"Achilles' heel" One-shot

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Elsa Arendelle siempre ha sido una mujer decidida.

Recuerda la discusión con sus padres, luego de que su abuelo le dejara al mando de la empresa familiar. La persiguieron, serpenteando tras ella por los pasillos de la mansión tan sólo para dejarle en claro sus pensamientos: no la creían apta para un trabajo de esos.

Decir que aquello le dolió, sería, en realidad, una mentira de esas que dan hasta risa. Ella sabe, y supo desde su más tierna infancia, que Iduna y Agnarr no podían poner las manos al fuego por ella, ni aunque les pagaran. Pero siempre procuró no tomárselo personal. Después de todo, ella es igual. No confía en que alguien más haga las cosas sino ella. De lo contrario, es incapaz de pensar en algo distinto a la catástrofe. Ser controlador viene intrínseco en el apellido Arendelle, incluso para Anna que aparenta ser la más relajada de todos.

Por el contrario, la reticencia de sus padres por dejarle trabajar tranquila en los asuntos del imperio, no le representó más que un incentivo para hacerlo todo mucho mejor de lo que esperaban. Ignoró las súplicas y chantajes para que desertara; las calibró como un motor a su éxito y, años más tarde, lo logró.

Desde ese momento, la decisión irrevocable, llamada por muchos, terquedad de Elsa, se hizo parte de la idiosincrasia de su ser. Los que la conocen y conocieron, saben lo inútil que resulta contrariarla en sus convicciones, así que han dejado de intentarlo varios años atrás, dejados llevar por la mano de hielo de ella.

Casi todo lo que se propone, lo logra.

Casi.

Una década antes, la presencia de esa palabra tan desalentadora para obtusos como ella, resultaría alarmante, incluso insultante. Pero la madurez también le ha permitido cosas, como experimentar su mortalidad humana, su insoportable levedad. Su talón de Aquiles, para los que se quieren dar de cultos.

Nunca pensó tenerlo, o tal vez sí. Pero jamás sospechó que aquello encarnaría en una persona. Un hombre, para ser precisos. Un hombre con nombre y apellido que entró a su vida, algunos años y centímetros de estatura antes.

Jackson Frost apareció en su vida, inadvertidamente, sin ser aún su perdición. Como un adorable profesor de niños de kínder y primaria en una escuela católica carísima a la que asiste Isak, su sobrino. Ni siquiera le daba clases a Isak, tan sólo lo vio una ocasión, saludando a los padres de familia que recogían, igual que ella, a alguna de las pequeñas bestias —como en secreto adora llamar a cualquier niño que no sea Isak— que estudiaban ahí.

Y ahí, frente a la estatuilla de la inmaculada concepción de María, desvistió al joven profesor en su mente y se decidió porque lo quería pronto en su cama.

El deseo sexual no es una debilidad para ella, no es así como se convirtió en su talón de Aquiles. Aquello no ocurriría hasta casi dos años de maravilloso sexo sin compromiso con él. Desde el principio de su bizarra relación de amigos con derecho, ella le dejó en clara su "irrevocable" decisión de no sentir absolutamente nada más que deseo carnal hacia él. Y por ello, se molestó inmediatamente cuando Jack comenzó a ser cariñoso luego de sus encuentros, abrazos y besos melosos que encontraba asfixiantes. Casi se lo gritó a la cara, harta, más o menos un año después de que todo aquello empezara. Él se vio herido, pero admitió su culpabilidad y sentimientos hacia ella. Sin victimizarse, admitiendo que fue su culpa por jugar con fuego aún sabiendo que se quemaría.

Ella, que, según lo que quería hacerse creer, no sentía más que atracción física hacia él y probablemente cierto cariño meramente amistoso. Lo rechazó de forma... un tanto cruel, producto de la irritabilidad que los sentimientos románticos ajenos le provocaban. Lo sacó de su cama, su apartamento y su vida, por lo menos un par de meses hasta que se volvieron a encontrar por amigos en común y él parecía haberlo superado todo.

Stolen kisses [Drabbles and One Shots Jelsa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora