Julieta y Agustin

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Algo no estaba bien... La casa que de un momento a otro comenzó a desmoronarse ahora cubría sus grietas sin ayuda, los caminos que en el pueblo se habían agrietado ahora estaban uniéndose nuevamente y el sol salía una vez más... Pero la vela ya se había apagado.

Sin saber el porque todos corrieron asustados a comprobar sus dones viendo que ahora estos eran más fuertes que antes, pero aún así... ¿Por que no paraban de llorar?

—¡Maribel! ¡Mija! ¿Dónde estás? 

No había alguien del pueblo que no estuviera buscando a la joven, pero esta parecía haber sido tragada por la tierra, en esos tres días el río se desbordó y ni siquiera la más fuerte de los Madrigal logró hacerle frente, pero cuando el cuarto día llegó la inundación cesó y el río comenzó a volver a su estado natural.

Al quinto día de búsqueda un grito alertó a todo el pueblo que con apuro buscó el origen de este encontrándose con una escena desgarradora. 

—¡Maribel...! Mija no haga esto, parece por favor ¡Maribel! —seguía pidiendo el hombre mientras sostenía el cuerpo de su hija y a su lado estaba Bruno, el primero en descubrir el cuerpo de la joven y quien con apuró buscó al primer familiar que se topara— que hago... ¿Que puedo hacer para que abras tus ojitos mi niña? —murmuró acariciando su mejilla mojada.

—¡Mirabel! —Julieta se acercó quitando a la gente de su camino arrodillándose junto a su espeso esperando poder hacer algo por su hija— todo va a estar bien mija, yo voy a sanarte, todo va a estar bien, solo abre tus ojos y mamá se encargará del resto —la expresión de la mujer era de completo desconcierto, la Madrigal se negaba a aceptar lo que miraba frente a sus ojos y en cambio luchaba por hacer que su hija comiera algo.

—Julieta...

—¡No! Se lo que vas a decir, no lo digas, esto no está pasando, mi hija va a estar bien, Agustín, cárgala, la llevaremos a la casa y... Y yo haré algo, puedo hacer mas comida, ella va a estar bien, ella va a estar bien, yo lo sé, soy su madre...

—Hermanita... Ella ya no está —susurró Pepa sin darse cuenta de como el pueblo se llenaba de nubes grises.

—Dámela a mi compadre, tu no estás bien, por favor déjame ayudarte a llevarla —Felix intentaba hacer que Agustín entrara en razón y soltara el cadáver de su hija.

—No puedo... Es mi niña... Esto no puede estás pasando, ella solo está dormida... Solo está cansada por la pelea, ella va a despertar y yo y Julieta tenemos que estar con ella, tengo que consolarla...

—Si... Ella solo duerme, pero si sigues así la vas a despertar —el hombre decidió seguirle el juego— ¿Recuerdas cuando Camilo era pequeño y no dormía mucho por las noches? En ese tiempo Pepa estaba de mal humor por no dormir y tu te quedabas a cuidarlo conmigo, tu me ayudaste a cargar a Camilo cuando yo estaba cansado, ahora tu estas cansado así que... Por favor entrégame a mi sobrina, la cargaré por ti hasta que te sientas mejor.

Poco a poco los brazos del hombre cedieron y Felix pudo tomar el frio cuerpo de la Madrigal en sus brazos, su esposa consolaba a su hermana quien ahora parecía estar a segundos de desmayarse mientras su cuñado y amigo desde la juventud caminaba junto a él resguardando el descanso de su hija.

El pueblo le dio paso a aquella parte de la familia que con pesar llevaba a la mas dulce de la familia en brazos rumbo a una cama que les diera tiempo de hacer un ataúd.

—¡Mirabel! —había visto desde lo lejos como su tío se acercaba con su hermana menor y se alegró al ver que no parecía tener ningún rasguño, ella solo parecía dormida, tal vez estar tantos días fuera la había cansado ¿Eso era todo, verdad?

Entonces... ¿Por que su cuerpo estaba tan frío? Su piel estaba pálida, tal vez estaba enferma, pero su madre la curaría, si, todo saldría bien, Mirabel solo estaba cansada.

—Mirabel... —un suspiró doloso salió de los labios de Isabela quien le arrebató el cuerpo a su tío apenas este cruzo la puerta— hermanita... ¿Que te pasó? Dime... ¿Que te duele...? Mirabel, hermanita ¿Por que estas así? Esto no es gracioso, abre los ojos... Mirabel... —Isabela sacudió su cuerpo— Mirabel ay... —sollozos lastimeros salían de sus labios— ¡Mirabel! ¡Despierta...! ¡Vive! —los sollozos ahora eran gritos desesperados— ¡DESPIERTA!

—Shhh... Todo está bien, ella estará bien —consolaba su padre aferrándose a sus dos hijas.

 —Papito... Dile que despierte... Por favor...

Un golpe secó se escuchó en la entrada de la puerta. Luisa había salido a buscar a su hermana desde que el sol salió, pero ahora algo estaba azotando al pueblo y ella tenia que volver para protegerlo, sin embargo, nunca, ni siquiera en sus mas horribles pesadillas esperó encontrar esa escena.

Su corazón no lo resistió y por primera vez se permitió huir de la responsabilidad de ser fuerte, se permitió caer de rodillas y gritar de dolor y dejó que el cansancio la atrapara, después de eso sus ojos se cerraron esperando despertar con el los tarareos de su pequeña hermanita.

'Esta es la familia Madrigal... Hogar de mi gente en Madrigal...'

Días después la familia se vistió de luto y sin poder aceptarlo cargaron el féretro de la chica por todo el pueblo hasta llegar a aquel terreno cubierto de flores en donde descansaban los restos de aquella familia.

A la sombra de un gran árbol de flores amarillas descansaba el recuerdo del abuelo Pedro y el pensamiento de todos era que el recuerdo de la abuela descansaría junto a él, pero como un castigo divino por su codicia y su silencio ahora ellos enterraban a una chica que tenia tanta vida por delante como pesares.

—Mi pequeña... Mi precioso sol... Perdóname —rogó arrodillado frente aquel jardín que había sido plantado sobre su ataúd— debí cuidarte más, pude intervenir pero no lo hice... Por favor perdona mi cobardía... No fui lo suficientemente fuerte para ti... No soy digno de llamarme tu padre... Perdón —a su lado se arrodillo su esposa y sus otras dos hijas quienes seguían llorando desconsoladas.

Ya no había mucho que decir o hacer, ahora debían resignarse... Pero sonaba mas fácil de lo que era.


... 

No se que hice pero me gusta.

¿Cómo les quedó el ojo?

La familiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora