Capítulo 11: La fuerza del destino

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Miró con envidia la cama en la descansaba Bill. De repente le estaba entrando sueño, y verle a él suspirar con los ojos cerrados y girarse dándole la espalda, le hacía pensar cosas que no debiera.

Decidió no hacerlas caso y soltando sus trenzas que se recogía en una coleta cuando estaba en casa porque sabía que a Alice le desagradaba su pelo, se tumbó a su lado. Puso las manos sobre el pecho y cerró los ojos. Se concentraba en quedarse dormido, pero ¿cómo hacerlo si la persona que está a tu lado despedía un suave aroma? ¿Si sentía el calor de su cuerpo a pesar de la ropa?

Escuchaba su suave respiración y poco a poco se fue quedando dormido él también. Desde que empezaron las clases tenía el sueño atrasado. No quería defraudar a su padre y se concentraba en sus estudios, mientras que Bill se divertía en la habitación de al lado.

No sabía cómo se las apañaba para sacar buenas notas, llegando incluso a pensar que se tiraba a alguno de los profesores. Pero viendo lo viejos que eran no se le pasaba por la cabeza, aunque, quien sabía...

Se dio la vuelta en la cama en sueños. No se dio cuenta de que sus brazos se aferraron a la persona que descansa a su lado y la atrajo más a su cuerpo, no fue consciente de que su cabeza se apoyó en su hombro y echó su cálido aliento en su cuello....no le sintió estremecerse en sus brazos y gemir en sueños...

Tampoco fue consciente de que la puerta de su habitación estaba abierta. De que Alice estaba en el marco de la puerta observándolos con cara de desagrado. Dos hermanos durmiendo muy juntos, como no debieran. Arrugó el ceño al ver como el mayor de ellos atraía al pequeño entre sus brazos, más al escuchar el gemido que salió de sus labios.

Cerró de nuevo la puerta y mordiéndose los labios bajó al salón, en donde se sentó y se puso a fumar un cigarro con toda tranquilidad. En cuanto su marido regresara a casa, tendría una charla con él. Le haría ver que su nuevo hijo era peligroso, que trataba de abusar de su hermano. Nunca le gustó desde el primer día que puso un pie en su casa, ya era bastante tener que cargar con un hijo no legítimo como para cuidar de otro salido de la nada.

Estaba claro que se tendría que ir de casa. No iba a permitir que hicieran nada deshonroso en su casa, por mucho que le provocara el otro, ya que conociéndolo tan bien como si le hubiera parido, sabía de sus coqueteos con todo bicho viviente que tuviera una buena entrepierna.



Sentía que le abrazaban pero no abrió los ojos. Se sentía muy a gusto entre esos brazos fuerte que le agarraban por la cintura. Sentía como una mano le acariciaba el borde de los pantalones, se lo levantaba y se perdía más abajo. No pudo evitar separar los labios y suspirar, separar las piernas y darle más libertad....

Sentía cómo unos labios le besaban en el cuello dulcemente, y sonrió en sueños. Se dio la vuelta como pudo y sin abrir los ojos todavía buscó esos labios que le echaban un cálido aliento sobre los suyos.

Sonrió contra ellos cuando los sintió apoderarse de los suyos con violencia, haciéndole separarlos  para que una lengua invadiera su boca y se la recorriera. Comenzaron a besarse sin abrir ninguno de los dos los ojos, abrazándose con más fuerza y frotando con sus manos el miembro contrario.

—Sigue...no pares.... —susurró Bill contra los labios de su hermano.

"Esa voz..."—pensó Tom aún velado por el beso.

La reconoció de inmediato y abrió los ojos de golpe. Miró a Bill frunciendo el ceño y dio por finalizado el beso.

— ¿Qué estás haciendo? —preguntó Tom tratando de no gritar.

Hermano hielo, hermano fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora