Capítulo 16

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Harold

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Harold

Los ojos cristalinos de Marina aguardan penetrando los míos con impaciencia.

Si bien se puede decir de mí que soy egocéntrico por muchas razones, no es solo arrogancia cuando admito que soy el mejor detectando el lenguaje no verbal y leyendo a las personas, es por eso que distingo en ella una demanda: espera más de mí de lo que quiero decir y revelarle.

No se equivoquen, mi miedo no es decepcionarla, pues sé bien que a estas alturas la pelirroja tiene un gran panorama de mi podrida alma por las cosas que sabe de mi familia, pero también sé que hay mucho que ella no conoce y que para como están las cosas, nos harían quedar a los Brown como unos santos dignos de la misericordia de Dios en comparación con lo que he averiguado de los Prescott.

Mi miedo inicial es que ella no pueda soportar tanto.

Me digo a mí mismo que no tengo ningún deseo por querer ser un héroe ante los ojos de Marina, a pesar de que reconozco un impulso por empezar por contarle lo bueno. Sé bien que no puedo hacerlo, debo mencionar aquel cabo que he atado al descubrir quién era su padre, aunque eso signifique horrorizarla una vez más con la oscuridad de quienes la rodean.

—No tienes que endulzarlo para mí, Harold. — Ella pareció reconocer mis dudas en la pausa prolongada que hice antes de hablar para poder analizar la situación. — Sé que debe ser una gran mierda porque jamás te vi tanto tiempo sin esa estúpida sonrisa arrogante en el rostro, pero te pido que seas sincero y cruel de ser necesario...merezco que al menos alguien lo sea conmigo. — Terminó de hablar casi en un susurro mirando hacia sus zapatos, al seguir su mirada vi que ni siquiera alcanzaban a tocar el suelo.

Esa distinción me hizo reír con una corta carcajada seca, ella pareció entender el motivo y me reprendió con el ceño fruncido.

Marina es demasiado pequeña, es una luz que por algún motivo ha quedado impune ante la mierda y la oscuridad de todos los demás en su vida, y una parte de mí quería mantenerla así de limpia.

Viéndola tan desprotegida, casi podía entender a cada retorcida persona en su vida que la puso en la caja de cristal a la que pertenece para conservar su luz.

Pero entonces, con su modo de demandar por respuestas lo comprendí:

Este tiempo junto a ella me hizo dejar de juzgarla por ingenua, he empezado a percibir cierta madurez e incluso frialdad que la ayudarían cuando todo estalle.

Es justamente eso lo que me hace distinto a todos los demás imbéciles en su vida: ahora que la conozco, creo que lo que brilla en ella no la hace débil. Es más fuerte de lo que cualquiera podría entender.

—Me gusta cuando te pones demandante, gatita. — Su ceño se frunció en mi dirección y yo le sonreí con seducción. Necesitaba descontracturar ese ambiente tenso que se había formado. — Hay mucho que decir, así que solo debes prometer que escucharás todo lo que tengo para decir. — Ella asintió repetidas veces.

Marina: Lie or DieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora