LIBRO 1: ¡HEY, 6O544!

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Alina Campbell

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Alina Campbell.

Un día como cualquier otro, dentro de mi vida, nada cambia excepto mi ropa.

Todos los días, cada mañana me levanto a las seis con cincuenta para ducharme, desayunar algo y salir de casa a las siete con cincuenta.

Recorró las mismas calles siempre, veo; la panadería Gabell, un acuario, una ferretería, un hospital privado, una estética, un Seven que permanece abierto desde temprano hasta las once de la noche y finalmente llego a mi destino; el tren.

El tren de las ocho con diez va lleno de personas, con una mueca me echó para atrás y lo dejo ir, pero el que viene a continuación va peor que el que se ha ido.

Antes de subir al vagón, sacó mis auriculares para ambientar mi complicada mañana con un poco de música pop, me pongo ambos auriculares hasta que la melodiosa y profunda voz de Matthew Henderson cala en lo profundo de mi ser.

Uno de mis artistas favoritos desde que era una adolescente.

El tren medio lleno me trae de vuelta a mi realidad, ingreso al vagón colándome entre las personas, pidiendo disculpas por chocar con algunas de ellas.

—¡Es todo el espacio! —exclamo una mujer con notorio estrés, mirando molesta a otra chica.

Tome con firmeza el tubo metálico a mi lado y me centre en la música, alivianando mi cuerpo. No era nada del otro mundo vivir.

Solo que la vida adulta me era realmente indescifrable. A mis veintiún años seguía siendo un enigma para mi.

Todos los días miraba el mismo paisaje, el trabajo me quedaba hasta la terminal, tenía que recorrer todas las estaciones del tren para bajar en la antepenúltima y hacer otro transborde a otro tren.

Cada día de mi vida, veía el mismo paisaje, a veces los mismos rostros.

Solía tomar asiento a mitad de viaje, cuando lo hacía no dudaba ni un instante en dormir un poco, el trabajo era exigente y mal pagado.

Y debido al transporte, estaba llegando tarde, por primera vez.

Aquel día la plaza estaba más transitada de lo usual, el lugar en el que he trabajado durante seis meses era un poco escondido, por lo que me sorprendía ver tanta gente a las diez de la mañana.

Me quite los auriculares, le envíe un mensaje a mi madre para hacerle saber que llegué sana y salva.

Ingresé con prisa al establecimiento en el que trabajo de 10:00 de la mañana hasta las 8:00 de la noche, sí, mi vida se va en permanecer aquí.

—Buen día, señorita —saludó el guardia de seguridad de la tienda.

—Buen día.

Tenía prisa, eran las diez con diez cuando nos encontramos.

¡Hey, 60544!: EMISORA.EN EDICIÓN.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora