Capítulo 10

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~10~

Lunes… Primer día de la semana, otra vez. Ayer el día paso rápido, me quedé sentada durante prácticamente todo el tiempo en el poyete que está justo enfrente de mi ventana, leyendo, escuchando música, o mirando a través del cristal a los pajaritos volando. No fue un día muy productivo, pero si que se puede decir que fue un Domingo en toda regla.

Me encuentro entrando al instituto, con John a mi lado. Ambos estamos muy tranquilos, aunque él más que yo. Pues no tiene que suplicarle a dios, el universo, o lo que quiera que tenga fuerzas sobre lo que va a pasar, para que Will no aparezca hoy por el colegio.

     -Y entonces, yo le quité la pelota al 7 del equipo contrario, y metí un gol, menuda jugada, al próximo partido tienes que venir- Me dice John. Está super ilusionado, porque a pesar de que siempre ha sido el capitán del equipo, este año se tiene que esforzar mas que nunca, pues los ojeadores van a los partidos. El sueño de mi mejor amigo es ser futbolista, y ya le falta poco para conseguirlo.

    -Madre mía. Tienes un don para jugar si fuiste a ese partido con todavía un poco de resaca y aún así jugaste genial- Le animo. La verdad es que a mí también me gusta verle conseguir lo que quiere, sobre todo cuando le pone tanto empeño, y me lo cuenta todo tan feliz y radiante. Como si fuera un niño pequeño al que le van a comprar un caramelo. John me sonríe, y seguimos andando, charlando sobre su partido hasta llegar a clase.

El corazón me da un vuelco al poner el primer pie en la sala. Me paro en seco, y los ojos se me abren como platos, a la vez que comienzan a escocerme. Mis latidos aceleran más y más por cada segundo que pasa, mientras que le miro, sentado, en su silla, apartado del mundo. Ha venido, es él, es Will.

Normalmente me sentiría feliz por verle, por que esté aquí. Pero hoy, ver ese pelo castaño, perfectamente revuelto, sus tristes verdes ojos fijos en el que considero mi libro favorito, sus brazos, que contienen la forma perfecta para abrazarme, levantarme y reconfortarme. No hace más que destruir todos mis planes, todas las fuerzas que he sacado para no echarme a llorar cada vez que pienso en él, se esfuman.

Mi pelinegro, me saca de mi trance momentáneo. Se planta delante de mis narices, mirándome fijamente. Me regala una sonrisa comprensiva, y le da un toquecito suave a mi brazo, que es más una caricia que otra cosa. Yo le devuelvo la sonrisa, aunque probablemente, no parezca real, porque no lo es. No soy capaz de sonreír, para fingir que todo va bien, mientras el mundo se me viene abajo, y todas las barreras que había impuesto, entre mis sentimientos por un chico y yo se derrumban en cuestión de segundos. No puedo sonreír cuando mis ojos y mis lágrimas libran una batalla.

Sentada ahora sí, en la silla, al lado de John, trato de ordenar mis pensamientos, mientras observo a mi profesor moverse explicando lo que quiera que sea. Hoy no tengo muchas ganas de hacer nada. Y se que no debería de dejar que Will fuese la razón de ello. Pero no puedo impedirlo, mi estúpido subconsciente no me deja, y estoy comenzando a hartarme de ello.

El chico que un día fue misterioso para mí, no ha hecho prácticamente nada en todas las horas que llevamos de clases. Solo se ha dedicado a escribir en una libreta algo, que dudo bastante que sea lo que estamos dando, pues sus ojos no se han dirigido al profesor ni un solo momento, y a mí, bueno no puedo mentir. Me ha mirado una vez, se ha quedado observándome un rato, en el que yo me he mostrado muy segura, sin girarme en ningún momento hacia él, luego se ha vuelto a escribir, otra vez.

Ya toca el recreo, solo dos horas y media más para poder irme a casa. El cielo se ha nublado, la niebla ha aparecido, no es demasiado densa, pero si lo suficiente como para no ser capaz de ver más allá de diez metros por delante. El aire se ha vuelto húmedo, dejando pistas sobre la lluvia que probablemente empezará a caer en cuestión de minutos.

Contigo y sin tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora