Tercer latido

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Los días de hospital eran tediosos no solo por el hecho de tener que faltar, mamá solía ponerse más nerviosa de lo común

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Los días de hospital eran tediosos no solo por el hecho de tener que faltar, mamá solía ponerse más nerviosa de lo común.

—Estaba segura que era en esa vuelta —se quejó mamá.

—Lleva tres semanas cerrada —le recordó mi hermano.

—No lo creo —negó mamá subiendo la música para callar las risitas.

Mi hermano miraba por la ventana, había faltado a la escuela para acompañarnos.

—No era necesario que vinieras —mencioné.

—Es mejor que ir a la escuela con todos esos idiotas —murmuró sin mirarme— aquí solo soporto a uno.

—Pues gracias —asentí.

Mi hermano me miró para luego apartar la vista.

—Como sea —bufó para evadirme.

Cuando era pequeño solía no separarse de mí ni un momento pero ahora con forme crecía era más difícil hablar con él, además de que era medio rarito el niño.

Al llegar lo último de dignidad que me quedaba me la quitaban al sentarme en esa silla.

—No es necesario —me queje con mi madre.

—La ultima vez te desmayaste —señaló Dami a mi lado.

—Eran muchas escaleras —me defendí.

—Dy, hijo hacemos lo que el doctor nos pide de acuerdo —me calmó mamá.

Asentí, no le iba a dar más disgustos a la mujer que me parió y constantemente me lo recordaba... señora no es mi culpa que usted y su esposo no usarán condon y ahora yo pague las consecuencias.

Llegamos a esperar al doctor que siempre llegaba tarde; en la sala de espera trataba de convencer a mi mamá.

—Cinco minutos —pedi.

—Cuando acabe tu cita —regañó.

Tenía que pensar en otra forma de escaparme.

—Tengo que ir al baño —pedi triunfante.

—Puedes...

—Tomé tres sodas —le recordé.

Ella suspiró para sonreírme maliciosa.

—Dami acompaña a tu hermano quieres —pidió ella.

—¡Mamá no! —me quejé— no tengo cinco años.

—¿Quieres ir al baño o no? —se quejó.

Bufé molesto para asentir, mi hermanito era difícil de corromper era una roca si quería.

Mientras me empujaba en la silla pare las llantas para tratar de convencerle.

—Oye y si...

—No —me pellizco para que dejara las ruedas— vas al baño y regresamos.

Hasta el último latir Donde viven las historias. Descúbrelo ahora