo primero que vi fue a Taylor sosteniendo con ambas manos mis dibujos antiguos que tenia en un cuaderno, y había sacado todos mis materiales que utilizaba cada que quería pintar o dibujar; colores, pinturas, aerosoles, lápices de diferentes trazos, etc.

—¿Qué haces aquí?

El movimiento asustado que hizo claramente era una señal que ya sabía lo que le esperaba.

—Ah... Eh.... Hermanita —sonrió, nervioso—. ¿Y qué tal las clases?

—No voy a repetir la pregunta dos veces, Taylor —bramé, de malhumor—. Mira todo este desastre, me has desordenado la habitación.

—Oye, tu cuarto siempre está desordenado, exagerada —rodó los ojos.

Me encaminé hacia él y le arrebaté un cuadro que había pintado desde hace un tiempo. Me lo quedé mirando, fue casi imposible que la nostalgia y melancolía me invadiera y ser esparciera por cada minúsculo espacio de mi mente y corazón.

—¡Eh! —protestó.

Estaba tan ensimismada en el cuadro que lo ignoré.

Era un paisaje que había descubierto en mi antigua ciudad e irrevocablemente me trajo recuerdos. El celeste cielo estaba esparcido y el color trasmitía luz, vida por donde sea que lo vieras.

Eso para mi era el era el arte, la percepción de cada persona. Porque un cuadro puede gritar muchas cosas, pero solo la persona podía percibir lo que transmitía, de ahí era que el arte se formaba. Las dos cosas siempre iban de la mano y tenían el mismo nivel de importancia, porque sin cuadro, no hay qué apreciar y sin persona no hay apreciación.

—Eh... hermanita.

Le lancé una mala mirada.

—¿Todavía no te vas?

—Ni siquiera me has dejado explicarte la razón por la cual estoy aquí —repone, frustrado.

Revoloteé los ojos—, Taylor, haya o no un motivo siempre te encuentro aquí.

Frunció el ceño, ofendido.

—¡Eso es...! —se calló por un momento— bueno es cierto.

—¿Ves?

—¡Pero juro que esta vez sí hay un motivo válido!

—Teniendo en cuente que no te vas a ir hasta que te escuche, te voy a dar el beneficio de la duda.

—Me conoces tan bien, hermanita —sonrió angélicamente—Veras, quise tener un detalle con mi novia. ¿Qué mejor que un dibujo raro como los que pintas?

Si quería que le diera un dibujo mío haciendo ese tipo de comentarios entonces estaba yendo por el camino equivocado.

—Entonces, ¿me regalas uno? —preguntó mientras me miraba tiernamente.

—No.

—¡Anda, tú tienes muchos dibujos! —se quejó, mirándome con ojitos de cordero—. Regálame uno.

¡Sólo tú, imbécil! (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora