Era su cumpleaños número 23 ese día, o al menos Senkuu debería tener esa edad sin considerar los otros 3.700 años que pasó petrificado, contando cada segundo, minuto, hora, día, mes, año, década, siglo y milenio hasta liberarse de su jaula de piedra. Al científico aún le era difícil caer dormido sin empezar a contar, como si se hubiese convertido en un hábito.
Ahora que todo se había calmado, o al menos la interminable guerra contra cada enemigo que les obstruía el paso, se le había vuelto más difícil detener su cerebro para que dejase de contar, asustado quizás de que algún día todo lo que habían construido desapareciera, como había sucedido milenios atrás. En ese momento, había perdido a su padre, y Senkuu no sabría qué hacer si llegase a perder a sus nuevos amigos, que se habían convertido en su única familia.
Nunca le importaron los lazos sanguíneos cuando se trataba de familia. Senkuu creía que bastaba con tener amigos cercanos; pero ahora que todos parecían estar intentando formar sus propias familias, era más difícil de ignorar el hecho de que, quizás, para sus amigos, él no cabía dentro de esa categoría.
Mierda, probablemente estaba ya demasiado borracho pensando sobre cosas así. Incluso cuando sus amigos hicieron una gran fiesta a su nombre e intentaron todo lo posible para que este no se aburriese: realizando un concurso de ciencia para niños donde él sería el juez; construyéndole un observatorio nuevo (lo que casi lo hizo llorar); e incluso sirviendo un delicioso banquete preparado por François, el humor de Senkuu parecía empeorar conforme el día avanzaba. No era culpa de ellos: extrañaba al viejo Byakuya, y aunque hubiese dicho mil veces que los sentimientos eran solo un problema, el científico deseaba más que nada en el mundo tener una conversación profunda con alguien y quizás un abrazo también.
Incluso cuando llegó la final del concurso y a los niños ganadores les otorgaron el Ishigami Senkuu Award para luego ser despachados a sus hogares, los amigos más cercanos del cumpleañero se acercaron a él y siguieron haciendo todo lo posible para que pudiera pasarla bien.
Pero, para su poca sorpresa, casi nadie notó que estaba deprimido al final del día excepto por Kohaku. Cada año en esta fecha la leona le regalaba la misma preocupada mirada que lo hacía sentir culpable y molesto, y cada vez que había intentado hablar con él, Senkuu la ignoraba. Durante los años en que se conocían, y en los que habían sido los mejores aliados de cada uno, Kohaku había crecido tanto en fuerza como agilidad, pero sobre todo en inteligencia. Era sumamente perceptiva y al científico le asustaba a veces lo bien que lo conocía. Hoy, sin embargo, parecía cansada de hacerlo hablar, optando por solo mirarlo con esa triste expresión.
Para cuando la mayoría de sus amigos estaban borrachos; bailando y jugando, Kohaku se sentó a su lado en silencio, mirando hacia donde fuera que la mirada del científico estuviera clavada y luego hacia el cielo estrellado.
-Estoy bien. -Senkuu comentó, molesto.
-Claro que sí. -la leona replicó irónicamente.
El científico rio con burla y amargor. Aún cuando no insistía en que le dijera qué le pasaba, Senkuu no quería que ella supiera que no estaba para nada bien. No quería que Kohaku se preocupase por otra persona que no fuese ella misma.
-Bailemos. -el cumpleañero la escuchó decir, sin poder si quiera creer que Kohaku realmente le había propuesto eso hasta que la miró de reojo y se dio cuenta de que hablaba muy enserio.
-Tú sabes bien que yo no...
-¿Lo has intentado siquiera? Yo tampoco quería al principio, pero al final bailar es liberador. -la leona lo observó por el rabillo del ojo, con la mirada vibrante de emoción. Senkuu sabía que ella no se burlaría de él, pero realmente no quería hacerlo.
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Báilame (Senku x Kohaku)
RomanceSenku no cree que Kohaku esté interesada en él, hasta que la ve bailar. (Traducción de mi fic Dance to me en AO3) ¡Feliz cumpleaños Senku! *Contenido sexual explícito*