La admiración de un Fanático -Snarry-

La admiración de un fanático.

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Harry Potter había crecido como un niño común dentro del mundo mágico, fue instruido con la educación de un sangre pura debido a las pautas dentro de la casa Potter pero Lily se encargó de introducirlo al mundo mágico.

Harry cursó por las mañanas el pre-escolar y la escuela primaria mientras por las tardes su padre le pidió que leyera algunos libros para después conseguir un instructor. 

El niño tuvo amigos tanto Muggles como magos, Lily —junto a James— llevó a su hijo a lugares como Disneyland, McDonald's, arcades, cines, ferias, museos, etc.

James le dio un recorrido por el castillo de Drácula, el valle de las hadas, el museo conmemorativo de la caza de brujas en Salem, partidos de Quidditch, la torre Eiffel mágica y varios castillos cercanos a Hungría.

El heredero Potter era feliz al paso de los años de su infancia, no fue mimado en absoluto, Lily no lo permitió a pesar de las réplicas de James y Sirius.

Si bien era un prodigio en el deporte de Quidditch, eso a Harry no le interesaba en absoluto, James no pudo evitar estar ligeramente decepcionado pero cuando Sirius hizo un drama sobre eso, lo puso en su lugar.

Harry era un niño de libros, siempre lo fue, así que no era de sorprender que no saliera mucho a jugar deportes. 

Aún así, le gustaba que su hijo hiciera un poco de ejercicio de vez en cuando e hicieron un trato: James y Lily respetarán su obsesión hacia la lectura mientras Harry cuidara su salud.

Así fue que Harry conoció el gimnasio, Lily había contratado un instructor y pagado mes tras mes la suscripción del Gym. Harry tenía que pasar una hora diaria ahí, el resto del día podría comerse los libros si quería.

Todo iba viento en popa hasta que Harry conoció las pociones a los nueve años de edad, cuando el Profesor Beeton —un Beta— lo introdujo a los temas teóricos que vería en Hogwarts.

El niño básicamente se enamoró de la materia, tanto que le rogó a Lily que lo llevara a Flourish and Blotts para conseguir todo lo que pudiera de ella. 

James le dio la llave de la bóveda a su mujer sin saber que Harry volvería con montones de libros y entre ellos tres del autor Severus T. Prince. 

El Potter menor leyó y leyó desde el primer avistamiento de la mañana hasta el último momento de la noche, se consumió libro tras libro en el siguiente año hasta que Harry cumplió diez años.

La adoración por el autor del libro incrementaba con cada libro que descubría de él, Harry pudo encontrar hasta ahora diez publicaciones del habilidoso Maestro de pociones.

—Harry, deja ese libro, es hora de llevarte al Gimnasio. —Lily dijo tras tocar la puerta y entrar con una sonrisa—. ¿De nuevo pociones?

—¡El maestro Prince es brillante! —Harry sonrió ampliamente—. Como desearía conocerlo, deseo algún día ser tan inteligente y hábil como él.

—Así que él es por quien has estado yendo a Flourish and Blotts cada mes. —Lily se rió—. Bueno, estaremos abiertos a noticias de El profeta y tal vez mencionen su nombre.

Harry quiso decir que el señor Prince no confiaba en los diarios de chismes como ese, si algo así se promocionara sería en su revista de pociones semanal o la mensual. No discutió más tomando su mochila de gimnasio.