El ángel de la muerte -민에 (YoonKook)

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–Entonces, debe beber esto y la salida es el mismo lugar por donde entró...– Informó el ángel de la muerte.

Extendió una linda taza blanca con detalles dorados llena de té hacia el hombre frente a él quien estaba hecho un mar de lágrimas.

Era normal, es decir, había tenido un trágico accidente saliendo de su trabajo yendo rumbo a su casa, iba a toda prisa en su automóvil, conducía como loco para llegar a tiempo a la fiesta de cumpleaños de su hijo que tan solo cumplía cinco años, lamentablemente el hombre nunca pudo llegar.

–¿P-Para qué es esto?– Preguntó el hombre con la voz temblorosa debido al llanto.

El ángel solamente lo miró, odiaba que las personas se tomaran tan mal su partida, habían algunas que a veces estaban demasiado tranquilos, pero sin duda, su problema eran las que se ponían a gritar y rogar por más tiempo en vida.

Aunque aquel hombre estaba hecho pedazos, parecía tranquilo de cierta manera.

–Esto le ayudará a borrar todos sus recuerdos que tuvo durante toda su vida, ya sabe, para empezar desde cero con una nueva vida– Explicó gentilmente.

El hombre miró aquella taza y su contenido, no se veía seguro de querer beberlo, por supuesto que no quería borrar todos los recuerdos de su vida, su familia, cuando conoció al amor de su vida, cuando su amado hijo nació, no quería.

–Si no lo bebe no podrá ascender con tranquilidad, estará con el pendiente de que no ha concluido algo, incluso podría convertirse en un alma en pena... Le aconsejo beberlo...– Dijo el ángel.

El hombre miró al ángel entonces, seguía sin convencerse de aquello, pero tampoco quería convertirse en un alma en pena, quería renacer para que en su próxima vida quizá pudiera tener la oportunidad de reencontrarse con su hijo y cuidar de él como debía.

El ángel solamente esperaba pacientemente sentado frente a el hombre a que este bebiera al fin el contenido de aquella taza.
Era lo mejor, simplemente para empezar de nuevo.

–¿Puedo pedirle algo?– Preguntó el hombre entre lágrimas.

–Claro– Respondió el ángel aún amable.

–¿Puede... darle esto... a mi hijo?– Extendió una tarjeta hacia él.

Era una tarjeta color morado, los bordes tenían un detalle de brillantina dorada, decía "¡Feliz cumpleaños a la luz de mi vida!".
El ángel miró aquella tarjeta no tan convencido de querer tomarla y comprometerse a algo que no estaba seguro de querer hacer.

Aquel ángel era conocido entre sus colegas como un ángel demasiado sensible, cuando le tocaba recolectar almas de recién nacidos o de niños pequeños, no podía, se sentía culpable y lloraba demasiado, y mayormente terminaba dándole el caso a otro ángel.

A pesar de su apariencia ruda y atemorizante, sobre todo por aquella cicatriz en su ojo derecho la cual nunca supo cómo adquirió, en realidad el ángel era todo lo contrario a ello.

Un ángel de corazón blando.

–Por favor, solo... no quiero que piense que no me acordé de él...– Pidió de nuevo el hombre llorando cada vez más.

Al ángel no le quedó más que emitir un suspiro, rascó su cabeza y tomó la tarjeta entre sus manos.
Miró al hombre quien al fin estaba bebiendo el té, finalmente se puso de pie, limpió sus lágrimas y le ofreció una reverencia al ángel.

–Gracias– Miró al ángel.–Por favor, cuide de mi hijo...– Le regaló una pequeña sonrisa.

El hombre finalmente dio media vuelta y caminó hacia aquella puerta bajo la mirada atenta del ángel, por último, abrió la puerta y, al fin, se fue.