Era tanto tiempo que no había tenido noticias de él que al verle le ocasionó una pequeña conmoción. Tanto que tardó en reaccionar y ver que había entrado sin que el mayordomo lo anunciara.
- ¿Cómo...? - le costaba hilar los pensamientos y más cuando el último recuerdo que tenía de él, fue al abandonar su casa cuando descubrió que su marido no le había hecho ningún daño a quién lo consideraba su enemigo -. ¿Qué haces aquí?
Edward echó un vistazo a su alrededor y vio que la puerta seguía abierta.
- ¿Tienes miedo que Myers me descubra?
Elle cabeceó y dijo secamente.
- No tengo ningún miedo. Damien está aquí en la casa, puede entrar perfectamente y ver que estás aquí. ¿A qué has venido?
El caballero aludido no evitó hacer una mueca al escuchar su tono seco y presenciar su recelo ante él.
- Pareces una mujer atemorizada, ¿no me invitar a tomar una taza de té? - Elle abrió los ojos como platos ante tal desfachatez que había soltado sin ninguna vergüenza.-. Después de tanto tiempo quería saber cómo estabas, no me puedes culpar por ello. No tenía ninguna noticia tuya. Además, me he enterado de tu reciente maternidad y quería felicitar... felicitaros.
Ambos oyeron los pasos de Myers que hasta no entró, no vio el panorama que había en el interior de la estancia, provocando que Elle temiera por lo que podría ocurrir, más que nada, porque no quería que Damien estuviera mal por dicha visita, inesperada como molesta.
- Harold - pronunció su apellido con el más frío de los saludos -. ¿A qué debemos esta visita?
Sutilmente fue acercándose a su esposa, que estaba tensa como una cuerda, y al notar su cercanía se fue relajando; detalle que no le pasó desapercibido a quién fue su amigo.
- No te preocupes, Myers, vengo con la bandera blanca.
- ¿Ah, sí? Discúlpeme que discrepe cuando el señor Gold no ha anunciado tu nombre y te encuentre a solas con mi esposa.
Elle puso una mano en su torso, pero no apaciguó el malestar de Damien que sentía aquella visita como una intrusión.
- Veo que durante todo este tiempo os habéis unido y no os habéis tirado los trastos a vuestras cabezas.
Ninguno de la pareja habló, haciéndole saber que no se creían sus palabras.
- ¿Podéis aceptar mis buenos deseos para vuestro hijo? No quiero más guerras. Ante todo, porque te consideraba mi amiga y me gustaría pensar que podamos seguir con la amistad que tanto nos había unido en el pasado. ¿Acaso lo has podido olvidar?
Le tocó a Damien ponerse tenso y taciturno, cosa que al otro hombre disfrutó, mas pronto se le borraría la sonrisa al escucharla decir:
- Lo aceptamos, sir Harold - no lo tuteó, marcando las distancias -. En cuanto a la amistad que alude le diré que le trataré con la cordialidad que se merece. Fuimos amigos en el pasado y lo recordaré como tal, como un buen amigo. Pero dada la situación que ha cambiado entre nosotros, el agradable recuerdo de ello se queda en el pasado.
Edward no le gustó aquello, aunque no lo demostró. Aun así, se convenció de que en la guerra hubiera perdido más que en ese momento que no podía hacer nada más que el observarles y tirar alguna que otra pulla. En cambio, Damien no musitó palabra.
- Espero corresponder con la misma cordialidad que amablemente se me ofrece- dijo Edward falsamente dulce.
Elle contuvo un escalofrío y miró a Damien. Estaba muy preocupada por él, pero este solamente se encargó de decir:
- ¿Quiere que le acompañe a la salida? - en otras palabras, le invitó a marcharse.
- No, gracias. No quiero entreteneros más. Ha sido un grato saber verles unidos y felices - no evitó que sonara con retitín y burla, aunque lo hizo más bien a propósito -. ¡Qué pasen un buen día!
Damien apretó los puños en sus costados al verle por fin salir. No se relajó en absoluto y Elle intentó apaciguarlo.
- Damien, mírame, por favor.
Asumido en sus oscuros pensamientos, no la escuchó.
- Damien - le cogió del puño -. No sabía que iba a venir.
Lo vio inspirar hondo y su mirada dura como el granito fue desintegrándose, para luego cerrar los ojos.
- No me puedo evadir del malestar que me produce al verle, y más, si está cerca de ti.
Rompió el contacto y fue caminando por la habitación, como si estuviera enjaulado y Elle no evitó sentirse mal por él. Maldijo en su fuero interno y en la hora con que Edward reapareció en sus vidas.
- Damien, no siento nada por él. Créeme - añadió impotente ante la situación que se había creado, y temía que se pudiera agrandar más por minutos.
- ¿En serio? No se me olvida tan fácilmente que yo era el segundo plato de toda la parafernalia que se montó - masculló sin freno, herido de alguna forma y vulnerable a más no poder -. No se me olvida que antes de acudir a mí como llave de tu venganza, lo querías como esposo y padre de tus hijos.
La joven le dolió escucharle. Aunque sus palabras eran certeras, no podía aceptarlas porque sus sentimientos habían cambiado. Se podía reír de sí misma al recordar lo ingenua que fue. Había sido muy estúpida en el pasado. Pero de toda esa locura, le había conducido a él y no se arrepentía. Ahora no podía soportar una vida que no estuviera él presente. Se acercó nuevamente al caballero dolido, que se había detenido en sus pasos y le daba la espalda.
- Cierto es lo que dices, pero he recordarte que no me arrepiento ni un segundo de mi decisión de haberte hecho esa proposición; ni de haberme casado contigo.
Lo observó mover la cabeza y dejó que el silencio se instalara entre ellos. No por mucho tiempo. Se apoyó en su espalda y respiró profundamente. Su mejilla se rozó con la tela del chaleco como un gato en una manta de terciopelo mientras sus manos se entrelazaron su torso, sujetándolo a ella.
- No quiero otro hombre en mi vida que no seas tú.
Se le cortó el aliento cuando lo notó girarse en sus brazos y sujetó su barbilla entre sus dedos. Su mirada rapaz atrapó a la suya, escudriñándola. No dijo nada, ni falta que hizo. Se inclinó hacia ella, cubriendo su boca con la suya sin permiso, ni con dulzura, dándole entender que era él quien la estaba besando y no otro, ni viejos amores del pasado.
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No soy como él (Volumen I)
Historical FictionEs un borrador que le iré dando forma conforme vaya escribiéndola. Nadie espera que el primer amor sea el que traiciona y rompa en mil pedazos su corazón. ¿Podrá sanar de las heridas, de la desconfianza y del dolor?