CAPITULO 24: Muerte

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Un gigantesco monstruo de arena se alzaba sobre el bosque de Konoha, ante la atónita vista del equipo 7. Naruto decidió que era el momento perfecto para probar lo que aprendió con el anciano pervertido.

-Muy bien, ¡jutsu de invocación!- Pero sólo una pequeña rana había aparecido -¿Qué?! ¿Y el jefe sapo?- Dijo sorprendido.

-Hola. Soy Gamakichi, ¿tú quién eres niño?- Le dijo el animal.

-Soy Naruto Uzumaki, ¿Dónde está el sapo gigante?-

-Mi papi está en el monte Myoboku- Respondió simplemente. El monstruo de arena se lanzó al ataque, por lo que Naruto se vió obligado a saltar con el pequeño sapo en sus manos. Decidió intentar otra vez, en plena desesperación, el jutsu de invocación.

-¡Jutsu de invocación!- Esta vez, el resultado fue la aparición de un gigantesco sapo color rojizo –¡El jefe sapo!.

-Otra vez tú, mocoso. Ya te dije que no te obedeceré- Dijo arrogante.

-Papi- El pequeño sapo habló esta vez -Esa cosa me atacó, el chico rubio me salvó-.

-¿Shukaku?- Dijo sorprendido el animal viendo a la bestia que se alzaba frente suyo -No puedo enfrentarme así nomás a una bestia con cola-

-¿Qué dices? ¿Acaso le temes? - Dijo Naruto con algo de burla.

-No te pases niño, por esta vez, como salvaste a mi hijo, te ayudaré, súbete a mi espalda- Dijo Gamabunta, viéndolo y disponiéndose para pelear.

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No se podía ver absolutamente nada, el bosque dentro de la barrera se densificó y acabó por impedir que Emiko e Itachi pudieran ver algo.

-No entiendo nada- Dijo Itachi mientras veía a su alrededor. Emiko apareció a su lado nuevamente.

-Todo está en orden al menos dentro del estadio, Kakashi y Gai se encargaron de los enemigos, pero me preocupa el tercer Hokage- Dijo la joven mirando en la misma dirección que su esposo.

-A mí también. Me siento impotente, como ANBU mi obligación es cuidar del hokage, y sin embargo no puedo hacer nada en este momento- Dijo Itachi con frustración. Emiko le tomó su brazo para confortarlo, sabía cómo se sentía, pues ella estaba igual.

-No es tu culpa, no se puede hacer nada. Todos vimos perfectamente que ese tipo se encerró con el hokage allí dentro, lo único que podemos hacer es confiar en él-. Los estruendos dentro de la barrera se sintieron en ese momento, cortando la conversación entre ambos jóvenes. -¡Hokage-sama!- Era inverosímil, el escuadrón ANBU y la propia Emiko observaban atentos. Una luz y una imagen borrosa que apenas podían divisar se hizo presente dentro de la barrera. Un mal presentimiento los atravesó en ese momento.

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Sasuke miraba atónito la pelea entre Naruto, subido a un sapo gigante, y Gaara, completamente transformado en un monstruo de arena. El rubio peleaba con entrega y voluntad, quería salvar a Sakura, se notaba a leguas que lo que el chico sentía no era simple capricho. El pelinegro, por su parte, solo pensaba en el momento en el que Naruto comenzó a sobrepasarlo, en qué momento dejó de preocuparse por su propio crecimiento, en qué momento sus sentimientos empezaron a llenar su cabeza. Se sentía impotente, porque Naruto estaba progresando, un perdedor, uno que ahora estaba dispuesto a dar su vida por salvar a la aldea, a sus amigos, a la chica que le gustaba. Y él mismo, que solo cargaba con su resentimiento hacia su padre no había avanzado. De nada le había servido tanto entrenamiento, porque lo suyo era más egoísta. Pero Sasuke no era igual a Naruto, el rubio no entendía como él se sentía, nunca lo haría, era alguien que nació sin vínculos, sin nadie que lo presione, sin nadie a quien mostrar sus habilidades, la única sombra de su vida era ese rechazo que los aldeanos le tenían por alguna razón desconocida para el pelinegro. Naruto no tenía un hermano prodigio a quien todos miraban, ignorándolo y pasando por encima sus deseos. Eran personas diferentes.

Se distrajo de sus pensamientos para ver como el hiperactivo rubio terminaba la pelea, al mismo tiempo que se desvanecía la bestia de arena, también lo hacía esa especie de costra que aprisionaba a Sakura, dejando a la chica caer. Sasuke se apresuró a alcanzarla para impedir que toque el suelo, tras hacerlo, la dejó en el suelo. Lo que le vino a la cabeza lo sorprendió, ella debía estar muy enamorada de él para arriesgar su vida de esa forma, lo que al principio le parecía un tonto amor infantil, ahora se le volcaba en frente suyo. Sakura de alguna forma lo quería como algo más que un amigo, que un compañero, pero ¿él? Él no sabía a ciencia cierta que le pasaba, y quizás tardara en descubrirlo.

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Ya no sentía, o al menos eso creía. Hiruzen Sarutobi sabía perfectamente que su vida se acababa en ese instante, no podía quejarse, había vivido mucho, pese a que un shinobi vivía poco o casi nada, la muerte era una constante, había tenido un feroz enfrentamiento con personas inesperadas, el primer y el segundo hokage, Hashirama y Tobirama Senju, ambos fueron revividos por un jutsu prohibido y a su vez uno de los peores del mundo shinobi, Edo Tensei, o jutsu de resurrección impura, Orochimaru había llegado a extremos totalmente repudiables a costa de conseguir poder, y temía mucho lo que pudiera ocurrir a futuro si no lograba derrotarlo, por esa razón decidió ejecutar el temible Jutsu de sellado de la Parca, el cual lo mataría al instante, pero también a Orochimaru le daba pena que todo acabara así, pero era necesario. Pensó en la aldea y todo lo que dejaría atrás, las futuras generaciones, las pequeñas hojas que aún faltaban por madurar y hacerse fuertes. Sí, era hora de partir.

-¡Maldito anciano! ¡¿Qué le hiciste a mis brazos?! ¡Devuélveme mis jutsus!- Gritaba encolerizado Orochimaru.

-Hasta aquí han llegado tus maldades. Es cierto que voy a morir, pero, aunque sea me llevaré conmigo la satisfacción de haber podido detenerte-. Sin más el anciano ejecutó finalmente el sello, llevándose consigo las almas de Hashirama y Tobirama, así como anulando los brazos de Orochimaru. -Adiós, mi discípulo- Dijo el hombre, y lentamente, todo se volvió negro, su vida, finalmente, acabó.

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Poco usual, esa sería la forma de calificar a Naruto Uzumaki como ninja, arriba de un sapo gigantesco se enfrentaba a otro monstruo igual de gigante. En un momento se vio atrapado por la arena, y según lo dicho por Gamabunta, tenía que despertar a Gaara para terminar con la pelea, pero este no reaccionaba. Realizó un movimiento totalmente inesperado, en su desesperación y estando atrapado, usó lo único que tenía disponible para golpearlo, su cabeza. De un fulminante cabezazo logró desvanecer a Shukaku, y ambos cayeron hacia el suelo. Gaara miraba de manera fija el cielo, mientras Naruto estaba tirado a un costado suyo.

-Yo lo entiendo- Dijo apenas el rubio -Sé cómo lo que se siente, el dolor, el desprecio. Yo soy igual que tú-. Le dijo y ambos chicos se miraron y algo conectó entre ambos de manera inexorable. Ambos sentían exactamente igual, las miradas de desprecio, el trato, los dos sufrieron lo mismo.

-Ya basta Naruto, ya acabó- Escuchó el rubio decir a Sasuke. Tenía razón, todo acabó. Ya no había razón por la que pelearse.

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Algo dentro de Emiko se heló. La barrera que les impedía avanzar hasta el tercer hokage comenzó a desvanecerse, como si de un rayo se tratara, una presencia entró dentro del bosque que se había formado sobre el techo y salió llevándose a algo o alguien, huyendo. Automáticamente se intensificó esa sensación mala, el escuadrón ANBU y jonin llegaron al lugar y se encontraron con el más desolador resultado.

La persona que durante los últimos 50 años los había guiado, yacía tirada, con un sello en su estómago. Emiko lo reconoció al instante, el sello de la Parca, el cual sellaba el alma del usuario y de aquello que sellaba, lo que significaba una cosa, el tercer hokage, Hiruzen Sarutobi, había muerto, prácticamente en sus narices.

Ninguno de ellos había logrado hacer nada, nada para proteger al hombre y salvarlo. Por proteger a la cabeza de la aldea, la impotencia que se respiraba era cortante, como un millar de cuchillos atravesándolos a todos.

CRONICAS DE UN AMOR SHINOBIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora