Capítulo único

114 17 39
                                    

Chifuyu Matsuno se consideraba alguien sentimental, demasiado a decir verdad. Se dejaba llevar más por su corazón que por su cerebro, pues, como en los mangas acostumbraban a decir: el corazón es la voz de la razón. Lo cual puede ser perjudicial en determinadas situaciones.

Cuando debía ser cabeza dura y negarse a sucumbir lo que su ser y tonto-órgano-determinante-de-vida diga, la razón se encargaba de traicionarlo y ceder la decisión del sentimentalismo.

Y quizá muchas de esas decisiones sean correctas, como cuando decidió que Takemichi sería su compañero (cosa de la que se dio porque sintió que ese chico tenía un corazón de pollo como él), o cuando adoptó a Peke J pese a saber de antemano que a su madre no le gustaban los animales. Si lo piensan, son buenas ideas. Pero, por desgracia, no todas lo eran.

Había otras inclinaciones que iban más allá de su fuerza de voluntad. Él las llamaba: decisiones del corazón. Y aquello significaba que no podía hacer nada para que esa decisión vacile. Porque, claro, "el corazón todo lo sabe", según Takemichi. Lastimosamente, el corazón no disponía de cerebro. Y, ahora, Chifuyu demostró que tampoco.

—¿Eh? —soltó con sorpresa. Hanagaki aumentó su sonrisa.

—Estás enamorado de Baji —afirmó por segunda vez. Vamos, era algo tan obvio a la vista de todos que solo faltaba él por darse cuenta (lo que hizo justo en ese momento).

Chifuyu parpadeó repetidas veces, generando incomodidad por el silencio en Takemichi y duda por lo recién planteado en Matsuno.

¿Qué? ¿Él? ¿Enamorado? ¿De Baji? ¿El chico más admirable del mundo, que le parecía sumamente atractivo y divertido y con quien disfrutaba su compañía más que con nadie, y que además tenían un hijo juntos (Peke J)? Era una locura... . Bueno, está bien, quizá no tan locura, pero sí sorprendente.

Es decir, Baji se le hacía alguien inalcanzable para una persona como él, y que tenía un físico y personalidad extrañosamente similar a sus gustos adoctrinados por lectura de mangas de romance (y BL, pero eso era algo aparte). Pero estaba cien por ciento seguro de que él jamás se fijaría en alguien como Chifuyu. Porque, vamos, era Chifuyu: el subordinado que veía como mejor amigo y que se metía en problemas más grandes que la torre de Tokio si le tocaban un pelo a Baji.

Ah, también a quien dominaba sus acciones y desiciones su corazón.

No, no. Es obvio que eso a Baji no le interesaría en lo más mínimo. Él era rudo y fuerte, dejándose guiar por cosas más interesantes que el cerebro o el corazón: sus músculos y sentimientos. Oh, y su hambre. Tenía un carácter duro y amaba a sus amigos, por sobre todas las cosas. Eso significaba que, de cierta forma, lo quería. Eso podría explicar esa extraña fascinación que Baji tenía de oírlo hablar cuando le ayudaba con literatura, o cuando lo iba a visitar los fines de semana con excusa de ver a Peke J, o... ¡¿Por qué su rostro estaba ardiendo?!

Está bien, puede que Baji le gustara un poco (mucho), lo cual era un problema. Desde que era un niño inocente, acostumbraban a enamorarse de personas que NO estaban enamoradas de él, como en en jardín o en la escuela primaria. Lo cual indicaba que la historia se repetía otra vez. "De vuelta la burra del trigo", diría su mamá. Y él solo respondería: "perdónmamásoytontojajaabrazameovoyallorar".

Su pecho ardía y se removía. Dolía el solo pensar que sus sentimientos nunca valgan la pena. Y dolía mucho. Y Takemichi lo notó, porque sus ojos llorabam, pero no tanto como su alma. Se quebraba. Y dolía, dolía, dolía. Tanto que sentía que moría.

Y no aguantaba más.

Se echó a llorar, rodeado de los brazos de Takemichi. Estaba harto de todo. De seguir siempre la voz de su corazón que lo hacían así de vulnerable. De enamorarse siempre de personas que no podía tener, porque éstas no lo veían de igual forma. De dar siempre tantas vueltas al mismo asunto en las noches de desvelo, intentando negar todo. Las lágrimas se deslizaban frenéticas por sus mejillas, su pecho se estrujaba con fuerza, su rostro quemaba como la mierda, su respiración se aceleraba. Parecía sufrir de un ataque de miocardio.

Vivir así es morir de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora