Capítulo 15: Nosotros siempre hacemos todo bien ✅

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La voz de Oliver, su coreógrafo, se escuchaba en eco por todo el salón junto con sus pasos y los de las bailarinas que seguían sin dudar todas las indicaciones que recibían, aunque era su nombre lo que más pronunciaba esa mañana gracias a su poca concentración. La misma que estaba puesta en vigilar que su hijo no se interpusiera entre ellas y terminaran lastimándolo.

Podía controlarlo gracias al espejo que tenía frente a ella y sonreía al verlo intentar imitar sus pasos. Había intentado distraerlo con un sinfín de opciones, tenía juguetes con los que entretenerse, pero él solo quería una cosa: estar lo más cerca posible de ella.

Así había sido en las últimas dos semanas, cada día su pequeño estaba más insistente y mimoso. La buscaba en cada momento del día y le estaba siendo muy complicado dejarlo solo por más de unos minutos con alguien más si no la encontraba a ella al mirar a su alrededor.

—¡Descanso! Vamos, niñas, tomen un descanso —Oliver dio varias palmadas y todas se detuvieron de inmediato, dispersándose para tomar agua y un poco de aire.

Ella se deslizó hasta el suelo, quedando de rodillas para recibir a su hijo que no dudó en correr a sus brazos y reclamar su atención.

—Regina.

—Lo sé, lo siento —se disculpó al ver que se paraba frente a ella con los brazos en jarras y expresión seria—. Estoy tratando de hacerlo lo mejor que puedo, pero estoy exhausta. Están siendo unos días muy intensos.

—Hemos tenido días más intensos antes y nunca habías estado tan distraída. ¿Sucede algo? ¿Estás enferma?

—Solo cansada —admitió, tomando un poco del agua que Olivia, su asistente, le tendió—. Déjame tomar un respiro y continuamos. 

—Imagino que es complicado ser mamá y artista al mismo tiempo —dijo, mirando a su hijo que, sentado en sus piernas, jugueteaba con su botella—. Terminemos por hoy. Descansa y ven con todas las energías al ensayo del próximo día, ¿de acuerdo?

—No tendrás queja de mí, te lo prometo —aseguró.

—¡Niñas! Niñas, terminamos por hoy.

Oliver se acercó a las bailarinas y pudo ver que las felicitaba con una sonrisa, dejando de escucharlo cuando se concentró en el pequeño rubio que se había pegado a ella como si hubieran estado separados durante días.

—¿No te gusta estar alejado de mamá, Puntito?

—Ño, mami mía —Se aferró con fuerza a ella, dejando en claro, una vez más, que su sentido de la posesión también se había intensificado.

—Está bien, no me iré a ningún lado, mi bebé —afirmó, sosteniendo su manita para que la relajara—. ¿Sabes qué haremos? —preguntó, obteniendo su atención y una pequeña y hermana sonrisa de sus labios—Vamos a llamar a la tía Alicia y a tu madrina para ir a los juegos que tanto te gustan, ¿quieres?

—¡Shi! Quielo, quielo —Aplaudió con entusiasmo y ella rio, apretándolo entre sus brazos mientras llenaba su cara de besos y aprovechaba un poco más para mimarlo.


Se reunió con Fernanda y Alicia en una cafetería cercana a su casa donde disponían de un espacio con toboganes y juegos para que los niños pudieran disfrutar sin que los padres pudieran perderlos de vista, cumpliendo con la promesa de, al menos una vez en semana, encontrarse las tres para ponerse al día y pasar un rato entre amigas.

Nicolás y Miguel disfrutaban del lugar y la emoción de ambos cada vez que los llevaban ahí era indescriptible. En esa ocasión, su hijo no contaba con su compañero de juegos, pues su sobrino ya había comenzado su primer año de kínder. Pero ese no era el motivo por el que su pequeño no había ni mirado los juegos, estaba segura.

Eterna Tentación #BilogíaTentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora