~12~
Las suaves pero determinadas caricias que me hacen sus manos, solo son advertencias sobre lo que puede pasar, para que lo pare. Mi mano se mueve veloz, alcanzando la de él, parándola. Will pega más su boca a mi cuello, respirando mi piel. Yo le desplazo suavemente la mano que tenía en mi pecho, bajándola hasta que salga de debajo de mi camiseta. Lentamente la separo de mí, dejándola sobre la cama. Él apenas pone resistencia. Me da un beso en el cuello, sin saber que es el último, antes de que yo me levante de la cama.
La confusión se acomoda en las facciones de su cara cuando por fin logro girarme para mirarle directamente a los ojos, con determinación. Todas las preguntas que se esta haciendo atraviesan su cara, siendo atrapadas por sus ojos, y definitivamente rechazadas por su cerebro. Excepto una.
-¿Acaso no quieres?- Su voz es ronca y a la vez confundida. Realmente su pregunta no me es inesperada, aunque mi reacción muestre lo contrario. No sé que responder… Le podría mentir, decir que no, que no quiero acostarme con él, que no me apetece pasar con él esta noche y las siguientes, pero es irónico que la que teme por una indiferente respuesta soy yo, cuando la que tiene el poder de elegir entre lo que va a pasar también soy yo.
Que si quiero pregunta. No hay casi palabras para expresar mis ganas, como tampoco las hay para explicar mis razones. Encontrar las frases adecuadas para que comprenda mi miedo, para hacerle entender que no estoy preparada para afrontar. Todos estos años he estado follando con chicos, besando, simplemente pasándomelo bien, experimentando, viviendo, en eso se resumía mi concepto sobre los chicos, pura diversión. Pero William Kaest ha conseguido que tan solo con su presencia las manos comiencen a temblarme, que los pelos se me pongan de punta al sentir su aliento sobre mi piel, y crear ese cosquilleo que me revuelve el estómago cuando me besa. Y tengo miedo, de que al llegar a algo más junto a él, el sexo se convierta en hacer el amor, que me dé cuenta de que mi corazón me ha abandonado, de verme obligada a aceptar que con él es distinto.
Mi silencio inunda la habitación, a la vez que altera a Will. La inquietud con la que me mira es palpable. No para de mover los ojos de arriba a abajo, recorriendo mi cuerpo detenidamente. Un suspiro abandona mi boca, espesando el aire que respiramos. Frunce el ceño, impaciente por obtener su respuesta, una que yo no puedo darle. Simplemente me quedo parada en mitad de su habitación, con el pelo todavía mojado, con una mirada suplicante, rezando para mis adentros por que me entienda sin tener que decir nada.
El chico castaño que me mira atentamente, cierra fuertemente los ojos, respirando hondo, al comprender que no voy a contestar a su pregunta, antes de levantarse de la cama y acercarse a mí, con ojos comprensivos. Me coloca un rebelde mechón de pelo tras la oreja, y asiente lentamente. Luego se dirige al armario y saca dos camisetas. Lanza una en mi dirección, junto a unos pantalones de chándal.
Agarro las prendas al vuelo, y le miro confundida y con las cejas arrugadas. Will se ríe ante mi gesto, y me sonríe ampliamente mientras se quita la camiseta. Los ojos se me abren como platos a la vez que recorren descaradamente su torso entrenado, no está exageradamente marcado, pero eso no evita que los abdominales se le noten generosamente. Se muerde el labio para contenerse la risa cuando se da cuenta de que me he quedado embobada analizando cada detalle.
-Rubia, no pretenderás salir así de mojada a la calle, ¿no?- Dice todavía esforzándose por no reírse. Y contestando a mi pregunta solo pronunciada por mis gestos sobre la ropa. A la vez que ignora las impertinentes miradas que le he lanzado, afortunadamente. -Venga, cámbiate, se que mi cuerpo es demasiado, pero se te van a derretir los ojos de tanto contemplar- Demasiado pronto para cantar victoria supongo. El calor sube a mi cara, a la vez que las torna rojas.
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Contigo y sin ti
RomanceBritney Paige, ese es mi nombre, pero el comienzo de los peores y mejores días de mi vida tiene otro nombre; William Kaest. Y por suerte o por desgracia me tocó enamorarme de él.