XVI.- La Última Fortaleza

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Lo que comenzó con un pequeño grupo de barcos que escapó de la Capital, llegó a convertirse en una gigantesca flota que reunió a navíos de toda Xenolia, aquellos que lograron escapar del apocalipsis. La flota navegaba hacia una misma dirección con la esperanza de hallar un poco de paz y seguridad. Charlie, desde lo alto del mástil, atisbaba cientos de embarcaciones que rodeaban su barco, eran tantas y de todo tamaño, que se perdían en el horizonte.

A pesar de que la Fortaleza del End Número 2 se hallaba bajo el océano, la única forma de acceder a ella era encallando en tierra y andar por túneles largos y profundos. Por esta razón las naves terminaban desembarcando de modo improvisado cerca de las orillas de la costa. Steve, Alex, Charlie, Krani y otros alquimistas remaban hacia la costa, dejando abandonado el barco que les salvó la vida.

―Bienvenida, ministra Krani ―recibió el bote un hombre bien vestido.

―Me alegra verte, Franz ―salió del bote, pisando la anegada arena de la costa―. No perdamos tiempo, llévanos a un lugar donde podamos organizarnos.

La costa estaba repleta de millares de personas en espera de poder acceder a los túneles debido a que los soldados del lugar se encargaban de elaborar un registro de entrada. La comitiva de Krani pudo acceder sin ningún problema, guiada por el fino porte de Franz.

― ¿A cuántos han recibido? ―preguntó Krani, impactada por el número de personas en la costa y las que incluso aguardaban en el océano para poder encallar.

―Según el último reporte, más de 35 mil. Vienen de todas partes, y para todos hay un lugar, así que no se preocupe, señora ministra ―respondió, abriendo una puerta que daba a un túnel.

― ¿Cómo que para todos hay lugar? ¿Acaso a todos los tienen amontonados en las cuevas? ―cuestionó Alex, un poco molesta por imaginar a miles de indefensos refugiados hacinados dentro de las estrechas y húmedas cavernas del subsuelo.

―El End es una dimensión muy espaciosa, señorita ―respondió, sorprendiendo a todos―. Allí los llevamos. En estos días hemos logrado establecer asentamientos en esa dimensión, allí todos están a salvo. Se lo informé a la ministra Krani y me dio el visto bueno.

― ¿Es seguro el End? ¿No es hostil como el Nether? ―preguntó Steve, intrigado.

―No hay demasiadas hostilidades. Lo más peligroso son una especie de dragones que escupen un aliento sumamente corrosivo. No obstante, hemos logrado matar a varios, no son tan peligrosos con el equipo indicado ―tomó una antorcha para poder brindar luz al camino―. También hay unas criaturas extrañas que escupen proyectiles que hacen levitar por segundos lo que sea con lo que impacten. Como lo pueden imaginar, una vez se acaba el efecto levitante, uno cae todo lo que subió, así que varios han muerto por eso. Aun así no es algo de preocupación mayor. En el End hay frutos comestibles, la temperatura es fresca y realmente es muy espacioso.

― ¿Y por qué no han sido atacados por el ejército de Tenebris? ―tocó preguntar a Charlie.

―Destruimos todos los portales del Nether que se generaron alrededor del área, pero más importante, las oleadas que nos han atacado han sido neutralizadas primordialmente gracias a los warden y gólems de hierro.

― ¿Los warden? ―dijeron Alex, Steve y Charlie al unísono.

―El principal proyecto de investigación de estas instalaciones ―atajó Krani―. No piensen que todos los proyectos importantes se realizaban únicamente en la Capital.

―En efecto, el desarrollo de seres más fuertes y resistentes que los gólems de hierro fue la principal tarea de este sitio. Y lo logramos, pues una vez abierto el End, el nivel de energía que proviene de las almas se potenció y logró dar vida a los warden. Paralelo a ello hemos estado desarrollando un sistema de seguridad orgánico, que detecta sonidos y ayudaría al warden en su labor de destruir a cualquier intruso ―completó Franz, deteniéndose frente a una gran puerta de hierro.

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