Conquistarla

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Tan pronto salimos de la sala de cine, fuimos a comer y a dar un pequeño paseo por el centro comercial. Los gemelos se encontraban muy felices; correteando de un lado y el otro. Aunque vi a Jade cohibirse en muchas cosas, disfrutó con los niños y conmigo. Cuando cayó la noche, a ambos los venció el cansancio, dándole fin a tan agradable tarde.

—Gracias por la invitación, Sebas. De verdad los niños disfrutaron muchísimo pasar el tiempo contigo. Le caíste muy bien a ellos. Ahora me darán lata para que vayas a casa seguido.

—Aquí el único que tiene que agradecer soy yo. Hace mucho no me divertía tanto como hoy. Son niños muy dulces y amistosos.

—Como tú — dejó escapar y mordió su labio para no reír—. Digo, hasta en la personalidad se parecen. Lo único que sacaron de mí, fue el tipo de sangre.

—¿Qué te parece si compartimos tiempo el fin de semana? Ninguno de los dos trabajamos.

—Oh, claro, se me olvidó por un momento quien es el jefe.

—¿Puedo llevarlos mañana a la escuela?

—Claro, no hay problema.

Tan pronto llegamos a la casa, le ayudé a cargar a los pequeños y ella abrió la puerta para mí. Son niños grandes y algo pesados, pero nada que no pueda soportar. Jade me guio hasta su habitación y me ayudó acostando a uno de ellos en su cama, por lo que hice lo mismo con el otro pequeño. Me despedí de Andrés y de Diego, antes de que Jade apagase la luz y salimos de la habitación.

—¿Quieres algo de beber? — me preguntó.

—No, gracias. Supongo que va siendo hora de que me vaya.

—Ah, ¿sí? — enarcó una ceja.

—¿O no? — la tomé de la cintura y la pegué a mi cuerpo, hundí el rostro en su cuello y me deleité con el aroma de su perfume—. ¿Acaso quieres decirme algo?

—Que te ves muy sexy como papi.

—¿Quieres salir conmigo? La cena de ayer no salió como me lo esperaba.

—Terminó mejor, ¿no? — susurró en mi oído.

—Bueno, eso no lo puedo negar — estampé mis labios en su cuello y escuché su respiración agitarse un poco—. Pero igual no era lo que tenía en mente.

—¿Qué tenías en mente?

Me despegué de su cuello y la miré directamente a los ojos. Bajo la poca luz que entra desde la cocina de la casa hacia la sala, sus ojos se ven completamente mieles. Es como si el verde de ellos se hubiese esfumado.

—Tienes ojos muy bonitos — fue lo que dije y soltó una risita—. ¿Por qué te ríes?

—Como que te pierdes por unos instantes, Sebas.

—Es tu culpa. Tienes ojos muy bonitos y me desconcentro cada que te miro tan fijamente.

Hizo silencio por breves segundos para luego desviar la mirada.

—Creo que es mejor que te vayas, galán — ¿desde cuándo se avergüenza? —. Tienen que estar en la escuela a las ocho en punto.

—Vendré muy temprano — no dejé de mirarla.

—Está bien —y ella no dejó de esquivarme la mirada.

Besé sus labios, prolongando la unión de nuestros labios hasta donde el mismo aire así nos lo permitiera. Sus labios son muy suaves. Ella besa tan bien; suave, pero con fiereza.

—Descansa, preciosa.

—Hasta mañana.

Salí de la casa con una tonta sonrisa y con el corazón acelerado. Tiene la facilidad de hacer que pierda la noción estando en su presencia. En pocos días descubrí que me gusta mucho más de lo que había pensado en el pasado.

Llegué a casa y, para ser sincero, no me sorprendió ver a Ignacio esperando por mí. Mi tío ha sido un hombre muy solitario, por eso y muchas razones más, decidió buscarme. Ahora pasamos mucho tiempo juntos, reviviendo épocas de mi niñez donde aún se hacía ver ante las personas. Si no fuera por él nunca habría conocido a mis hijos.

—Lo sabias, ¿verdad?

—¿Qué son hijos tuyos? Por supuesto, siempre vi la familiaridad en ellos, pero me dije que las casualidades existen. Y a tu llegada lo comprobé.

—Son perfectos. Nunca pensé que fuera a tener hijos tan bellos.

—Son dos niños muy encantadores — bebió del vaso que tiene en la mano y señalo el lugar vacío a su lado—. Ya tengo hecho el testamento.

—¿Podemos hablar de eso luego, tío?

—Más temprano que tarde la muerte llegará irremediablemente. Entiende que tú y mis sobrinos son lo único que tengo en la vida.

—No sé, Ignacio. ¿No tienes una mujer que ames y sea ella quien maneje todo lo que has construido por años? No soy merecedor de tu dinero.

—Eres mi sobrino, Sebastián. Deja las estupideces. El testamente ya está hecho, haz que mi voluntad se cumpla al pie de la letra. Es una orden.

—Entendido, jefe — la nostalgia me gobernó—. Pero aun te quedan muchos años más de vida. Recuerda que serás el padrino de bodas de mis hijos.

—Quizás no la de ellos, pero de pronto aguante hasta la tuya — ladeó la cabeza y sonrió—. Jade es una chica difícil de roer, pero en ustedes hay una fuerte chispa. De eso sí me di cuenta al primer instante.

Reí.

—Dudo mucho que ella quiera casarse conmigo. Por ahora conformémonos con el hecho de que me aceptó en la vida de mis hijos y en la de ella.

—Es un paso, ¿no? Eso sin contar que siempre ha sido muy prevenida con los hombres — golpeó mi hombro—. Es la madre de tus hijos, al fin y al cabo, ¿no? ¿Por qué no intentar conquistarla?

—Creo que salir de estas cuatro paredes te afectó, Ignacio.

—¿Me vas a decir que no eres capaz de conquistar a una dama? Un King no se rinde.

—Entones ni tu ni yo somos King — sonreí ladeado—. Me gusta, lo acepto, pero de aquí a llegar a enamorarme de ella, lo veo muy difícil. Más porque ella no es una mujer dada a abrir su corazón a alguien más que no sean sus hijos.

—Pues lucha como un King, Sebas. No querrás morir en soledad, ¿o sí'

—Ve a dormir, viejo. Deja que la mujer de mi vida llegue en el momento adecuado.

—Eres un ciego.

—No quiero hacerme ilusiones falsas con Jade. Ella me dejó en claro que lo nuestro solo es sexual e interés de paternidad. Ahora a descansar. 

Noches De Fantasía[En Físico][✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora