Primera parte

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—No creo que sea tan malo— dije acariciando la suave cabeza de Sparky.

Él ladró.

—Bien, sé que no te agrada la idea, pero no es que tengamos muchas opciones, niño— le respondí y fue corriendo a su camita.

Mi teléfono comenzó a sonar. Es del hospital.

—¿Bueno? —dije al instante. Mi corazón se aceleró. —¿Trasplante de corazón? ¿Doctor que pasó? —me levanté rápidamente del sofá y tomé las llaves de mi motocicleta.

—Estoy en camino— guardé el celular y bajé corriendo al estacionamiento.

¿Por qué tiene que ser tan difícil? Ni siquiera voy a llegar a trabajar hoy, no puedo permitirme perder ese dinero.

No sé qué voy ha hacer. No tengo que perder la poca cabeza que me queda, es lo único que sé.

Cuando entré a la habitación de mamá, ella estaba dormida. El doctor comenzó a explicarme lo que le estaba sucediendo.

—Me temo decirle que la miocardiopatía y la enfermedad en las arterias coronarias se agravaron un poco más— mi pulsó se desvaneció en ese segundo —Ya se encuentra en la lista de trasplantes, pero nos conocemos hace ya bastante por lo que seré sincero. No creo que logré conseguir un nuevo corazon a tiempo, está varios lugares abajo— terminó de hablar él.

Ni siquiera sé cómo me siento.

—Y tampoco contamos con el dinero. Dios— suspiré y me senté.

Él solo permaneció en silencio.

Ya tengo claro que mi vida no es para nada fácil, pero ¿esto? ¿justo en este momento? Esto va a matarme como mínimo.

—¿Cuánto tiempo tiene? —pregunté.

—Máximo unos cinco meses, en el peor de los casos solo... unos dos o tres meses— respondió y me levanté.

Le agradecí para luego salir del hospital otra vez y sentarme en el parque del frente. No comprendo por qué hacen espacios verdes frente de un lugar como este.

Mueren personas todos los días, pero ¡Hey, mira! ¡Un columpio en el parque!

Eso no reconforta nada.

Cerré mis ojos un momento para pensar.

Debes llamarla.

No lo hagas, no es bueno.

Nada de esto es bueno y te sigue pasando, tonta.

Tonto tú, muérete.

Lizzie, llámala o vas a morir de hambre y tu estúpida madre contigo.

Cállense, está llorando.

—No estoy llorando— exclamé y el niño se me quedó viendo raro. —Lo sien...— se fue.

¿Por qué no se callan un momento?

No puedes callarnos, somos tú, tonta.

Ares, basta.

—Cállense todos— otra vez hablando sola. Qué maravilla.

Miré el contacto y presioné 'llamar'. ¿Qué puede pasar? Nada grave supongo.

—¿Bueno? —escuché la voz de hombre. Ella era una mujer. Raro.

—Hola, ¿es el numero de... Ingrid? —creo que así me dijo Aubrey que se llamaba la mujer.

Sugar Mommy IssuesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora