Capítulo 1.

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—¡Layla, basta!

—¡No me digas basta para callarme, Derek!

—¿¡Cuál es el maldito problema ahora!?

—¡Tú eres el maldito problema!—Le grito muy enojada.

Llevamos en esto veinte minutos.

«Es difícil cuando tú mejor amigo es el chico que te gusta y también es con quién más discutes.»

Él se pasa las manos por la cara muy enojado.

—Chicos, cálmense.—Nos pide Alex, el novio de mi mejor amiga.—Gritando no van a llegar a ninguna parte.

Respiro y solo veo muy enojada a Derek.

—¿Layla, cuál es tu molestia?—Me pregunta Sky amablemente, rubia, ojos azules y diseñadora, mi amiga.

«¿Cuál es mi molestia? Demasiadas cosas.»

Derek solo me observa esperando mi respuesta.

—No lo diré.

—¿¡Qué!? ¿¡Llevas discutiendo conmigo veinte minutos y sales con eso!?—Derek se acerca a mi.

—¡Sí! No eres un maldito niño para esperar que alguien más me pregunte que me pasa.

—¡Fue lo primero que te pregunté!

Siento una mano en mi hombro.

«Diego.»

Su mano es un poco más grande que la de Derek. El callado del grupo y mi mayor apoyo.

—Respira.—Es lo único que me dice para luego dirigirse a Derek.—Y tú cálmate.

Me cruzo de brazos y veo hacia la pared. Estamos en casa de Carlos, se supone que en diez minutos tenemos que ir a un juego de béisbol.

—¿Layla, podrías decirme cuál es tu problema?

—No me contestaste el mensaje que te mandé.

—¿Mensaje?—Saca su teléfono para revisarlo y suspira.

—Un momento.—Se hace oír Yasmine. Chica ruda, blanca, pelinegra con piercings.—¿Toda esta pelea es porque no te contestó un mensaje?

La observo enojada.

—Sí, le mandé un mensaje hace dos horas, para saber si podría buscarme, nunca me contestó.

Volteo a ver la pared de nuevo, noto que hay un pequeño agujero.

«Un clavo.»

—Layla, eso es un poco ridículo.—Sigue Yas.—Llevan veinte minutos discutiendo solo por no saber que le habías enviado un mensaje...

—¡Derek siempre me busca! Hoy no lo hizo, por eso le pasé un mensaje el cuál no respondió. No tienes que darme tu opinión de si te parece o no ridículo.

—No dirijas tu malhumor hacia mí.

—Tú hiciste lo mismo en nuestras vacaciones, no veo porqué no hacer yo lo mismo.

—Suficiente.—Derek nos detiene y me ve.—Layla, tienes razón, siempre te busco y hoy no lo hice. Me disculpo.

—¿Por qué mierda te disculpas?—Lo cuestiona Yas.

—Viejo, Yas tiene razón. Te quiero, Lay, pero no está bien que te pongas así.—Carlos interviene. Es venezolano, igual que Dani, David y yo.

Mi enojo solo va en aumento.

—¿¡Por qué no se ahorran sus comentarios y opiniones de mierda!?—Grito mucho más fuerte que hace rato.—¡Me tienen harta!

Salgo de la casa azotando fuertemente la puerta, comienzo a caminar sin saber a dónde ir, pero estoy tan enojada que no siento la fría brisa de Nueva York.

Al borde del abismo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora