Era un día frío, realmente frío, no había dejado de llover, lo que hacía que las tareas de mantenimiento, limpieza, y lavado de sábanas y demás ropa, fuese una misión imposible en esos días. Pero lo que era peor, era el "malhumor" de esa persona, que no dejaba de refunfuñar entre dientes, al ver que su querido castillo, no podía ser limpiado a su gusto. Por lo que tenía a todos sus subordinados, -Y a los que no lo eran también- En pie de guerra, para solucionar los escapes de agua y los pequeños riachuelos que se colaban por doquier, ya que no había manera de hacer que los charcos parasen de formarse.
El sótano estaba completamente inundado, y el único habitante de este, había sido trasladado de allí, puesto que ahora ese sitio de mala muerte, lo era más aún ahora que los niveles de agua llegaban casi a lo alto de la escalera. No era un lugar habitable, ni siquiera para las ratas ahora.
Lo habían acompañado a una habitación, al lado del sargento. Para que lo siguiese teniendo vigilado, ya que no se fiaban de ese chico titán, que tantas veces les había salvado. ¿Incomprensible? Tal vez, pero los mayores no agachaban la cabeza, ni por el héroe que los había salvado de tal vez un cruel destino. Simplemente lo veían como uno más de esos seres que debían desaparecer de la faz de la tierra.
Porque sí, los habían aniquilado a todos, completamente, sin una pizca de esa compasión humana que todos se jactaban de tener. Una vez en la habitación, el chico, que ya no era un adolescente, ya era todo un hombre hecho y derecho, miraba por la ventana con sus cansados ojos verdes, como la ciudad entera era reconstruida, mientras él, de lejos no podía más que observar. Una ciudad, que seguramente, no podría pisar.
Luego mira hacia la puerta, y se encuentra con ese par de ojos grises, que lo miran, lo analizan, y no puede evitar más que esbozar una sonrisa, pero sabe que no puede ocultarle nada, que de una u otra manera, sentirá su dolor, que lo llamará mocoso, y luego le proferirá un par de insultos más, para luego alejarse de la habitación. Pero siempre manteniéndose vigilante.
El menor de ellos, sabe que su fin está próximo, son los susurros que se escuchan por todo el castillo, lo sabe, no lo quieren en ese mundo ahora "perfecto" que ha ayudado a construir, con muchos otros que ahora, desgraciadamente, ya no están. El joven solo puede suspirar y sentarse en el marco de la ventana, a esperar que esa hora llegue.
Pero ese día nunca llegó, no sabía cómo, pero ese Sargento, al que siempre había idolatrado, lo había sacado de ese castillo, por la noche, entre las sombras, cabalgando a toda velocidad, ambos se habían alejado de ese castillo. Ya no existían los titanes, si se iban mucho más allá, por muchas batidas que mandasen a buscarlos. Nunca podrían encontrarlos.
Y así fue como llegaron al océano, ese que el chico siempre quiso conocer, se hicieron una casita frente al mar, fueron los primeros habitantes que vivieron en esa zona. Ahora estaban solos y ambos eran felices.
El más joven se hallaba al lado de unos riscos, viendo como las olas, rompían entre estos, con una sonrisa en sus labios, cuando escuchó unos ruidos, no tuvo que voltearse demasiado, para saber quién era el que se acercaba, con algo de esfuerzo, pues una pelota a la altura de su estómago, no le dejaba andar bien.
-Oi Eren, la comida ya está lista, así que si quieres comer, ya puedes mover tu jodido trasero- Murmuró con expresión hastiada el pequeño hombre, a las faldas de la pequeña montaña en la que estaba subido Eren.
-Ya bajo Levi- Bajó la pequeña montaña y se puso a su lado, rozando la pelota del estómago del más bajo. La razón por la que habían huido de ese castillo aquella noche. Querían ser libres, por ese pequeño milagro. Su hijo.
Así, juntos caminaron, hacia la pequeña casa que Eren había construido, aquella en la que serían felices por siempre. O casi siempre.
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¿Futuro?
Romance¿Qué es lo que ha pasado? Relato corto de lo que sucedería al final cuando se acabasen los titanes