Por usted, mi majestad

Os traigo un pequeño drabble que escribí hará ya un par de años, y sin embargo, no quiero que caiga en el olvido pues, para ser de mis inicios como ficker, me parece algo bastante decente para aquella época como novata. Por no mencionar que la forma con la que escribí este drabble, no tiene nada que ver con mi estilo de escritura actual. 

Ambientado en el juego de The Legend of Zelda: Twilight Princess, con Link lobo y la princesa Zelda como únicos personajes del fic.

¡Disfruten de la lectura!

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Rápido. Corre. Huye. Salta. Abre tus fauces y mata. Espera. ¿Huir? Huir no. Enfrentarse al enemigo. Da cara a los seres que se interpongan entre tú y tu destino. Da cara a esos monstruos que se alzan en las sombras, dispuestos a herirte en cuanto menos te lo esperes.

Oh, bestia de ojos azules, hunde tus garras y tus colmillos en su blanda y oscura piel. Destrózales, despedázales. Deja un rastro rojo tras tu paso, anunciando tu llegada. Héroe de silueta alterada. Álzate en el mundo de la oscuridad y te alzarás por el mundo de la luz. Y tu propósito. Porque tú eres el único que está ligado con la salvación de ambos mundos.

Sombras y luz se mezclan, creando las tinieblas. No permitas que esto suceda. No permitas al tirano hacerse con el poder. No permitas ningún desliz. Oh, claro que no.

Atravesando y desgarrando su piel, saborea el amargo líquido carmesí. Sabor metálico. No obstante, no te detengas. Prosigue. Cada segundo puede ser crucial, esencial.

No bajes la guardia. Porque de ser así, sentirás el dolor abrasante fluir por tu cuerpo. Aullarás de agonía. Y tras el martirio te volverás a levantar. Por muchas veces que caigas, volverás a ponerte en pie y luchar. Deslízate entre las sombras, silencioso. Acompañado sólo del arrastrar de una cadena y de tu respiración agitada. Con mirada chispeante azul hielo.

No importa las veces que sucumbas. Si no puedes correr, anda. Si no puedes andar, arrástrate. Pero llega a tu destino hasta que liberes tu último aliento en una exhalación. Porque tú eres el único de soportar un dolor cuán inmenso como la sangre derramada, la cual es bastante. Mucha.

Tras tu valentía a la oscuridad y enfrentarte al enemigo, ya te aproximas a tu destino. Sube las escaleras de la torre. Héroe herido en batalla, de hermoso pelaje desgarrado, de ojos azules que apenas puedes mantener abiertos. Tu piel antes atravesada por armas y garras enemigas, cae en finas tiras por tu cuerpo. La sangre te abandona al igual que las fuerzas. El hermoso líquido escarlata empapa tu piel y resbala por ésta.

Tiritando, temblando tras tu sacrificio, eres capaz de llegar a la torre más alta. Sí, ese lugar típico de un cuento de hadas. Tras de ti, has dejado cadáveres de seres oscuros. Tras de ti, has dejado un pequeño riachuelo de sangre. Y entonces es cuando te preguntas por qué tú, y sólo tú, debe llevar a cabo esta misión. El por qué, bajo forma de bestia, adquieres el título de “héroe”. Muy sencillo: asómate tras la puerta semi abierta. Y la respuesta la obtendrás ante tus propios ojos.

Allí estaba, una silueta envuelta en negro. Por muy pesados que sean tus pasos, logras aproximarte. La motivación de cumplir con tu obligación es ella.

Esa silueta se da cuenta de tu presencia. Tus párpados, cansados, se cierran, y en cuanto vuelves a abrir esos ojos tuyos de color azul, te encuentras con las cálidas manos de ella entre tu pelaje sucio y desordenado.

Conseguiste llegar, cumplir con tu objetivo, y tu corazón alocado parece detenerse durante unos segundos. Unos eternos segundos. A pesar de estar rodeado de oscuridad, trayendo la frialdad y la crueldad consigo a este mundo, te sientes cálido y confortado.

Dejas escapar un débil gruñido. Un gruñido que, de haberse podido traducir al idioma humano, sería algo así:

“-Por usted, mi majestad.”