La hechicera roja

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Una mujer adulta de cabello negro y lacio, vestida de color rojo, estaba muy atenta mirando el suelo de la habitación, lleno de hexágonos y círculos grabados. La habitación era muy grande y oscura, tenía cubiertas las ventanas para evitar que la luz del día entrara. Las paredes eran grises, pero tenían clavadas hojas de libros, rollos y dibujos que apenas dejaban resquicios pequeños sin ocupar. Había un enorme mapa de Amna pintado en una de las paredes.

Acomodadas en el piso tenía cuatro piedras amarillas medianas, dos piedras blancas grandes y muchas piedras pequeñas. Tomó una vara y midió la distancia entre algunas piedras que estaban colocados sobre los hexágonos del suelo, luego tiró unos palos y leyó a algunos rollos. Comprendió que algo estaba sucediendo y se lo debía informar de inmediato a su amo.

Se colocó su capa negra y salió del aposento trayendo consigo los rollos, caminó por un pasillo hediondo lleno de reptiles de muchos tamaños, la mayoría vestidos con las armaduras del ejército rojo y llegó hasta un área al aire libre desde donde se podía ver lo que antes fue una ciudad próspera, pero que ahora estaba toda ennegrecida, destruida y sucia. Aún era de día.

Se dirigió hacia el edificio más grande, un castillo de piedra oscura, incrustaciones de acero negro con pequeñas luces moradas y rojas, que era resguardado por reptiles terribles

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Se dirigió hacia el edificio más grande, un castillo de piedra oscura, incrustaciones de acero negro con pequeñas luces moradas y rojas, que era resguardado por reptiles terribles. Al verla, se pusieron alertas y le abrieron la puerta con rapidez. Llegó a un patio de piedra sin algún árbol vivo, siguió hasta encontrarse con otra puerta, esta vez cerrada, que le permitiría entrar al castillo. La puerta fue abierta por los guardias, detrás apareció un reptil alto y fuerte, color negro y de ojos rojos, estaba recubierto con una armadura de acero oscuro con el escudo de Baabik-Anum en el pecho: el dragog dentro de un hexágono alargado. Se puso en frente a ella y le preguntó:

—¿A qué has venido Limorta?

—Hazte un lado, Ta-Borón. Tengo un mensaje urgente que darle a Krol-Hanán —replicó la mujer.

—Sabes que estos días ha estado muy intranquilo. Ha solicitado que no se le interrumpa por nada que no amerite importancia —Se opuso el reptil, empuñando su espada todavía dentro de su vaina. Su armadura tenía puntas en sus hombreras y en el casco, dándole un aspecto más terrible.

—Esto sí lo amerita —La cara de la mujer manifestó impaciencia y miró con sus ojos morados al reptil, como si ya no estuviera dispuesta a seguir discutiendo con él.

Ta-Borón se hizo a un lado y ella entró a un salón grande desde donde tomó unas escaleras que la condujeron varios niveles hacia arriba. Llegó a una puerta muy grande que daba al aposento de Krol-Hanán. Un guardia le abrió una puerta sencilla, incrustada en la puerta más grande y la mujer entró con los rollos en las manos.

El lugar estaba muy oscuro. Había restos de cientos de velas que ya se habían extinguido, quedando solo la luz morada de seis fuegos extraños alrededor del aposento.

En el suelo estaban grabados los mismos hexágonos y círculos como en la habitación de Limorta, mientras que en la pared había un arco grande de metal oscuro, adornado con muchos detalles de reptiles, hombres y cadáveres; como si contara la historia de una batalla pasada. Dentro del arco había una cueva, desde donde se escuchaba la respiración de un enorme dragón.

—Le ruego disculpe mi interrupción, oh amo —La mujer puso la rodilla en el suelo y luego se levantó—. No me hubiera atrevido a venir sino es porque tengo algo muy importante que decirle.

Un ruido se escuchó, como si algo gigante se estuviera moviendo dentro de aquella cueva y hacía temblar el suelo.

—Sabes que ordené no interrumpirme, Limorta —se escuchó una voz terrible que provenía desde adentro.

—Sí amo, lo sé. Pero tengo algo que decirte. Creo tener indicios del motivo de tu intranquilidad.

El lugar tembló, el sonido de algo removiéndose se volvió a escuchar. Desde la cueva se asomó una cabeza gigante de un dragón. Tenía lo que parecía un casco de acero reluciente, como plata muy limpia pero oscura, debajo de la cual se podía ver las escamas rojas. Detrás de la máscara sólo se podía ver una melena blanca, como la de un león, pero algo sucia por el polvo del lugar. La oscuridad no dejaba ver bien a la criatura, pero era terrible su tamaño y sobre todo la voz con la que hablaba, llena de rabia y odio, voz gruesa y malvada.

—Dime. ¿Cuál piensas tú que es la causa de mi intranquilidad? —el "tu" fue enfático. Limorta entendió que el dragón estaba menospreciando sus palabras con anticipación.

—Krol-Hanán, he estado revisando los astros —dijo ella tratando de escoger cada palabra—, también he revisado las cartas y todo tipo de adivinación que tengo como...

—Al grano —interrumpió el gran dragón, impaciente.

—Creo que algo muy malo para ti y para tu reino ha sucedido. Todo indica que alguna de las tierras del Oeste ha sido iluminada con la luz del Gahos. Creo que fue en la península de Tigo.

—¡¿Del Gahos?! —Preguntó con enojo el dragón. Ya había desaparecido toda apatía sobre el tema—. Eso no es posible, pues yo tengo dominada a cada alma y cada criatura del reino Rojo. Son mías, son mi derecho.

—Lo sé, amo... todo esto parece imposible. Sin embargo, era necesario venir hasta a ti para indagar y conocer si no has tenido algún sueño o revelación, que con toda tu sabiduría no has podido interpretar, a pesar de conocer todos los secretos oscuros, las artes más prohibidas y las hechicerías más poderosas. Sería una herramienta para que pudiéramos encontrar la razón de este misterio y detenerlo a tiempo.

 Sería una herramienta para que pudiéramos encontrar la razón de este misterio y detenerlo a tiempo

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Krol-Hanán se quedó un momento en silencio.

—Te he enseñado bien, Limorta... en verdad existe un sueño que no he podido revelar. Es la causa de mi intranquilidad y lo que me ha hecho meditar estos días. He visto un bosque, un puente y una fortaleza. El puente tenía cuatro hileras que la sostenían. Y mientras yo iba desde un extremo a otro del puente, hacia el bosque, muchas criaturas iban al sentido contrario, hacia la fortaleza. ¿Sabes qué significa?

—No amo, no lo sé. Tú me superas en misterios y de la oscuridad te has vuelto el amo. Sin embargo, voy a averiguarlo. Iré a la región de Tigo y buscaré la luz del Gahos.

—No vayas tú, dile a Ta-Borón que venga. Le encomendaré la tarea y le diré cómo ha de localizar con facilidad los indicios del Gahos.

—Hágase conforme a tu sabiduría, sólo déjeme decir una cosa más —Limorta agachó la cabeza, como si no quisiera ver la expresión de su amo—. Existe la posibilidad que tenga algo que ver con el rollo de Saiz.

Krol-Hanán se quedó un momento sin decir nada. Limorta pensó que detrás de la máscara su amo había muerto, pues estaba inmóvil, como si hubiera dejado de respirar.

—Soy superior a cualquier rollo escrito —interrumpió el silencio de golpe—. Manda a llamar a Ta-Borón.

El gran reptil se recorrió de nuevo hacia atrás, ocultando su cabeza. Limorta salió del aposento y bajó las escaleras. Dos días después un grupo de dragogs (como los argogs, pero con inteligencia y razón), montados por reptiles y liderados por Ta-Borón, salieron de la fortaleza negra de la ciudad de Lon-Kun-Baatik, del reino de Baabik-Anum y surcaron el firmamento hacia la península de Tigo.

El reino de Plata. Los tres reinos de AmnaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora