『֍』❝No te culpes, Kiara. Piensa que fueron contigo porque querían protegerte. Si no hubieran ido contigo, tú probablemente estarías muerta.❞
❝¡HUBIERA SIDO MEJOR! S-si no fuera por mi... Todos ellos estarían bien... mis padres, Reggie, Harry, los ge...
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Narrador Omniscente
Era una noche particularmente fría, 28 de diciembre de 1960. La familia Potter había pasado una hermosa navidad junto al nuevo miembro de la familia, James Fleamont Potter, el cual apenas tenía 9 meses de nacido.
Fleamont estaba en la cocina, terminando de lavar los platos de la cena, mientras su hermano Charlus limpiaba un poco de migajas de pan y jugo de naranja que había caído al piso ya que su hijo de tres años, Harrison, había decidido pintar el piso de anaranjado y echarle un poco de escarcha de trigo.
La familia Potter tenía la costumbre de dejar a sus elfos domésticos descansar durante las navidades, aunque al principio a Dorea, la esposa de Charlus, no le agradó mucho la idea de tener que limpiar por su cuenta.
Dorea estaba sentada en un sofá junto a su cuñada, Euphemia, que ya llevaba un poco más de siete meses de embarazo. Entre ellas, ya dormido, se encontraba el pequeño Harrison. Dorea tenía en sus brazos al pequeño James, meciéndolo lentamente para que se quedara dormido al igual que su primo.
—Bueno, ya terminé de limpiar el desastre del principi-
—Cierra la boca Charlus, ¿no ves lo difícil que es conseguir que se duerma Harrison? —le interrumpió Dorea, ganándose una pequeña risa de Euphemia.
—Déjalo. Ni siquiera después de tres años se ha dado cuenta del pequeño monstruo que ha creado —dijo Fleamont en voz baja mientras se sentaba en el sillón al lado de su esposa.
—Deberían llevar a Harrison a su habitación, o lo despertaran pronto —dijo Euphemia, también en voz baja.
Dorea se levantó relativamente rápido, y dejó a James en los brazos de Charlus, el cual aún no se había sentado.
—Yo lo llevo —dijo Dorea mientras levantaba a su hijo del sofá y lo agarraba con fuerza para que no se cayera—. No confío en que puedan subir las escaleras sin despertarlo en el intento —añadió en un susurro.
Todo rastro de sueño que había en la cara del pequeño James se desvaneció cuando su tío se sentó en el sofá.
—Ves, hasta James sabe que es imposible dormir contigo cerca —bromeó Fleamont, ganándose una risa de su esposa.
Charlus no le hizo mucho caso, ya que estaba más concentrado en hacerle cosquillas a James. Todos habían tenido un día largo, bueno, una semana larga de hecho. Fueron a muchas fiestas y reuniones entre familias de sangre pura debido a que estaban en época de festividades. Fleamont había estado muy ocupado con su trabajo. Charlus también había estado significativamente ocupado en el Ministerio de Magia. El era el jefe de la Oficina de Aurores, y últimamente habían ocurrido muchos ataques relacionados con las artes oscuras, más de lo normal. Y Charlus creía saber a qué se debían, o mejor dicho, a quién. Por eso es que durante las últimas semanas, Charlus había estado en contacto con su antiguo profesor de Transformaciones, Albus Dumbledore. Ambos habían estado reuniendo información sobre los ataques, para saber exactamente a que se enfrentaban, y así, tal vez, lograr atrapar al responsable.
