Emily solía llevar una cinta blanca alrededor del cuello y hablar en murmullos y susurros, amable, como era ella, de una manera que no estabas seguro de si era un putón o solo muy sencilla. Y desde el primer día me moría por averiguarlo, pero según creía yo ya tenía novia, y era un chico tímido.
Teníamos dieciocho años. Nos conocimos en el instituto. A ella le preocupaba el dinero y yo me fumaba cada día siete dólares en tabaco. Me dijo que le había gustado mi jersey, que era lo primero en lo que se había fijado, lo que la había llevado a querer hablar conmigo. Un cárdigan gris —lana, tres botones, de Gap—, decía
que era un jersey de viejo triste. Cosa que ya me iba bien.
Le gustaban los Modest Mouse, y me puso Night on the Sun. Me hizo leer dos obras de Edward Albee. A mí me pareció que Albee era un cabrón retorcido. Y sentía curiosidad por ella. Sus ojos — verdes— eran brillantes, piadosos, a veces dados a la melancolía, no del todo inocentes. Y la escuchaba mientras me contaba de las fábricas abandonadas y del cementerio en el que había crecido, de los lugares en los que se había pelado las rodillas. Y su voz se
apoderó de mí.
Así es como encuentras a quien te romperá el corazón.
En aquella época yo no tenía ni idea de nada, estaba metido en una fase de ácido, y a Madison Kowalski le parecía un calzonazos. Me lo había ganado, pero ella no dejaba de ser una zorra, porque se suponía que era mi novia. Y se la comió a Mark Fuller en el aparcamiento de Woodmere Olive Garden. Me jodió cuando me
enteré, pero se lo perdoné.—Porque te quiero —le dije.
—Yo también te quiero —dijo ella.Mark Fuller jugaba bien al lacrosse, eso era por lo que se lo conocía. Y llevaba el pelo con mechas. A lo mejor yo también tendría que haberme puesto mechas, pero no lo hice. Y había otras chicas que querían estar con Mark Fuller, así que se podía permitir coger de la cabeza a Madison Kowalski y meterle la polla a la fuerza hasta atragantarla. Eso es lo que me dijo ella: «Agradezco que tú no me agarres de la cabeza».
Y me jodía cuando lo pensaba, pero lo pensaba igualmente. Solía quedarme hecho polvo al pensarlo, como cuando creía que tenías que estar siempre enamorado de tu novia. Me dieron un montón de malos consejos. Estábamos en 2003. Todas las señales indicaban
que las cosas se acercaban a su fin.Madison se había marchado de la ciudad para estudiar, se había ido a Nueva Jersey, a Rutgers. Yo no sabía por qué había escogido la universidad que había escogido; no seguía mucho el tema. Pero era inteligente, o había sacado buenas notas al menos. Para mí fue distinto. Yo me quedé en las afueras, al este de Cleveland, Ohio, donde vivía desde los diez. Iba a una de las universidades locales, la de los jesuitas, llena de chavales que eran unos mierdas, una buena universidad. No tendría que haber ido ahí. Solo que mis viejos tenían suficiente dinero y se daba por hecho. No es que fuésemos gente bien especialmente, o que mis padres hubiesen estudiado ahí o lo que sea que estés pensando, para ellos era más bien un rollo de esos de vivir a través de los hijos y que pueden abocar a un niño al fracaso, diciendo que les habría encantado ir a la universidad y hacer el gilipollas leyendo sobre sir Francis Bacon y toda esa mierda, así que ¿cómo es que yo no estaba contento? No tenía ni idea. Lo único que se me ocurría era que el mundo funcionaba mal y yo estaba en él. Fui a la universidad porque la gente decía que fuese a la universidad. Lo cual fue un error. Pero nunca puedes escoger.
Vendía drogas, pero no era un chico malo ni nada. No me metía con nadie; ni siquiera comía carne. Trabajaba en una zapatería. Otro error que cometí. A mí los zapatos no me interesaban lo más mínimo. Estaba destinado al fracaso. Pero hay que reconocer que lo intenté. Iba a trabajar casi todos los días, por la tarde, cuando podía estar haciendo cosas mejores, como lo que fuera (estamos hablando de seis dólares la hora). Tenía un cultivadísimo sentido de la vergüenza, que era lo que me hacía seguir adelante; no llamé nunca diciendo que estuviese enfermo.
Iba a clase por las mañanas, a veces faltaba. Por mi vergüenza, de nuevo; la vergüenza me llevaba a no entrar en clase a veces. Pero no me saltaba nunca inglés. Emily estaba en mi clase de inglés. La clase era una mierda, pero yo iba siempre porque Emily
estaría allí. Y nos sentábamos juntos; así es como empezamos a hablar.
Ella era de Elba, Nueva York, que estaba junto al mismo lago que
Cleveland, el mismo tipo de ciudad, solo que un poco más de mala muerte. Le impresionó que yo trabajase en una zapatería, le impresionó que vendiera drogas. Me dijo que se había educado con las monjas, y que nunca había ido a clase con chicos. Hizo que pareciera que no sabía nada de chicos y que no tenía nada que contar sobre el tema. Resultó que esto no era del todo cierto, pero en fin. Era buena chica y a mí me gustaba. Me gustaba más de lo que me gustaba Madison Kowalski. Pero seguía jodido por lo de Madison. Hasta le enseñé una foto suya a Emily.
—Esta es Madison —le dije.
—Es guapísima —dijo ella.
Madison era guapa.Hay infinidad de mujeres en el mundo. A veces no me cabe en la cabeza: que haya tantas, y que todas empiecen como empiezan, con toda su viveza, y sus palabras invisibles, y sus lenguajes secretos y lo demás que tengan, y que luego nosotros nos lo carguemos todo. En mis tiempos me machacaron asesinas crueles, pero no he dudado nunca de que fue solo porque alguien las había matado a ellas primero. Alguien como yo.
No me gusta decir mentiras, no más de las que estoy obligado a decir, al menos. Lo primero que pensé de Emily fue me gustaría follarme a esa chica. Así que yo era un mierda. Pero fue cosa del destino, o algo así, lo que hizo que terminásemos juntos, sin importar que yo la mereciera o no. Y si la vida se me jodió, no fue por su culpa. Debería decirlo de entrada.
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CHERRY by niko walker
Non-FictionUn joven médico vuelve de la guerra de Irak donde esperan: la mujer que ama y la crisis de opioides que se extiende por Mindwest. Pronto, asumido por la esclavitud de una adicción a la heroína, llega a lo que parece ser la única solución: robar ban...