capítulo 27: Bariloche.

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Estoy acá, llegué al pueblo, ahora, no sé por dónde empezar a buscarlo. Fue fácil convencer a mis padres en dejarme viajar, entendieron perfectamente pero no por eso las precauciones no estuvieron. Paul me dijo que Oliver estaba alojado en unas cabañas en el pueblo, ahora solo tengo que ir cabaña por cabaña hasta encontrarlo. Hace tres horas llegué y solo recorrí cinco lugares donde hay cabañas para alojamiento, en ninguna estaba el y tampoco habían escuchado su nombre, por estos lados no había rastros de Oliver.

Subi a una montaña, desde ella se veía toda la ciudad, al rededor estaba todo nevado, nieve por todos lados y algunos animales que andan en ella. Yo tenía un gorro de Lana negro, una campera de jean negra, un pantalón negro y una vans, como de costumbre. En la mochila traía una botella de agua y un poco de comida. Llegué a otro lugar y recorrí la sala principal, había muchos cuadros de diferentes personas en la nieve, en las sillas voladoras y en diferentes lugares de Bariloche.

En el mostrador estaba una mujer de pelo rubio, un poco mayor y a su lado había un gato negro, me acerqué a ella para consultar por lo que andaba buscando.

—Ningún adolescente se hospedó hoy, lo siento.

—ouh, gracias. Dije y me alejé frustrado.

El gato empezó a seguirme, pasaba entre mis piernas queriendo que lo acaricie, lo levanté del piso y acaricie su cabeza, soltó un ronroneo y así seguimos mientras caminaba. Era tranquilo, estuvo en mis brazos todo el rato y permaneció así. Al cabo de media hora, llegamos a otro lugar de cabañas, no me quería dar por vencido pero a este paso, jamás iba a encontrar a Oliver.

Antes de entrar, mi teléfono comenzó a sonar, era Paul pero no atendí, era más que obvio el porque me estaba llamando, se enteró que vine a buscar a Oliver. Cuando el teléfono dejó de sonar, me llegó un mensaje.

《Apolo, que carajos estás haciendo en Bariloche?》.

《Que CARAJOS te importa. Cuál es el problema, Paul?.》

《No quiere verte.》

《Que me lo diga el.》

Y guardé el celular. Llegaron otros mensajes pero los ignoro por completo, agarro al gato y entro en la otra cabaña. Esta era un poco más grande que las anteriores, tenía un hogar en el medio de la sala y varios asientos donde algunas personas estaban sentadas en ellos. Un joven no muy mayor que yo, estaba atendiendo a las personas que llegaban, hice la fila y en unos segundos, avancé hacia el.

Antes de decir algo, me miró de arriba abajo, con una sonrisa, agarró una lápida para poder anotar.

—Su nombre?. Preguntó amable.

—No vengo para hospedarme, estoy buscando a alguien.

—¿Cómo es el nombre de la persona que busca?.

—Oliver Morris.

Chequeo en la libreta unos segundos pero no hubo tal nombre en ella.

—Lo siento. Dijo.

—Muchas gracias. Fue lo único que dije.

Antes de salir, el joven volvió hacia mi para decirme algo.

—¿No tendrás una foto de el? Quizás vino más temprano y no había espacio.

Saqué mi teléfono y busqué una foto de Oliver, me tomó unos segundos pero encontré una que le había sacado de frente en el patio de mi casa.

—Es el. Dije mostrando la pantalla.

—Me suena familiar, creo que hace unas semanas estuvo por acá pero ese tiempo, las cabañas estaban llenas por la nieve.

—Por favor, necesito que hagas memoria.

—Si, lo recuerdo, el chico lindo de los brazos fuertes, le pedí su Instagram pero me dijo que tenía novio... y ahora que lo pienso, creo que ese novio...

Asenti con la cabeza y sus ojos de abrieron con sorpresa.

—No fue mi intención, lo siento.

—No te disculpes, estoy acostumbrado a que se lo queden mirando, ese maldito ser esta muy bueno.

El se río dándome la razón y me explicó que lo vio irse a las cabañas que están arriba de la montaña. Una montaña sobre otra montaña, que carajos.

Salí de ahí aún con el gato en los brazos y empecé a subir la montaña. No sabía que era peor, si la nieve, el gato en mis brazos o que no alergia empezaba a hacer efecto. Si, soy alérgico al cambio de clima y pasar del calor a estar rodeado con la nieve, no es muy bueno que digamos. No faltaba demasiado para llegar, el atardecer no se notaba mucho por las nubes pero la noche no iba a tardar en aparecer.

Al llegar, había dos cabañas, una era más grande que la otra y en sus techos había nieve. Entré primero a la más chica, había una sala con un hogar apagado, hacía mucho frío ahí adentro y eso me hizo pensar que Oliver no estaba en esta cabaña. Me dirigí a la puerta para salir pero vi al gato subir las escaleras, fui atrás de el y se metió en una de las habitaciones. Esta tenia una ventana que apuntaba a la otra cabaña. El gato salió por debajo de la cama y se subió a la ventana, lo llamé para que bajara pero me ignoró.

—No debí haberte traído conmigo, gato tonto. Me quejé en voz alta.

Este me tiró un maullido y se empezó a lamer la pata. Me acerqué a el y le acaricie la cabeza, quería ponerle un nombre pero no se me ocurría ninguno. Primero pensé en miau, pésimo nombre para un gato, después se me ocurrió patitas, peor. Me rendí y agarré al gato para salir de la habitación pero en ese momento vi pasar una sombra atrás de la cortina de la otra cabaña, se quedó ahí un momento, no se veía mucho, la cortina era de un color violeta fuerte y tenía dibujos de pinos nevados en ella.

Me quedé mirando pensando que la persona se iba a ir pero cuando pestañee había abierto la cortina. Mis ojos quedaron completamente abiertos y mi cuerpo se heló entero, dejé caer al gato sin darme cuenta, el también se quedó inmóvil mirándome, muestras miradas se conectaron como la primera vez que nos vimos. Reaccioné rápido y bajé corriendo para salir de la cabaña e ir rápidamente a la otra, abrí la puerta y subí las escaleras, cuando llegué a la puerta, antes de entrar, me corrí una lágrima que me caía del ojo derecho, no quería entrar y al mismo tiempo era lo que más deseaba hacer. Bajé el picaporte y la abrí. Ahí estaba el, vestido con una campera verde un gorro negro, pantalón de jean común y con sus Converse verdes.

Mi respiración se aceleró, unas cuentas lágrimas empezaron a caer de mi rostro y el las notó, se acercó un poco a mi pero no tanto, su expresión era neutra, no me decía si estaba feliz o enojado por verme, cuando quise soltar alguna palabra, el habló antes.

—Hola, Apolo.

Apolo y OliverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora