Capítulo 57

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LILITH

Antes de Adán y Eva, existió Adán y Lilith...

¿Estoy sorda?

No. No lo creo.

Veo a mi alrededor con cruda realidad, y descubro un maremoto de emociones distintas que nublan el ambiente y alejan el oxígeno, haciendo menos placentera mi opinión sobre los hospitales. Camuflan su angustia con gritos, peleas y llantos... Hay mucho de donde agarrar.

Yo tengo mucho que ofrecer.

A lo mejor, y va siendo verdad, eso de que pagan justos por pecadores, y yo me encuentro pensionada por los secretos de mi..., de mis dos padres.

Aún no puedo creer que no sea biológicamente hija de Abel, sangre de —el que yo creí— mi padre. No, aún no puedo afrontar ese hecho. Porque de hacerlo, también debería aceptar que fui engañada por años, del único hombre que yo consideraba en un pedestal, inalcanzable, como única fuente de apoyo para mi trastornada mente. Él me hizo creer que era la única respuesta a toda la locura en mi cabeza. ¡Y no es así! Siempre hubo alguien más... Una persona que me heredó su mentalidad de Sombrerero loco, y aparecía de manera irregular en mis años de niñez; siempre constante en la cuerda floja de mi conciencia entre la realidad y mis alucinaciones.

Pero... éste no era el caso de una desafortunada laguna mental o alucinación. No era mi esquizofrenia la que aporreaba la parte razonable en mi cerebro, eran los pesos de mi maduro carácter haciéndose cargo de la situación. Y ya iba siendo hora de que los dejara entrar.

Ya no era una pequeña víctima de las circunstancias, formaba parte de un plan mucho más elaborado del que creí.

Porque ahora... todo estaba volviendo a mí: las voces, los sueños malinterpretados con recuerdos, las palabras exactas de pa... de Abel cuando dijo que él era mi padre real, y yo, de pequeña, preguntándome a una edad tan tierna: ¿a qué se refería con decirme que él era mi papá real?

No lo comprendía, pero ahora sí.

¡Por Dios, santo! Si la respuesta siempre estuvo ahí.

¿Cómo pude ser tan ciega?

Confié ciegamente en la única persona que jamás pensé que me traicionaría: grave error.

No sé si algún día podré perdonarlo. Estoy demasiado enojada con él como para pensar claro y llegar a una tregua. Ni siquiera sé cómo conseguí quitarme a todos de encima y obtener un momento de tranquilidad en este pasillo poco transitado por las enfermeras. Debe ser porque es el área de terapia intensiva. Irónico, ¿no?

Sentada, en flor de loto, apoyando la espalda limitada de dos prendas: blusa y sudadera —sin contar el sostén— en la fría pared, miro sin reparos la foto en mis manos con una expresión... No sé ni qué cara poner cuando se ve algo así. ¿Por qué alguien lo fotografiaría en primer lugar? Si yo me creía una loca sin remedio, este sujeto (mi padre) me supera. Con razón estoy como una cabra; ahora todo tiene lógica.

Mi cabus también está helado, pero no es algo que mi cabeza tenga tiempo de atender. Sinceramente, no creo poder seguir con este calmado estado de niña buena, tratando de fingir que mi existencia no es un chiste de cantina o una pesadilla. Me extraña que no esté gritando como cacatúa enloquecida, cualquier chica de mi edad se volvería loca con este lío de información. En mi rara opinión, creo que el doctor se equivocó de diagnóstico, quizás sea una sociópata o una psicópata, o una mezcla extravagante de esas dos enfermedades que dan como resultado mi actual estado.

Me duele, pero tampoco me importa. ¿Eso es bueno o malo? Son mi familia después de todo, siempre estará presente su recuerdo; ya sea para inspiración o autolesión emocional.

¿Se pueden querer a dos personas al mismo tiempo? [POLIAMOR #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora