Yo creo en ti

capítulo 1

- ¡¡Tenemos que hacer algo!! - entró gritando Cassandra a la plaza del pueblo, con su respiración agitada continuó - el río se va desbordar, va ser una catástrofe.

- otra vez con tus locuras- sentenció una señora bajita y regordeta

- La presa es nueva y yo mismo me he encargado de su construcción-continuó otro hombre

-tienen que escucharme - repetía Cassandra al punto del llanto

-y por qué dices tal cosa ? - preguntó Don Julian mientras terminaba de lustrar los zapatos de don Esteban.

- es que ... lo he visto con mis propios ojos... - una sonora carcajada resonó en la plaza -... en sueños- continuó la chica, lo que ocasionó más risas.

- jajajaja estas igual que mi mujer el otro día me dio una bofetada porque soñó que la engañaba jajaja  - 

- es que no es solo un sueño-  ofendida se retiro hacia su casa que se encontraba en la parte más alta del pueblo. Cassandra vivía con sus padres y 2 de sus 6 hermanos mayores : Luis y Miguel.
Sus hermanos  Jacobo, Martín, Pablo y Juan ya se habían casado y vivían cerca de su casa. Aunque era una familia grande, ella se sentía totalmente sola nunca nadie la escuchaba por eso esa noche entró sin decir nada y fue directo a su habitación, después de llorar por la nueva humillación pública que había vivido, respiró y juro que ya no intentaría advertir a nadie de sus sueños y visiones.

Toda su vida la habían llamado Cassandra la loca y ella tenía que ver sus pesadillas cumplirse una y otra vez. Se miró en el espejo de su cuarto pensado ¿Qué problema hay conmigo? En su rostro se dibujo una media sonrisa. Era bajita, es decir, no media más de 1.55 y aunque ese año cumpliría los temidos treinta no era fea, tenía el cabello ondulado y pelirrojo, algunas pecas juguetonas sobre su nariz pequeña y unos vibrantes ojos color miel, las arrugas aún no habían hecho su debut en su piel. Su madre le repetía hasta el cansancio que estaba soltera por su locura, que debería intentar mantener la boca cerrada y seguro los hombres no saldrían corriendo.

La puerta se abrió para dejar pasar a su madre que con el rostro afligido comenzó a sermonear -Me contó todo Doña Paula, me imaginó que nuevamente te sientes avergonzada- Cassandra sólo asintió-  Trata de dormir pequeña, ya mañana será otro día y podrás reparar un poco lo ocurrido.

Esa noche calló en el pueblo la peor tormenta en 50 años, tanto que la nueva presa no pudo soportar una gota más y las aguas del río siguieron su causa inundando a la mitad del pueblo. 
A la mañana siguiente había una multitud golpeando la puerta de la casa.

- Esa loca , nos maldijo- gritaban 
-por su locura el río se ha desbordado. -continuó doña Julia- y yo perdí el taller de mi familia 40 años de trabajo se fueron en una noche.

- señores les aseguro que no es culpa de mi hermana-  gritó Luis desde un balcón
- Claro que lo es, nos trajo la tragedia, que se vaya
- no, ella se queda con nosotros- dijo su padre y es que aunque no creían en sus profecías aún viendo como se cumplían su familia la adoraba. Cassandra escuchaba todo atrás de su cortina y con un  nudo en  la garganta  se atrevió a asomarse por la ventana.
-no tienen que preocuparse por mi y mis locuras, durante la noche lo estuve pensando, tengo mis maletas listas, saldré en el tren las 9 am. - un grito de dolor por parte de la madre de Cassandra fue silenciado por los vítores del pueblo.

Con una maleta pequeña y sueños rotos subió a ese tren. Su padre le había dado el suficiente dinero para establecerse donde fuera que ella decidiera establecerse.  Se quedó dormida y sintió como una mano tocaba su hombro, 
-señorita, señorita despierte llegamos a la última estación.
-¿disculpe dónde estamos ? - preguntó  adormilada.
-llegamos a Encanto.
Encanto- repitió de forma instintiva, el lugar tenía un bello nombre y era perfecto para iniciar una nueva vida .