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CAPÍTULO 17

-¿Dónde naciste?

Comenzó a latirle un músculo en la mandíbula, y sus ojos se oscurecieron de forma siniestra. Cualquiera que hubiese sido el lugar de su nacimiento, no parecía agradarle demasiado.

— Muy bien, soy medio griego; pero no estoy orgulloso de esa parte de mi herencia.

Bien; un tema espinoso. De ahora en adelante, borraría la palabra "griego" de su vocabulario.

-Volviendo al asunto de la tanga negra — dijo Niko— Debo decir que allí hay una amarilla que creo que le quedaría mucho mejor.

-¡Niko! — le gritó Joaquín.

Su amigo​ lo ignoró y condujo a Emilio al estante donde estaba colgada la lencería de color amarillo. Niko cogió una picardía de color amarillo brillante abierto por la parte delantera, y sujeto por un pequeño cordoncillo que se anudaba justo en el torso.

Los tirantes eran minúsculos. Una tanga rara y un liguero de encaje del mismo tono completaban el conjunto.

-¿Qué estás pensando? — le preguntó Joaquín mientras Niko sostenía la prenda frente a Emilio.

Él lo miró de forma especulativa.
Si continuaban con ese jueguito, acabaría muerto de vergüenza.

-¿Quieren dejar ya eso? — les preguntó —No pienso ponérmelo.

-De todas formas, voy a comprarlo — dijo su amigo con voz resuelta — Estoy prácticamente seguro de que Emilio es capaz de convencerte para que te lo pongas.

Él lo miró divertido.

-Preferiría convencerlo para que se lo quitara.

Joaquín se cubrió la cara con las manos y gimió.

-Acabará animándose — le contestó Niko con un gesto conspirador.

-No lo haré — le dijo Joaquín, aún oculto tras las manos.

-Sí lo harás — dijo Steve dejando zanjado el tema, mientras Niko pagaba la tanga Amarilla

Usó un tono tan arrogante y confiado, que Joaquín imaginó que no estaba acostumbrado a que le desafiaran.

-¿Te has equivocado alguna vez? — le preguntó.

La diversión desapareció de su rostro, y de nuevo ocultó sus sentimientos tras una especie de velo. Esa mirada escondía algo, estaba seguro. Algo muy doloroso, teniendo en cuenta la repentina tensión de su cuerpo.

No volvió a pronunciar una sola palabra hasta que el ojiverde regresó y le dio la bolsa.

— Vaya — comentó — se me ocurre que podrían poner unas velas, una música tranquila y...

-Niko!.. — lo interrumpió Joaquín

-¿Qué? ¿Prefieres un perreo a lo desgraciado y sin perdón de Dios?-

-No, nada de eso; te agradezco mucho lo que intentas hacer, pero en lugar de hablar de mí, ¿podemos ocuparnos de Emilio?
Niko lo miró de reojo.

-Claro, ¿le pasa algo?

-¿Sabes cómo sacarlo del libro? De forma permanente, quiero decir

-Ni idea — contestó y se dirigió a Emilio— ¿Tú sabes algo al respecto?

-No he dejado de repetírselo: es imposible.

Niko asintió con la cabeza.
-Es muy testarudo. Nunca presta atención a lo que se le dice, a menos que sea lo que él quiere oír.

dios del sexo emiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora